Una forma diferente de mirar el mundo...

Cerramos con postigos las ventanas de nuestras mentes.
Encerramos y sometimos a los pensamientos de mil formas diferentes.
Y ellos encontraron una alternativa para brotar libres.-

lunes, 29 de agosto de 2011

TABLAS

Tablas es el nombre que recibe un final en empate en el juego del ajedrez.



- Aún no entiendo como lo has hecho - tres jugadas después de haber amenazado a mi reina, la he sorprendido y sigo en la batalla. Sus ojos están llenos de rabia y admiración. Me mira tratando de robar mis pensamientos. A veces creo que lo consigue.




- Deberías mostrar más alegría, has conseguido lo que querías: que moviese ficha - apoya su barbilla en la mano y me mira lleno de alegría. El calor de sus ojos consigue transportarme a las noches que compartíamos en el campo de batalla. Jamás he sido tan feliz y me he sentido tan segura como cuando nos refugiábamos en la misma tienda en plena contienda. El lamento de los soldados que agonizaban, los ruidos del fragor de la guerra, el olor de la sangre y el fuego que presagiaba desgracias se diluían cuando pasaba sus brazos por mi hombro. Me sentía a salvo, me sentía fuerte. -Estoy jugando como a ti te gusta - bueno, eso no es del todo cierto. Me encantaría que salvase esa distancia que aún le separa de mí. Sería feliz si por un momento acelerase el transcurso de este destino que nos une. Los dos sabemos que nos pertenecemos, y esta espera no hace sino robarnos nuestros propios instantes.




- Sigues siendo lento -me sonríe con cierta tristeza. Pero no sé cómo explicarle que a veces no sé qué decirle. Me resultaba fácil en la batalla, rodeado de mis soldados, embriagado del aroma del combate... era fácil abrir la entrada de su tienda, abrazarla para darle calor y ánimo y mostrarle todo aquello que yo conocía. Allí era fácil. Pero cuando el conflicto comenzó a amainar, ya no supe cómo hacerlo. Presiento en sus ojos que ella me pertenece. Que es tan mía como yo soy suyo, pero este maldito silencio huérfano del combate, me impide encontrar el camino para llegar a ella. Aunque la tengo frente a mí. A veces comprendo que me alientan sus ojos, su boca, sus risas y sus palabras. Pero luego se calla. -Muy lento. Demasiado lento -sus ojos se han clavado en mí. Pero no los baja como suele hacerlo.




-Quiero disfrutar de esta partida, pues no sé cuándo llegará la siguiente - Sigo mirándole a los ojos, hoy no pienso retirarlos hasta conseguir una respuesta. Tras la caída de la reina compartimos años de una guerra que amenazaba con ser infinita. Pero llegó el fin y con él se desvaneció la esperanza de tenerle cerca. Y cuando creí que iba a perder el juicio, me llegó su primera nota. Me invitaba a jugar una partida de ajedrez, para rememorar viejos tiempos... Hice el camino gustosa y compartí con él aquella noche como si fuese la primera. Pero el alba volvió a rompernos y sentenciarnos a una nueva espera - Ya pronto será de día.




-¡Mueve! -su mano alcanza la mía y la oprime con firmeza. Sus ojos no se separan de los míos y juraría que va a llorar. Jamás la he visto hacerlo. Nunca. Pero juraría que por sus ojos comienzan a derramarse las lágrimas. Y la distancia que me separa de ella parece diluirse por momentos. Tengo ganas de romper esta partida, de tirar el tablero, de atraerla a mis brazos y mantenerla conmigo para siempre. Pero de repente se levanta y se dirige a la ventana. - Ya despunta el día, tenías razón. -Su voz se quiebra. -Hemos vuelto a quedar en tablas.... así que supongo que volveremos a vernos antes de que transcurra un año...




-Esta vez no -me sorprende el sonido de su voz y me giro... y sus labios sentencian sin palabras esta partida que amenazaba con ser infinita.

domingo, 28 de agosto de 2011

JAQUE A LA REINA

Un jaque es una amenaza inmediata de capturar al rey. Esta amenaza ocasionalmente también se ha usado en el ajedrez para la amenaza inmediata a la reina, como "Jaque a la reina", aunque generalmente no se menciona este ultimo jaque y varía si se ha de mencionar o no según el reglamento seguido.







- ¿Recuerdas? -su mano se levanta, exigiéndome silencio. Es tu táctica favorita para no mover ficha. Acepto y me siento. - Siempre que escucho el cambio de guardia recuerdo la noche que apresaron a la reina.




- ¿Apresaron? -me sonríe. Vuelve a levantarse para servirse otra copa de vino. Ríe. Se sienta, pasea su mirada por el tablero y me mira. Está realmente hermosa esta noche -Yo diría que más bien se la entregamos. No debimos esperar tanto -vuelve a reírse.




-No había señales de ataque evidentes. Nos pillaron por sorpresa -he conseguido ponerlo nervioso. Retira el mechón de pelo que se le ha caído sobre la cara con vehemencia y me mira directamente a los ojos. Su profundidad vuelve a quitarme el aliento. Desvío la mirada. Huelo su embestida y presiento la tormenta. -Lo indicado era esperar.




-Ya sabes lo que opino. Cuando tu enemigo espera... ¡ataca! -se ha bebido la copa de vino de un trago. El color tiñe sus mejillas blancas, se muerde el labio. Noto su impaciencia. Los recuerdos nublan mi mente y me llevan a la noche en la que cayó la reina.




- Hubiésemos perdido a todo nuestro ejército esa misma noche. - Mira hacia otro lado, se levanta y se dirige a la ventana. Mira la luna. Suele hacerlo cuando le acechan las dudas. Y sé que duda. Sé que sabe que aquella noche cometió un error. Pero jamás lo confesará.




- Hubiésemos perdido a parte del ejército y hubiésemos ganado la guerra - se dirige hacia mí. Ni siquiera mira esta luna que invade la noche testigo de nuestras jugadas. No le hace falta, trata de buscarme, pero no me va a encontrar. Paciencia.




- Es demasiado arriesgado aventurar eso. Nunca lo sabremos ¿no crees? -deja de mirar por la ventana y clava en mí una mirada llena de burla. Me deja sola frente a la ventana y regresa a la mesa. Jaque. Pero aún queda mucha noche.




- Bueno, te recuerdo que te dije con bastante exactitud todo lo que iba a pasar.... justo la noche antes de que rindiésemos a nuestra reina -noto como mis palabras penetran en su conciencia. Ha tratado de resistirse, pero vuelve a estar nervioso. Pasa sus dos manos por el pelo.




- Dijiste muchas cosas -ha logrado su objetivo. Una vez más ha conseguido que no preste atención al juego. Ahora solo puedo pensar en aquella noche...aquella maldita noche. Supongo que fue pura casualidad pero ella me dijo punto por punto lo que iba a suceder. Pero...¿cómo hacerle caso? Era un general joven e inexperto... ¡una mujer!




- Y no escuchaste ninguna.- Se ha puesto tenso. Su mandíbula se endurece y puedo notar la opresión de sus remordimientos. Silencio. Ya he tenido suficiente por ahora.




- No -Y desde entonces no he dejado de escucharla. Vuelve a sonreír, ahora una mirada de placer acompaña a la curva de sus labios.... pero no me mira a mí, mira el tablero. Presiento la causa.




-Querido, ¡jaque a la reina!

viernes, 26 de agosto de 2011

EL ENROQUE


El enroque es una jugada especial dentro del ajedrez, se realiza con el rey y una torre. Es el único movimiento donde se pueden mover dos piezas simultáneamente... y puede hacerse siempre y cuando ambas piezas (rey y torre) se encuentren en sus posiciones iniciales.


- Hace frío - ella llega cubierta de su inseparable gabán negro. Su pelo es más claro que la última vez que nos vimos, pero cae alborotado alrededor de su cara pálida, iluminada por esos grandes ojos que me miran sin ver... o que ven más de lo que parecen observar. Abro mis brazos para recibirla - ¡Por fin un poco de calor en esta noche! -se abraza a mí y sé que está sonriendo.

- Espero que hayas tenido un buen viaje -me ha abrazado con fuerza, tal como suele hacerlo. Va vestido de oscuro, tal y como acostumbra y estoy segura de que justo cuando mi cabeza está reposando en su pecho, ha contenido la respiración. Permanezco en sus brazos un minuto más. No me gusta separarme de él.

- Bueno, este maldito frío no ayuda demasiado. Pero he llegado sana y salva. Y justo a tiempo, por lo que veo -se separa de mis brazos causándome un dolor que trasciende lo físico. La miro. Sigue tan hermosa como la primera vez que penetró en la sala de audiencias de este oscuro palacio. Iluminó estas estancias sombrías que vuelven a quedarse sin luz cuando ella se marcha. Le tiendo una copa de vino -Gracias ¡justo lo que necesito para entrar en calor! ¿Me acompañas?

-¿Alguna vez he dejado de hacerlo?-Sé que se ríe mientras me dirijo a servirle su copa de vino. Beberemos hasta decir más de lo que debemos y mañana él no recordará nada. O hará como que no lo recuerda. Ya no estoy segura. Pero sigo acudiendo cada vez que me reclama con la esperanza de que este licor caldee sus manos, esas manos que restituyen el calor a este corazón congelado. - Siéntate. ¿Estás segura de que no deseas las blancas?

-Segura -Sus ojos se clavan en los míos. Sus ojos me consumen, me perturban, me llenan. Desvío la mirada. -Llevamos años jugando y sólo te he puesto una condición ...

-Y siempre la he cumplido. Tuya es la dama negra ¡y todo su séquito! -Me mira, como si quisiera descifrar todo lo que no puedo decirle. Aún no estoy segura de si quiere oír...

-Vamos ¡empecemos! La noche corre más rápida que tus pensamientos -Me indica con su mano que tome asiento y lo hago rozando con mi pierna derecha el gabán negro que cubre todo su cuerpo. Pronto ella se deslizará sobre su silla y apoyará su pierna contra la mía. Anhelo ese instante.

- No seas impaciente -Su sonrisa me desarma. Ahora junta las manos tratando de sumergirse en sus cavilaciones. Aún recuerdo la primera vez que le vi. Entré en este palacio con una misión clara: gobernar el ejército del sur de un reino sumergido en una batalla que lleva perdiéndose desde hacía siglos. Ese día debía encontrarme con el general que dirigiría la estrategia del ejército del norte... y entonces le vi a él. Y mi corazón dio un vuelco.

- ¿Moverás antes de que se consuma esta noche? -Su pierna ya se ha derramado sigilosa sobre la mía. Su contacto me hace recordar nuestra primera partida. Debatimos sin tregua una noche entera. Me perturbó que mi rey eligiese como general del ejército del sur a una mujer. Fue un hecho sin precedentes. Y pasada la noche aún seguíamos sin ponernos de acuerdo... y le propuse tomar una decisión ayudándonos del ajedrez. Ella consintió. Solo exigió jugar con las negras y yo se las cedí sin dudarlo. -Ya lo sé... espera. Siempre espera.

- Quién espera es capaz de lograr cualquier cosa-Vuelve a sonreírme y apura el primer vaso de vino. Me levanto para servirle más. Siempre ha sido así. La brisa de esta noche gélida evoca en mí el siguiente recuerdo. Nuestra primera noche. Nuestra primera partida. Exigí jugar con las negras. Tardó en efectuar el primer movimiento todo el tiempo que duró aquella noche. Y a mis muestras de impaciencia respondió con un sencillo "quién espera es capaz de lograr cualquier cosa".

-Incluso es capaz de morir en el intento -Se ríe mientras me sirve la segunda copa de vino. La deja en la mesa y se desabrocha el gabán negro. Bajo él viste una sencilla túnica de color burdeos. Mis pensamientos se sumergen en nuestra memoria. No dejó que terminásemos nuestra primera partida. Tiró todas las piezas e incluso el tablero. Aún recuerdo su pelo alborotado y sus ojos llenos de rabia.

-¿Vas a tirar hoy las fichas?-Su mano toma la mía y sus dedos se enlazan en los míos. Sonríe. Mueve. Hemos jugado tantas veces que me resultará demasiado fácil predecir su estrategia. ¿Qué importa? Desde hace ya mucho tiempo estamos jugando a otra cosa.

-No -Me mira. ¡Si supiera a ciencia cierta qué quiere decirme!

-¿No? - Me mira. ¿Acaso no sabe qué quiero decirle? La primera noche sentí como nos consumía la necesidad de poseernos pero estábamos rodeados de todo un palacio repleto de gente. Ahora estamos solos. Llevamos mucho tiempo solos ¿es que no se da cuenta?

- Te toca mover. Y te recomiendo que no esperes. Actúa. ¿Qué puedes perder por intentarlo? -Sus ojos me alientan. Esta noche fría acrecienta el deseo de tenerla cerca pero...

- Espera -Sus ojos ya no sonríen. Y no sé si comprende que yo ya he jugado. Ya he movido. Ahora le toca a él. No puedo jugar esta partida sola.

-No quiero que esperes ¡mueve!

LA REALIDAD

Hasta hace un par de días no me había parado a vivir la letra. Y ahora llevo dos días sin saber porqué me hace llorar. Pero me hace llorar.

"Agazapado espero como un alacrán,
bajo las piedras escondido.
Porque a la vida era lo único que le da sentido.

Acostumbrado a escapar de la realidad,
perdí el sentido del camino,
y envejecí 100 años mas de tanto andar
perdido.
Y me busco en la memoria el rincón
donde perdí la razon,
y la encuentro donde se me perdió
cuando dijiste que no.

Me hice un barquito de papel para irte a ver,
se hundió por culpa del rocío.
No me preguntes cómo vamos a cruzar el río.

Y rebusco en la memoria el rincón
donde perdí la razon,
y la encuentro donde se me perdió
cuando dijiste que no.

Sin ser, me vuelvo duro como una roca
si no puedo acercarme ni oír
los versos que me dicta esa boca.
Y ahora que ya no hay nada, ni dar
la parte de dar que a mí me toca,
por eso no he dejado de andar.

Buscando mi destino,
viviendo en diferido
sin ser, ni oír, ni dar.
Y a cobro revertido
quisiera hablar contigo,
y así sintonizar.

Para contarte
que quisiera ser un perro y olisquearte.
Vivir como animal que no se altera
tumbado al sol lamiéndose la breva.
Sin la necesidad de preguntarse
si vengativos dioses nos condenarán.
Si por Tutatis
el cielo sobre nuestras cabezas caerá.

Buscando mi destino,
viviendo en diferido
sin ser, ni oír, ni dar.
Y a cobro revertido
quisiera hablar contigo,
y así sintonizar."



martes, 23 de agosto de 2011

LILA

Algún día, Lila será un precioso corto. Mientras se hace o no realidad, queda escrito como un relato.

El Brahman es plenitud absoluta, y decir que el Brahman tiene algún propósito en crear el mundo significaría que mediante el proceso de creación querría lograr algo que no tiene. Y eso es imposible. El Brahman no puede tener un propósito al crear el mundo. El mundo es una mera creación espontánea de Brahman. Es un lila, un juego del Brahman. Se crea de la dicha, por la dicha y para la dicha. Lila indica una actividad lúdica espontánea del Brahman, a diferencia del esfuerzo volitivo consciente. El concepto de lila implica libertad y no necesidad.
Ram Shanker Misra





Recorro nervioso la distancia que me separa de ella. Se mueve ágil, rompiendo el aire que la oprime, apartando de su piel esta brisa de otoño. Saco mi libreta y me acomodo tras una esquina, para que no me vea. Anoto: Lila 534. 534 son los pasos que Lila ha dado en esta mañana. Los he contado todos, uno por uno. Estoy seguro de que no me he equivocado. Lila se para, alza su mano y acaricia con devoción un objeto que no logro ver. Mi mirada pertenece a Lila y resbala hacia sus piernas cubiertas por un pantalón, pero yo las recuerdo adornadas por gasas que se mecen al compás del aire negro. Negro de noche. Mis ojos recorren su cuerpo y mi mente evoca nuestros recuerdos. Recuerdos de cuando Lila fue mía.


Lila danza sobre una mesa. Está rodeada de nada. La luz de la luna hace brillar las cuentas que la adornan pues Lila va vestida para el baile. Danza para mí, solo para mí. Yo la observo. Sus caderas se mecen al compás de una cítara invisible. Solo podemos oírla yo y Lila. Un violín nervioso se derrama en mis recuerdos y las muñecas de Lila danzan rompiendo el aire de esa noche de verano. Huelo a jazmín, Lila huele a jazmín. Su pelo juega nervioso en mis recuerdos y me envuelve. No dejo de mirarla y los ojos de Lila penetran mi alma con la fuerza de todos los elementos que componen este mundo. Lila ordena, yo obedezco. Me levanto y voy hacia ella. La rodeo con mis brazos, y Lila no deja de danzar. Es alta y delgada, como los juncos, pero en mis brazos parece una muñeca. Lila danza, danza solo para mí. Me rodea y ejecuta perfecta esos pasos que me fascinan. No deja de mirarme. Lila nunca deja de mirarme. Las hermosas manos de Lila toman las mías. Y ríe, Lila se ríe. Lila me ríe.


La risa de Lila me trae al presente. Anoto en mi libreta: Lila 539. Ha dado cuatro pasos y ha descubierto algo en esa pequeña tienda que le ha provocado una sonara carcajada. Y Lila ya no es mi pequeña Lila. Es un ser desconocido que se ofrece generoso a todas las miradas. Pero es que Lila es mía, o al menos era mía. ¿Cuándo te perdiste, Lila? ¿Cuándo dejaste de ser mía? Mírame Lila, ¡vuelve a mirarme!. Vuelve a ser mía, yo nunca he dejado de pertenecerte. Un hombre se acerca, yo trato de ocultarme más en este recodo... El hombre besa a Lila y esa imagen hace que vuelvan a brotar mis recuerdos.


Lila está sobre la mesa y yo estoy sobre ella. Su danza ha terminado y ahora Lila va a ser mía. Totalmente mía. Sobre la mesa. Sobre la mesa en la que Lila danzaba. Sentada me rodea con sus piernas y yo tomo entre mis manos su cara, su hermosa cara. Lila me mira y yo me aproximo lentamente para ofrecerle el primer beso de esta noche de verano.


Debo anotar un nuevo movimiento de Lila, pero la rabia me paraliza. Ese hombre ha besado a Lila y ella lo ha mirado como solía mirarme a mí. ¡Lila! ¿Cuándo dejaste de ser mía? Cierro los ojos y recuerdo la última noche en que me dirigí a sus aposentos. Una voz extraña frenó mi impaciencia por verla de nuevo:


- "No te molestes, no va a volver" -recuerdo la cara pálida y pintada de aquella mujer. -"La muy cabrona ha tenido suerte, su amigo la ha retirado" - su risa estridente, sus dientes amarillos. Recuerdo que la miré sin comprender y que ella se acercó - "pero yo puedo servirte igual y por mucho menos dinero"- La mujer gritó cuando la empujé, pero ya todo me dió igual. Ni siquiera recuerdo el tiempo que pasó hasta que te encontré. Recuedo que te perdí en verano y que hoy es otoño...


Vuelvo a mirarte Lila. Solo unos pasos nos separan. Ese hombre que te ha besado se ha alejado lo suficiente como para permitirnos un breve encuentro. Me tiemblan las piernas. Tiro mi libreta. Ya no necesito contar los pasos que nos separan. Voy a recobrarte. Hoy vas a volver a ser mía. Recorro rápido el tiempo que nos separa. Borro el espacio que me impide tenerte y me pongo tras de tí. Mis manos te cogen con violencia. Te vuelves asustada. Tus ojos me miran sin verme. Tienes miedo, pero eso solo acrecienta mi excitación. Te robo un beso con violencia, con la misma fuerza que empleo en clavarte el cuchillo que te permitirá ser eterna para mí, eterna en este beso que te hará de nuevo mía. Mía para siempre, Lila. Mía.








domingo, 21 de agosto de 2011

NOCHE

Un fragmento de "Noche". Pertenece al segundo acto, para mí es uno de los momentos más intensos. Estrenaremos el 14 de enero y justo ahora estoy estudiándolo un rato...

La luz comienza a hacerse fuerte, mostrando la silla ocupada por la Reina que mira sin ver. Justo a su derecha, de espaldas al público y casi en el fondo de la escena, hay un hombre. Es el Rey. Viste una túnica de colores ocres. La Reina lleva el pelo suelto.

REINA: Cierra la ventana.
REY: ¿Por qué?
REINA: Porque puede que se cuele ese día que no existe. Y entonces es posible que recuerde.
REY: Mira, es una noche hermosa.
REINA: Quiero un rato de silencio. La cabeza me arde con los gritos de ese tumulto.
REY: Yo no escucho nada.
La Reina se levanta y se dirige hacia su izquierda. Toca uno de los pliegues de su túnica.
REINA: ¡Qué hermosa criatura que ilumina esta noche perpetua! –Le habla a la daga-.
REY: -Dirigiéndose hacia ella- ¿Qué dices?
REINA: Solo he recitado un pensamiento en alto. –Se lleva una mano al pecho. El Rey acude en su ayuda- Estoy bien, no te preocupes. Es esta noche que no cesa y me consume. Se me ha pegado como una segunda piel.
REY: Es noche. Hermosa noche. Noche que cobija a los amantes –el Rey abraza a la Reina y la acaricia. Sus manos recorren el cuerpo de la mujer con urgencia- Y nuestro lecho está vacío, reclamando nuestros cuerpos –besa su cuello.
REINA: Tan vacio como nuestro trono –las palabras de la Reina paralizan el deseo del Rey.
REY: Los tronos nunca permanecen vacios.
REINA: Pero yo soy su dueña y mi deber es otorgarle un heredero.
REY: ¡Por qué te torturas!- violento e indignado se levanta y se enfrenta a la Reina- Tú deseo es tan inútil como imposible –la mira unos instantes y se dispone a abandonar la escena. Pero la Reina lo retiene, abrazándolo por detrás.
REINA: ¡No! No te marches de mi lado, no te vayas una vez más, no me abandones en esta noche. ¡Quédate conmigo! –Le obliga a darse la vuelta- No volveré a hablar de ese trono huérfano. ¡Es esta noche que me oprime el pecho y no me deja pensar! ¡Arráncamela, te lo suplico!
REY: La noche dará paso al día. Así es siempre.
REINA: Pero hace tiempo que no sucede. Y esta noche se ha instalado en mi cuerpo robándome el recuerdo de los días.
REY: Silencio –Cierra la boca de la Reina con un beso dulce-. Es noche y el amor nos reclama. ¿Recuerdas? –El Rey se dirige a la silla y se sienta a la vez que invita a la Reina a sentarse sobre él- A los días les faltaba tiempo para amarnos. –Recorre con sus manos las piernas de la mujer-. Me dolía tu ausencia.
REINA: Y a mí me duele la tuya.
REY: No existía mayor enemigo que el sueño que nos separaba y cuando caía rendido en sus brazos no existía mayor victoria que soñarte.
REINA: Y aún soñándote me dolías.
REY: Aún recuerdo los besos furtivos, la luna de plata alumbrando nuestros cuerpos desnudos, fatigados de tanto deseo. El tímido susurro de los árboles en invierno que no osaban molestarnos cuándo nos pertenecíamos.
REINA: Cuando eras mío.
REY: Cuando eras mía.
REINA: ¿Aún me amas?
REY: Nunca he dejarlo de hacerlo.
REINA: ¿Aunque ya no compartas mi lecho?
REY: Las distancias a veces son necesarias. Para que no me duela verte.
REINA: ¿Aún me amas?
REY: Si. Aunque amarte sea inútil.
REINA: -Se separa del Rey y vuele a tocar un pliegue de su túnica- ¡Ay, criatura hermosa que rasgas la noche! No serás caricia muda en el cuello de mi rey ¿lo has oído? Él me ama.
REY: -Acercándose- Te amo.
REINA: -Volviendo en sí y respondiendo al Rey- Entonces, ¡ayúdame a librarme de esta noche! Ha tomado mi pecho y no se va. ¡Libérame de esta noche! Corramos libres, por las praderas. Invadamos el aire con nuestro aroma, rompamos esta noche que amenaza con ser infinita. –Su voz se llena de alegría- Festejemos nuestro amor a cada paso –llena la cara del Rey de besos y le toma de la mano.
REY: ¡Espera! –Sonríe y frena la huida de la Reina- Es noche. –La Reina se frena.
REINA: ¡Siempre es noche! Pero los juncos de la ribera llevan siglos esperándonos. ¡Volvamos! Este lugar me asfixia.
REY: ¡No seas impaciente! El día siempre sucede a la noche.
REINA: Hace tiempo que eso no ocurre. Y ese trono me encadena.

Suena intenso el tañido de las tres campanas. La reina se paraliza. Cae al suelo petrificada y solloza. ¡No! –Se tapa los oídos.- ¡Haz que cese ese ruido!
REY: ¡Yo no oigo nada! –se acerca a la Reina.
REINA: ¡Tú nunca escuchas! –Se pone en pie y se miran durante unos instantes- Se ha perdido nuestra ribera y los juncos escupen plegarias a causa de nuestra ausencia. Se nos ha perdido esa luna que plateaba nuestros cuerpos desnudos. Pero tú no oyes porque nunca escuchas.
REY: Y sigo amándote, aunque sea una causa inútil. Aunque sea una batalla perdida, aunque mirándote…
LOS DOS: …no te vea.

sábado, 20 de agosto de 2011

CARICIAS

En estos últimos días me he acordado mucho de este monólogo. Creo que lo escribí hace una año y pico pero esta última semana lo he tenido demasiado presente. Se estrenó en Albolote el pasado 8 de marzo y lo interpretó Inma Zurita. Nunca dejó de llorar cada vez que lo ensayaba.


Sentir el aire en mi cara.
El aire frío del invierno me golpea con rabia y yo lloro de puro placer. Inspiro fuerte ese aire y me lleno de él. Mi ropa es más un recuerdo que una realidad y la manta que me cubre no puede defenderme del frío. Yo tampoco quiero evitarlo, quiero sentirlo todo.
Miro al cielo y veo que está amaneciendo. La luz pronto empezará a hacerse fuerte e intuyo que va a ser un día soleado.
Tengo que andar, tengo que andar por este camino lleno de piedras. Y no me importa que me corten los pies descalzos. Quiero llegar y no quiero llegar. Quiero llegar y gritarles a la cara y al mismo tiempo me gustaría haberme quedado dentro.
Mala hora para tener miramientos. Mala hora para ser una mujer. Las luces del teatro vuelven a mi memoria. Creo que representábamos “Mucho ruido y pocas nueces “ y yo era Beatriz. Estaba radiante con ese traje rojo coral que se me ceñía al cuerpo insinuando más de lo debido. Noto la ansiedad de cada representación, saboreo el minuto previo a salir y enfrentarse al público. Noto sus ojos posados en mí, el vello erizado, el frío y el calor, esa sensación de poder que te embarga cuando eres uno con tu personaje y, como no, la ovación final.




Frío, tengo frío en los pies. Apenas me noto los dedos pero he de seguir andando, he de llegar.
Luego al camerino a quitarme todo el maquillaje que me pesaba horrores en la cara. Y las flores, las felicitaciones y las muestras de admiración. Mi camerino era mi castillo particular. Sólo entraba Merche, mi ayudante, mi amiga, mi conciencia. Y algún que otro amigo cuando tenía ganas y me apetecía. Creo que se me van a romper todos los dientes que me quedan, aquellos que no me han saltado de un puñetazo bien dado. Pero todo va a terminar. Me estremezco y recuerdo la noche en la que recibí aquella nota. Mi furia “¿quién se ha creído que soy? ¿una puta?” y oigo la voz de Merche desgarrada por la desesperación “Niña, que más te da. Un ratico y lo olvidas todo. No puede ser tan malo”. Pero yo soy muy terca y sobre todo soy “libre, Merche, soy libre de decidir con quién me acuesto”. Y ese maldito general, coronel o lo que sea que fuese no encajó bien la respuesta. Luego fue tarde para suplicar, el muy cabrón no quiso escuchar a la pobre Merche que le ofreció el oro y el moro, sin mi consentimiento, claro. Una punzada de ansiedad invade mi cuerpo. Sé que al final, si las súplicas de Merche hubiesen tenido respuesta, lo habría hecho. Me habría acostado con él. El frío me congela la siguiente idea. Al final voy a agradecer que me hayan arrancado la ropa.
Avanzo notando la respiración de los dos muchachos en mi nuca. Ya no me miran. Tres meses en este antro me han convertido en una verdadera sombra de mí misma. Doy asco, lo sé. Eso de arrancarme parte del pelo por pura rabia no fue una buena idea. Pero ¿Qué más da? ¿Qué más me da todo?. Yo ando muy erguida ¿qué menos?. Ofreceré espectáculo hasta el último minuto. ¡Miradme! Soy yo, soy Amparo Gracia la mejor actriz que ha dado este país en los últimos 20 años. Puedo sentir el olor de mi traje rojo coral.
Creo que me hablan, pero yo no les escucho. Lanzo mi mente a otro lado, para mantenerla al margen, para salvar este instante y llevármelo conmigo. Ahora lo siento todo, el frío, la mañana que empieza, los sonidos, la luz, la voz de mi madre arrullándome con una nana, las caricias de Antonio … creo que me tocan pero no noto las manos.
Quiero mis recuerdos y llevármelos conmigo. Me lo habéis quitado todo. Me habéis dejado desnuda. Me hablan, pero no les oigo. No oigo el disparo. Pero noto como golpea mi cuerpo. Siento el frío, la mañana que empieza, la luz, la voz de mi madre arrullándome con una nana, las caricias de Antonio….y mi cuerpo vestido del rojo coral de mi sangre.

viernes, 19 de agosto de 2011

AMELIA


Música de violín. La cámara muestra una imagen borrosa, se va enfocando. Dos niñas pequeñas están sentadas, cuchicheando.
La niña más pequeña peina a una muñeca, la más grande mira, seria, hacia el interior de la habitación que la cámara insinúa aunque el espectador no ve. La cámara muestra parte de la habitación, pero todo ello reflejado en un espejo: una mujer y un hombre, abrazados con gesto preocupado. Otro hombre inclinado sobre la cama. En el interior de esa habitación suena el llanto de un niño y las voces apagadas de los adultos.
La niña más pequeña deja la muñeca y se vuelve hacia su hermana.
- ¿Qué ves? –la niña pequeña mira a la niña grande que arquea el cuello para ver mejor.
- Lo mismo, ya te lo he dicho.
- ¿Jugamos a la pelota?
- No. Papá ha dicho que no nos movamos de aquí. –la niña pequeña pone cara de miedo y coge la mano de la niña más grande. La cámara muestra el detalle de las manos entrelazadas. La niña grande aprieta la mano de su hermana. –No tengas miedo, si nos portamos bien seguro que no nos lleva.
- ¿Crees que tiene alas? –la niña pequeña mira a la niña grande, con los ojos muy abiertos.
- No.
- Cuéntame el cuento otra vez –la niña pequeña apoya su cabeza sobre la niña grande.
- Luego dirás que tienes miedo.
- No –la niña pequeña contesta sin mucha seguridad. Abraza a su muñeca.
La cámara se desenfoca y muestra otro lugar, otro tiempo. Una mujer yace enferma sobre el suelo. Su cara denota el cansancio, la tristeza y sobre todo mucho dolor. A sus pies restos de lo que acaba de ser un parto en el suelo de la cárcel. El llanto de un recién nacido provoca un gesto de desesperación. La mujer oculta su cabeza entre las manos.
La voz en off de la niña grande, ilustra las imágenes:
“papá dice que hace tiempo, a veces los bebés desaparecían. Cuando nacían, unas personas malas se los llevaban y sus mamás se quedaban sin ellos. Y una vez, a una mujer que se llamaba Amelia, le quitaron su bebé. Y la mujer se puso muy enferma, muy, muy enferma de tristeza. Nadie lograba consolarla y al final Amelia se murió de pena. Y papá dice que el alma de Amelia se pasea por las casas de los niños que están muy malitos y que cuando los niños no se curan, ella se los lleva. Por eso no debemos movernos, por si nos confunde”
El sonido del violín acompaña a la cámara que muestra de nuevo a las dos niñas. La mano de la pequeña aprieta muy, muy fuerte la mano de la grande. Se miran. De la habitación vuelve a surgir el llanto de un bebé. De repente cesa. Se escucha el gemido de una mujer y la voz de un hombre:
HOMBRE: Lo siento, he hecho todo lo posible…
Las dos niñas se miran. La pequeña se pone de rodillas y mira hacia la habitación.
-¿Qué ves? –le pregunta la hermana mayor -¿Lo mismo?

La cámara muestra lo que ve la niña, todo reflejado en un espejo: en la habitación una mujer llora desconsolada de rodillas, aferrándose a la cama. Un hombre trata de consolarla, otro mira muy serio. Ahora el espejo nos muestra la escena completa. En la cabecera de la cama, hay una mujer (Amelia), acaricia con sus manos al bebé que acaba de morir. De repente sus ojos se clavan en los de la niña e indica con el dedo que la pequeña guarde silencio.


"Amelia" ...

MEMORIA

Unos pies de mujer recorren la orilla de una playa. La cámara muestra el paseo de los pies, a través del agua y la arena. Debe mostrar una imagen en la que las huellas de los pies son borradas por el agua –metáfora del recuerdo que desaparece-.

Los pies se paran en un punto en concreto. Se juntan y se vuelven, haciendo entender que la mujer a la que pertenecen esos pies, está mirando a algún punto en la orilla.

La cámara muestra en la siguiente imagen a dos hombres sobre un acantilado, miran hacia el mismo punto en el que se ha parado la mujer, pero no hay nada. La cámara se acerca progresivamente a los hombres.

HOMBRE 1: Vuelve a explicármelo todo. No lo entiendo.
HOMBRE 2: (se vuelve violento hacia el hombre 1, lo coge del cuello) ¡No me jodas! Tus bromas no tienen gracia.
HOMBRE 1: (se deshace de las manos del hombre 2) ¡Sigues siendo un capullo! Ya te lo he dicho, no tengo ni idea de esa puta nota que te han enviado. Yo he recibido la misma (saca de su bolsillo un papel arrugado).
HOMBRE 2: ¡Joder! (se sienta en el suelo. Su cabeza entre las piernas, como ido) ¡Joder! (el hombre 1 se sienta junto a él. Enciende un cigarro y le ofrece, pero el hombre 2 lo rechaza; está nervioso, ha llorado. Se enjuga las lágrimas) ¿Cuánto tiempo ha pasado?
HOMBRE 1: Diez años. Hoy hace diez años. ¿Tú no te acuerdas?
HOMBRE 2: Vivo para olvidar.
HOMBRE 1: ¡Eres un cabrón con suerte! A mí me persigue de noche y de día. Puedo jurarte que la huelo. Puedo jurarte que este aire huele a ella. (El hombre 1 sigue fumando, la cámara muestra el humo. El hombre 2 se pone de pie, mira hacia abajo, hacia el mar).
HOMBRE 2: ¡Calla! (el hombre 2 se pone en pie, tira el cigarrillo y se ríe) Debí haberte matado.
HOMBRE 1: Vamos… no te cortes. Tienes experiencia (se ríe)
El HOMBRE 2 se abalanza sobre el HOMBRE 1. Está muy enfadado. La cámara debe mostrar una transición al pasado, pues cuando el hombre 2 se abalanza sobre el hombre 1 para tirarlo al suelo, lo que la cámara muestra una vez en el suelo es el hombre 2 sobre una mujer. El hombre 2 tiene mucha mejor cara, está contento. Acaricia el rostro de la mujer sobre la que ha caído. La mujer sonríe. Ambos se miran.
HOMBRE 2: Te.. te quiero (la cámara se recrea en la cara del hombre 2, totalmente embelesado. Besa la frente de la mujer. Ella se ríe y se incorpora. El hombre 2 se sienta y la mujer lo abraza por detrás. Apoya su cabeza en el hombro del hombre, que mira al mar). ¿Damos una vuelta por la orilla? (mira a la mujer)
MUJER: Sabes que no me gusta el mar. (Se sienta junto al hombre)
HOMBRE 2: ¿Ah, no? (hace cosquillas a la mujer)
MUJER: (riéndose) ¡Para! Sabes que me da miedo.
HOMBRE 2: ¿miedo?
MUJER: (acercándose mucho al hombre, susurrándole casi al oído) No… no sé explicártelo, pero desde pequeña tengo la sensación de que moriré en el mar... (la mujer se queda en silencio, incómoda, asustada. El hombre la abraza)
HOMBRE 2: ¡Vamos, no seas tonta! (le da un beso, ella sonríe. Suena el teléfono del hombre) ¡Joder! Perdona…
La cámara vuelve a la actualidad. El lugar de la mujer lo ocupa el hombre 1, con una buena herida en el labio y el ojo hinchado. El hombre 2 está alejándose, justo como en la escena anterior.
HOMBRE 1: (riéndose, mientras se limpia la sangre) Nunca has entendido las bromas…
HOMBRE 2: ¡Estás loco! Eres un jodido enfermo (solloza)
HOMBRE 1: ¿Quién iba a pensar que se te iría la olla de esa forma? ¡Joder, se supone que la querías! (el hombre 1 se pone serio) Sueño todos los putos días con la maldita llamada de teléfono…
Vuelta al pasado. Una música, la música del principio, deja sin voz los diálogos. El hombre 2 se está alejando, coge el teléfono, las caras de incredulidad, de rabia, de dolor… la mujer, ajena a la conversación, se levanta y mira hacia el acantilado y se pone en pie, justo en el límite del precipicio. El hombre 2 se precipita sobre ella y la empuja. La mujer cae.

HOMBRE 1:… ¿quién coño iba a pensar que ibas a matarla?
HOMBRE 2: (se aproxima al hombre 1 que se pone en pie) ¡Me dijiste que … me engañaba! ¡Eres un enfermo! (vuelve a intentar agredir al hombre 1, pero este está petrificado, mirando hacia la orilla. El hombre 2 se acerca y se queda junto al hombre 1, los dos están paralizados. La cámara muestra lo que ven. Una mujer pasea por la playa, ausente, sus pies descalzos dibujan huellas que el agua se lleva. Justo cuando llega a la altura de dónde están ellos, se queda muy quieta y los mira. La cámara muestra el miedo y la desesperación de los dos hombres. Se miran sin comprender. Se oye una voz a sus espaldas:)
MUJER: ¿Habéis recibido mi nota?
Los dos hombres se vuelven. La mujer está tras ellos. Empapada en agua. El pelo húmedo, la cara muy blanca. Pálida y con ojeras. Pero sonríe. Es evidente que es la mujer que el hombre 2 arrojó por le precipicio.
MUJER: Siempre supe que moriría en el mar… ¿y vosotros?
Avanza hacia ellos.