Una forma diferente de mirar el mundo...

Cerramos con postigos las ventanas de nuestras mentes.
Encerramos y sometimos a los pensamientos de mil formas diferentes.
Y ellos encontraron una alternativa para brotar libres.-

lunes, 3 de enero de 2011

TE QUIERO

Lucho contra las ganas que me entran de deshacerme de los brazos que me sujetan. Quiero correr y entrar en la habitación en la que estás. Quiero verte, necesito verte. Quiero verte, verte y gritarle a todo el mundo que lo que dicen es mentira...

- Te ha llamado Loles -mi madre está en la cocina y yo estoy en la habitación de arriba. He venido a coger algunas cosas, llevo unos días que no paro - Me ha dicho que no era importante, era solo para ver como te ha ido el verano.

Ni siquiera le contesto a mi madre. Tengo muchas ganas de llamarte y que me cuentes tu viaje por toda Europa. Ya estabas emocionada antes de irte, has preparado este viaje durante meses.
Pero no te llamo. No aún. Tengo que ir a mi casa nueva, tengo que colgar unas cortinas que me traen por la calle de la amargura. Los días se me quedan cortos y caigo rendida todas las noches. Tengo que llamarte pero antes de hacerlo quiero tener la casa decente para que la veas. Mi casa nueva, esa casa en la que ya te imagino tomándote un café y hablando conmigo.

Eres luz, Loles. Eres esa luz que se cuela en todo el mundo que tiene la suerte de conocerte. Cerca de ti no existe ningún problema, a todos les pones nombre y los solucionas con una facilidad que a veces asusta.
No tienes miedo, niña. No le temes a nada. Junto a ti mis miedos se desvanecen. Has vivido conmigo el peor año de mi vida y me has sostenido con la fuerza que a mi me faltaba.
Te quiero, Loles. Te quiero mucho, amiga.
Y después de la pesadilla, cuando las cosas empezaban a ir mejor, comenzó tu calvario. Recuerdo la tarde en que me llamaste: "Hoy no puedo ir a ensayar. Mi padre se ha muerto". Me quedé helada, no supe ni que decirte. Pero te levantaste enseguida: "por mi madre, por mi hermana". También recuerdo todas las conversaciones que tuvimos después y en algunas, después de horas y horas hablando, me confesabas cuánto le echabas de menos: "sobre todo su olor".
Pisas tan fuerte que junto a ti es imposible sentir que el suelo se mueve. Me llevas de la mano atravesando los meses que junto a ti se convierten en días.
Te recuerdo preciosa, la más bonita de todas con ese vestido rojo que llevaste el día de mi boda. Lo preparaste con tanto cariño todo que es imposible no acordarse. Estabas espléndida y yo estaba muy orgullosa de mi niña, de mi Loles.
Tengo que llamarte. Quizás mañana cuando consiga colgar las dichosas cortinas de mi casa nueva. Quiero que veas como ha quedado todo.

Y luego, dos días después, lucho contra las ganas que me entran de deshacerme de los brazos que me sujetan. Quiero correr y entrar en la habitación en la que estás. Quiero verte, necesito verte. Quiero verte, verte y gritarle a todo el mundo que lo que dicen es mentira...

La pobre Adela no se atrevió a darme la noticia. Se la dio a Edu. Recuerdo sus palabras bruscas, directas, partiéndome el alma y dejándome sin respiración, como si me hubiesen pegado: "Loles ha muerto". No. No, no, no, no. Es mentira. No es verdad. No es cierto. Es imposible.
Al principio pensé que me engañaban, que se habían confundido. Luego pensé que se habían equivocado. En el cementerio tuve que leer el periódico varias veces. Tus iniciales, tu edad, los datos del accidente. Y aún así, no me lo creía.
Necesitaba correr y entrar en la habitación en la que estabas. Quería verte, necesitaba verte. Verte y gritarle a todo el mundo que me mentían.... pero no lo hice en parte porque me sujetaban y en parte porque sabía que todo era verdad.

Ya no voy a volver a verte. Al principio lo esperaba a todas horas. Esperaba verte en cualquier lugar, en cualquier momento. Espera escuchar tu voz. Iba por la calle y creía verte. A veces incluso tenía que pararme unos instantes para comprender que no eras tú. Ya no voy a verte.
Y la llamada que no te hice me dolía a cada instante. Me consumía pensando en todo lo que te hubiese dicho y lo que tú me habrías contado. Esa llamada era la despedida que no había existido y que ya no existiría. Luego comprendí que para tu muerte no había despedida. Y aún así me duele esa llamada que no te hice.

Han pasado ocho años, amiga. Y no hay un solo día en que no te recuerde. Desde entonces miro al cielo con frecuencia. Allí hay estrellas, que son luz, como tú y en alguna de ellas te encuentro. Desde entonces te lo he dicho mil veces, pero ahí va otra amiga: te quiero.

No hay comentarios: