Una forma diferente de mirar el mundo...

Cerramos con postigos las ventanas de nuestras mentes.
Encerramos y sometimos a los pensamientos de mil formas diferentes.
Y ellos encontraron una alternativa para brotar libres.-

sábado, 19 de febrero de 2011

LA NEGRA

- Me has cabreado ¿lo sabes? -la negra mira de reojo al pianista, que aporrea sin muchas ganas las teclas del piano. La negra es una mulata de metro sesenta, curvas pronunciadas y unos labios carnosos que chupan con desesperación un cigarro que se consume más rápido de lo normal - Espero que estés contento, loco, lo has conseguido. Me has cabreado.
Mira directamente al pianista, un hombretón de pelo canoso y raído. Lleva el sombrero torcido tapándole la mitad derecha de la cara y sus manos se mueven sin demasiado convencimiento sobre las teclas cansadas del viejo piano de pared. Él no contesta.

- Llevamos así más de siete meses, loco. Qué si te quiero, qué me gustas, qué te necesito... y luego te paras en seco y reculas. Ya te lo dije, loco: "piénselo bien, esta negra no se da a cualquiera". ¿Me escuchas? -una mano del pianista indica con un gesto suave que está escuchando, pero no levanta la vista de las teclas y la negra vuelve a inhalar con fuerza el humo del tabaco y agacha la mirada. Se coloca bien el pecho que se muestra generoso a través de su vestido verde - Me has cabreado. Puedo perdonarte muchas cosas, pero no que me digas que te tienes que pensar si quieres seguir conmigo, loco. Eso no. Eso nunca. Esta negra en mucha mujer como para aguantar niñerías. Yo quiero a un hombre -las manos del pinanista enmudecen sobre las teclas.

La negra tira el cigarro y lo pisa, moviendo sus tobillo con gracia. Luego se levanta. El vestido verde parece chillar cuando le da la luz y ella se apoya en el piano. Coge una flor blanca y se la prende en el pelo negro.

-No sé que miedo tienes a ser feliz, a pasarlo bien, papito. -la negra se coloca tras el pianista y levanta sus manos como para ponerlas en los hombros de él, pero se detiene en el último momento y acerca su cara al cuello del hombre - Yo te quiero, loco. Pero matas este amor con esas dudas, con esos miedos de niño. Yo quiero un hombre, un hombre que quiera estar conmigo, no más. ¿Pido tanto? -las manos del pianista vulven cansadas a las teclas del piano, arrancando notas sin sentido.

- Pero luego te jode que haga mi vida, que me aleje. Eso no lo soportas ¿eh? -la negra abre un pequeño bolso negro y saca otro cigarrillo. El pianista se levanta veloz y le da fuego, ella lo mira, él mantiene su mirada unos segundos. Luego se sienta y vuelve a tocar. La negra inhala el humo del nuevo cigarro, como si en cada respiración quisiese sorber la vida entera. Hace ademán de irse, pero el pianista la retiene con violencia y la obliga a sentarse en sus rodillas.

- ¿Ves? Esto me cabrea. Ya has conseguido cabrearme. O es o no es, loco. Las medias tintas no van con la negra. Yo soy mucha mujer para tonterías. -el pianista la agarra con fuerza y le besa el cuello. Otro día cualquiera la negra lo hubiese recibido con gusto, pero hoy está cabreada y se levanta con violencia.

- Cuando tengas claro que quieres estar conmigo, me llamas -el pianista vuelve a colocar sus manos en el piano. Toca una melodía triste, cansada, vacia. Luego cesa de tocar de repente, coloca bien su sombrero y mira a la negra que se aleja de la habitación inhalando el humo de su cigarro....

-¡Negra! ¿Estarás cuando te llame? -la voz grave del pianista congela los pasos de la mulata, pero ni siqueira se vuelve al contestarle:

- Ese es un riesgo que tendrás que correr, loco.

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