Una forma diferente de mirar el mundo...

Cerramos con postigos las ventanas de nuestras mentes.
Encerramos y sometimos a los pensamientos de mil formas diferentes.
Y ellos encontraron una alternativa para brotar libres.-

jueves, 26 de agosto de 2010

IUS XIII

-Largo es el camino que conduce al infierno -la voz de Jesús ha cambiado, me recibe desde el patio. Tengo urgencia en verlo, pero más urgente me resulta tomar aire. La entrevista con la madre del duque me ha sofocado más que la estancia en lo calabozos. Tomo aire. Junto a Jesús están Bernardo y Gonzalo. Algo en el rostro de Bernardo llama mi atención.
-Lleva así un buen rato, no puedo sacarle ni una palabra -Gonzalo viene a mi encuentro y me toma del brazo- Nos cruzamos con un reo camino del calabozo, cuando a nosotros nos soltaban y desde entonces está en este estado. Ni habla ni entiende -Trato de aproximarme a Bernardo, pero la voz de Jesús me retiene.
-¿Pablo? -vuelve la cara hacia mí. Alguien se ha encargado de limpiarlo. Ahora presenta un aspecto humano. No logro acostumbrarme a verle con los ojos cegados.
-Si, Jesús, estoy aquí -me acerco a él y me toma el brazo.
-Desde que uno de los guardias ordenó cegarme.... mi olfato se ha agudizado, aunque debo confesarte que tras años de cautiverio este olor a ira me desconcierta -esboza una sonrisa -lástima que no pueda verlo... ¿Dónde has estado muchacho?
-Me mandó llamar la madre del duque.
-La bruja -noto como todo el cuerpo de Jesús tiembla.
-Para hablar de los símbolos inscritos en el hombro de la muchacha. Ellos creen que se trata de un mensaje oculta, una ley no...
-...escrita, Ius non scriptum -la voz de Jesús me sorprende- compartí un tiempo de mi cautiverio con una anciano, un visionario. Lo encerró la bruja porque se negaba a darle más detalles sobre la profecía... no es que el hombre no quisiera hacerlo, Pablo, lo torturaron de todas la maneras imaginables.... es que... simplemente ¡no podía! Sus visiones iban y venían y sinceramente muchacho, hasta que has aparecido yo siempre pensé que eran chifladuras.
-¡Qué extraño es todo esto! -Gonzalo nos sigue y asiente, Bernardo sigue ausente en una rincón del patio.
-Dime Pablo, ¿cuál es el símbolo que recuerdas? -Jesús gira la vista hacia mi, como si en realidad pudiese verme.
- Una luna, una luna delgada. -El recuerdo del hombro plagado de símbolos negros vuelve a provocarme un escalofrío. Los ojos del Clara me acompañan a la noche en que la vi por primera vez.
- La luna, significa amenaza, una amenaza -miro instintivamente hacia arriba y me parece que un par de ojos se ocultan raudos, para evitar nuestra mirada indiscreta.
- Jesús, la madre del duque tiene la intención de que ambos traduzcamos los símbolos. Yo seré tus ojos -Jesús se para en seco.
-No pienso hacerlo, pueden matarme en este mismo instante, pero no lo haré -aprieto el brazo de Jesús y trato de separarme unos pasos de Gonzalo.
-Vamos, Jesús, ¿qué puede contener un mensaje escrito en el hombro de la mujer?-Jesús se niega a avanzar y ahora formamos en grupo, con Gonzalo en medio.
-No tengo la intención de averiguarlo. No haré nada para satisfacer a esa mujer. Me ha encerrado en esa mazmorra, me ha torturado y ahora descubre la razón. ¡Y no sabes cuanto voy a disfrutar dejándola con la duda!-Jesús se ríe.
-¡Te matará!- trato de que entre en razón.
-Lo hará de todas formas y te aseguro que eso no es lo peor que me ha pasado -vuelve a reírse.
-Y también a ellos -señalo a Gonzalo y Bernardo.
-¡Por eso el duque no ha ordenado mi ejecución! -Gonzalo me mira. -Soy un desertor de su ejército, me hubiese ajusticiado de inmediato...
-Pues ese momento no ha hecho más que demorarse, joven. No pienso ayudar a esa mujer y creedme, es lo mejor -Jesús baja la cabeza pero Bernardo, que ha vuelto en sí, se acerca rápido.
- Lo harás, les dirás todo lo que quieran saber ¿vas a dejarnos morir? -Bernardo se abalanza sobre Jesús.
-¡Basta! -impido que los largos brazos de Bernardo alcancen a Jesús -¿qué pasa Bernardo?
-No gran cosa, monje -su ira contenida me sorprende -¿quién era el joven que os acompañó hasta el castillo de la reina?
-¿Jacobo? Pues, no lo sé, lo encontramos y se ofreció a guiarnos... pero ¿qué tiene que ver eso, Bernardo? -lo miro, está nervioso, Gonzalo trata de mediar, pero puedo notar el aliento de Bernardo.
-Ya. Pues lo llevaban a las mazmorras del palacio ¡fue a él a quién nos cruzamos!-la sorpresa se pinta en mi rostro.
-Pero ¿qué hace aquí? Estaba retenido junto a Anselmo y la chica.... yo ¡no entiendo nada! -miro a Gonzalo y Bernardo.
-Yo tampoco -Bernardo no se tranquiliza pero su ataque de ira parece aplacarse.
-¿Se puede saber que está pasando?-La voz de Jesús se ve interrumpida por el sonido de los pasos de varios soldados que llaman nuestra atención.
-El duque quiere veros -nos obligan a subir por unas angosta escaleras, las mismas que he recorrido para llegar al patio y nos conducen a lo que debe ser un salón de audiencias. Junto al duque está su madre, con una mano puesto sobre el hombro de su hijo. Parecen tranquilos, incluso podría asegurar que contentos....
-Pasad -el duque se levanta de su trono, desasiéndose de la mano de su madre -Creo que por fin ha llegado el día ¡hoy resolveremos este acertijo que nos corroe!
-Años de espera, años de búsqueda. He vagado ciega, entre brumas. Pero ahora todas las piezas de este rompecabezas están ante mí -la madre del duque solloza de alegría. Monje ¡tú serás sus ojos! y juntos desvaneceréis este velo que nos separa del conocimiento.
-Señora, no tenemos a la chica, ya os lo dije antes -mi voz suena opaca.
-¡Oh! Olvidé mencionarlo, la chica ha venido a mí -miro estupefacto a la mujer y al duque, que parece respirar como si le hubiesen liberado de un tremendo peso. Mis ojos buscan, mis oídos permanecen abiertos como si quisiera extraer la respuesta de los muros del palacio. Durante unos instantes que me parecen eternos solo escucho la respiración entrecortada de Gonzalo. Y de pronto, de una de las esquinas de la habitación surge una sombra negra, una figura delgada cubierta por una inmensa capa. Antes de que comience a hablar, el gemido de Bernardo confirma mis sospechas.
-No olvidéis vuestra promesa -un mechón rojo se escapa por debajo de la capucha y la mujer opta por quitársela totalmente. Isabel, la mujer del pelo rojo permanece de pie, en mitad de la sala de audiencias.
-Claro que no, pequeña, pides muy poco por tan valioso tesoro -la madre del duque la mira con el deseo prendido en sus pupilas. No puede ocultar que sentirse tan cerca de la respuesta que lleva buscando años la convierte en un ser voluble -Puedes quedarte con los dos si ese es tu deseo -presurosa se acerca y toma del brazo a Bernardo y a Gonzalo.
-No, solo me interesa él -Isabel roza el rostro de Bernardo, como lo haría un animal a punto de embestir, pero se frena y retira. Bernardo cae de rodillas, como fulminado. Siento una inmensa compasión por él pues desde aquí percibo la necesidad de venganza de Isabel- No volveré a entrar en el castillo, traeré a la chica hasta la puerta y es aquí dónde debéis entregármelo -vuele a cubrirse la cabeza con la capucha y cruza la sala.
-¡No lo hagas! -la agarro del brazo con fuerza cuando pasa a mi lado y ella se vuelve a mirarme. Lo que observo en sus ojos me deja petrificado: vacío. No tiene dificultad en seguir su camino, pero justo en la puerta una voz la detiene, una voz aguda, histriónica, una voz inolvidable...
-Yo soy la reina.

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