Una forma diferente de mirar el mundo...

Cerramos con postigos las ventanas de nuestras mentes.
Encerramos y sometimos a los pensamientos de mil formas diferentes.
Y ellos encontraron una alternativa para brotar libres.-

martes, 24 de agosto de 2010

IUS XI

- "Cortos los caminos que conducen al infierno" -una voz ebria me despierta. Me duele la cabeza, la toco y compruebo que está llena de sangre ya seca. A mi alrededor apenas hay luz, pero mis ojos están acostumbrados a trabajar en espacios que carecen de ella. Eso no me pone nervioso, pero el hedor que me rodea me da nauseas.
- ¡Por fin! -la voz de Bernardo hace que me reconforte, pero al recordarlo con el arco recién disparado, mis rodillas tiemblas -pensé que estabas muerto -justo a mi lado Gonzalo está despierto, acurrucado en una esquina, con la cabeza entre sus manos.
- ¿Dónde....-mis ojos miran alrededor buscando la cabellera rojiza de la mujer que ahora sé que se llama Isabel.
- ¿Dónde está Isabel? -Bernardo ríe - Huyó con la misma rapidez que lo hubiese hecho su perra -no se atreve a mirarme, pero se ríe de una forma extraña y sórdida.- Me matará en cuanto me encuentre, así que casi prefiero estar aquí.
- ¿Por qué mataste al animal? Si no lo hubiese hecho probablemente no estaríamos aquí -mi voz retumba dentro de mi cabeza.
- Pensé que sería justo al contrario. Cualquier que hubiese estado siguiéndonos lo habría tenido muy fácil ¿no crees? -no puedo negar esa evidencia, pero mi cabeza formula una pregunta que tardo rato en escuchar.
-¿Cómo sabías que nos seguían? Dormías cuando ella me lo dijo -lo miro fijamente, vuelve a reír.
-¿Dormir con Isabel a mi lado? Imposible. Es probable que respete la vida de la reina, pero no la mía... en cierta manera me culpa -lo miro expectante, Bernardo se calla. Gonzalo parece estar aturdido y ajeno a nuestra conversación, pero sospecho que el silencio de Bernardo se debe a su presencia.
- ¿Estás bien? -me acerco a Gonzalo, la herida de su brazo parece estar mucho mejor, puede moverlo. Dios me perdone, pero las hierbas que Isabel ha aplicado en su brazo han funcionado.
-No -Gonzalo me mira -el duque me matará apenas me vea. Yo estaba a su servicio y ahora.... ¡maldito el día en que se nos ocurrió aceptar vuestra oferta! -mira a Bernardo con ira.
-"Corto es el camino que conduce al infierno" -otra vez esa voz ebria. Me pongo en pie y busco, la oscuridad ya no tiene secretos para mí... estamos en las mazmorras de un palacio, de eso estoy seguro, y justo al fondo se insinúa tímida la figura de un hombre. La voz proviene de él y yo me acerco - "Cortas las veredas para perderse dentro de el" -el hombre sigue tratando de entonar una canción.... el olor se hace cada vez más repugnante y la suciedad que cubre a ese ser me hace temer que no sea humano - "Corto es el destino y la vida del que sirve" -al presentirme, su voz cesa - ¿Me traes vino? -trata de alzar la vista, pero apenas puede sostener la cabeza sobre sus hombros.
-No, soy el hermano Pablo. Me han traído a estas mazmorras, aún ignoro la razón.... ¿dónde estamos buen hombre? -una risa ahogada me sorprende. El hombre abre una boca sin dientes y creo que voy a desmayarme a causa del mal olor que emana.
- ¿Buen hombre? No, hermano, yo no soy un buen hombre. Soy un demonio. Quizás me ahorquen mañana, o tal vez lo hagan pasado....estás en el castillo del duque Víctor y yo soy uno de sus presos -el hombre parece animarse y estar sediento de compañía y conversación.
- ¡El duque Víctor! -Bernardo se sorprende y trata de acercarse, pero yo le detengo.
-¿Cuántos sois? - el hombre parece más arisco al darse cuenta de que no estoy solo.
-Somos tres -trato de acercarme más, pero mis escrúpulos me lo impiden -yo soy el hermano Pablo y vengo en compañía de Bernardo, un hombre de la reina y de Gonzalo, un caballero sin señor -sonrío al pensar en mi presentación. El hombre duda, pero su sed de compañía es muy intensa.
- Un hombre de la reina ¡ojalá lo ahorquen antes que a mí! -el hombre vuelve a reírse, creo que voy a vomitar... pero le pido a Dios que me de fuerzas-
-¿Cuánto tiempo llevas aquí? -mi voz tiembla.
-Hace tiempo que perdí la cuenta. Cuándo aún la llevaba conté dos años desde mi encierro -el hombre suspira - ¡si dios existiese, hermano, me habrían matado el primer día!
-Es extraño que no lo hayan hecho -la voz de Bernardo suena a mis espaldas -el duque Víctor es conocido por no conservar a sus prisioneros demasiado tiempo...
- Pues a mí debe tenerme un cariño especial -el hombre se ríe con ganas - o al menos me lo tiene su madre...
- ¿Quieres decir la madre del duque? -mi voz trata de ser amistosa.
- Si, esa bruja. Es la que ha decidido perpetuar mi cautiverio hasta la eternidad..."largo es el camino que conduce al infierno" ¡ja! -el hombre parece sollozar.
-Si la llamaste bruja no me extraña que no te dejen salir -Bernardo se acerca cada vez más.
-No, no hablo con ella. -el hombre parece recobrar la cordura - Pero todo el mundo sabe que es una bruja. Consulta el destino en las vísceras de los animales, conoce todos los sortilegios del viejo mundo y dicen que solo se alimenta de la sangre de los adversarios de su hijo -el hombre ríe -aunque por supuesto, yo no creo nada de eso...
- No, claro que no -la sola idea de imaginar que exista un ser así, me horroriza, miro a Bernardo pero él está tranquilo.
- Creo que está loca. Un día se plantó en la puerta de esta mazmorra y le dijo al duque que no me ejecutara, que un día le daría buen servicio... pero que no sabía cuál ni porqué -el hombre vuelve a sollozar. Su voz comienza a resultarme familiar. Debe ser que llevo un rato escuchándolo.
-¿Pero... cuál fue tu delito? -Gonzalo también se ha acercado.
- Entré en este palacio con la firme intención de matar al duque, señor -el hombre trata de mirarnos, pero no puede. Su voz se ha vuelto más firme y pausada. Mi mente se invade del sonido de esa voz, esa voz que me distrae, que me recuerda....-fue una mañana, ¡pedí audiencia con él y... me la concedieron! -puede que sea algún viejo conocido del monasterio. Por allí han pasado soldados, barberos, labradores, comerciantes....-yo pertenezco a una aldea perdida en la zona sur del país -pescadores, maleantes, enfermos, ladrones...- yo vivía en aquella aldea, que pertenece a este ducado, pues como bien sabéis somos esclavos de las tierras que labramos -el hombre se ríe, su voz pertenece a alguien sepultado en lo más profundo de mi memoria - tenía un par de hijos y una mujer.Pero un buen día me llamaron para servir en el ejército del duque "debes acudir a su llamada, o morirás" ¿Soldado yo? -la risa del hombre me devuelve a las mañanas de cuando yo era niño - Si, me hicieron soldado, soldado para librar una batalla en nombre de dios ¡maldito dios, yo lo maldigo! -su risa me atormenta, pero no puedo articular palabra, recuerdo aquella casa - y yo regresé de la cruzada para imponer un dios en el que no creo pero ¿quién me devuelve a mis hijos? -la voz de Jesús el Trenzador se me clava en el alma, al igual que lo hizo el último aullido de la loba.
- ¿Jesús? - apenas me sale la voz del cuerpo.
- ¿Cómo sabes mi nombre? -mi llamada ha detenido los sollozos de Jesús, el trenzador de mi aldea. Labraba la tierra y trenzaba los juncos de la ribera de nuestro río, con tal maestría que era conocido por ese nombre en toda la comarca.
-Soy yo... soy Pablo, el sobrino de....-no me he dado cuenta, pero estoy de rodillas frente a Jesús y él ha conseguido erguir su cuello y mirarme a los ojos. Es cuando me doy cuenta de que lo han cegado y que no puede ver.
-¡Pablo! El niño al que le gustaba escuchar mis historias de la guerra, del oriente, como tú las llamabas -un esbozo de sonrisa surca el rostro de Jesús.
-¡Si! -mis lágrimas me impiden hablar con claridad.
- ¿Y se puede saber cómo te has metido a monje? ¿es que no te he enseñado nada? -Jesús ríe.
-Jesús ¡íbamos en tu busca! -me siento a su lado y cojo sus manos -hace unos días una mujer apareció en el monasterio con unos símbolos tatuados en su hombro. Pude reconocer uno, uno en forma de luna y me acordé de que tú sabías interpretarlos...
-¡Imbécil! -una voz de mujer nos interrumpe. - Te dije que no debías hacerle daño, pero tú lo cegaste. ¡Maldito idiota! -mis ojos atraviesan los barrotes de la mazmorra y observo a una mujer canosa acompañada de un hombre fornido y alto -¡Este es el hombre que podía interpretar los símbolos! -su dedo señala a Jesús el Trenzador, pero él no puede ver nada....

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