Una forma diferente de mirar el mundo...

Cerramos con postigos las ventanas de nuestras mentes.
Encerramos y sometimos a los pensamientos de mil formas diferentes.
Y ellos encontraron una alternativa para brotar libres.-

lunes, 27 de diciembre de 2010

LA DECISIÓN DEL REY

Porque una decisión es mejor que ninguna...
Hubo un tiempo lejano, en un país remoto. Y en este tiempo y en este país existió un rey que lo gobernaba todo, excepto sus decisiones.
Había nacido para reinar, pero su oficio le hacia infeliz. Sobre sus acciones siempre planeaban las dudas. Si decidía beneficiar a una pequeña villa, otra se veía perjudicada. Si en un pleito decidía a favor de un súbdito, al otro no le gustaba la sentencia y el peso de sus decisiones lo convertía en un ser muy desdichado.
Vagaba triste, solo, acosado por los remordimientos de sus resoluciones.

Un buen día el rey amaneció muy enfermo. Nada de lo que hicieran sus súbditos era capaz de reconfortarlo: ni las buenas palabras, ni los mejores ungüentos ni las medicinas más poderosas. El rey yacía consumiéndose en una extraña enfermedad que nadie conocía.

Ni los médicos más prestigiosos de ese reino perdido en el tiempo y en el espacio, fueron capaces de diagnosticar el mal de rey y todos los que le rodeaban y le amaban le veían morir sin que existiese una solución.

Pero un día, uno de los sabios del reino tuvo una idea: "llevemos a nuestro soberano a un cruce de caminos. Así se hacía antaño. Cuando se desconocía el mal que aquejaba a una persona, se la dejaba en un cruce de caminos para que pudiese ser observada por todos los que transitaban el camino. Y siempre ocurría que alguien conocía el remedio a la enfermedad".

Y así lo hicieron, llevaron al rey a un cruce de caminos, el más grande de ese país remoto y perdido. Pasaron los días, las semanas y los meses y el rey seguía agonizando bajo la mirada de todos los que transitaban el cruce. Algunos lo observaban, otros ni siquiera reparaban en él. Y todos los que amaban al soberano de aquellas tierras iban perdiendo una por una todas las esperanzas que habían depositado en su curación.

Pero un día pasó junto al rey una extraña mujer. Se paró frente al soberano y lo observó durante unos minutos. Luego se acercó a él y lo miró directamente a los ojos sujetando con su mano la barbilla del soberano. Lentamente se alejó unos pasos y el sabio que había decidido llevar al rey a aquel cruce, le preguntó:
- Mujer ¿acaso sabes lo que tiene el rey? -el sabio se acercó con cierto miedo a la mujer.
- Es evidente -la mujer lo miró a los ojos.
- Pues ¡habla! Dime qué tiene y sobre todo si tiene remedio -el sabio sujetó a la mujer con fuerza, pero ella se zafó se sus manos.
- La curación del rey depende de si mismo.
- Vamos, mujer ¡no te burles! -la voz del sabio se volvió amenazante.
- El rey tiene dudas y ellas los están matando - la mujer miró al sabio a los ojos y este dio un paso atrás - solo conseguirá sanar cuando sea capaz de aceptar sus propias decisiones. -La mujer sonrió-
- Pero... -el sabio estaba perplejo, pero observó a su rey que alzó la cabeza con curiosidad.
- Mi señor -la mujer se acercó al rey y musitó en sus oídos -uno decide siendo rey y siendo campesino. Hay grandes decisiones y decisiones pequeñas. Todas pesan, mi rey. Cuando decidimos un camino, renunciamos a otro. Nadie puede tenerlo todo, es ley de vida. Pero seréis feliz el día que aceptéis vuestra propia sentencia, vuestra propia decisión, vuestra elección. Pues ese día comprenderéis todo lo que ganáis con ella sin pensar en todo lo que perdéis al haber desechado otras mil opciones. El día que toméis una decisión, llenaos de ella, convenceos de que es la mejor opción posible y no vaciléis ni un instante. Esa convicción os llenará de vida.

Y tras decir esto, la mujer emprendió el camino sin volver la vista atrás. Y dicen que el rey de ese país lejano y remoto decidió levantarse y andar.

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