
Él miraba hacia el suelo tratando de ocultarse una vez más.
- Dime - dijo él.
- Hay cosas que no voy a decirte. Lo sabes -ella bajó los ojos, tratando de buscar los de él. Pero no encontró nada.
- Dime...
- No.
- Vamos, dime ... -los ojos de él se fijaron en los de ella. Pero estaban vacíos, ausentes.
- No. No me gusta jugar sola. -Ella lo miró, seria.
- ¿Qué? -el levantó una mano, tratando de protegerse de la lluvia que caía cada vez más fuerte.
- No soy tonta. Pregunta cuando de verdad quieras saber - ella volvió a mirar al cielo negro.
- Vamos, ¡dime!- él trató de agarrarle un brazo, pero ella se retiró justo a tiempo.
- No - ella bajó los ojos al suelo. Se dio la vuelta y corrió rápida al coche. Ni siquiera se despidió. No hacia falta.
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