Una forma diferente de mirar el mundo...

Cerramos con postigos las ventanas de nuestras mentes.
Encerramos y sometimos a los pensamientos de mil formas diferentes.
Y ellos encontraron una alternativa para brotar libres.-

sábado, 20 de agosto de 2011

CARICIAS

En estos últimos días me he acordado mucho de este monólogo. Creo que lo escribí hace una año y pico pero esta última semana lo he tenido demasiado presente. Se estrenó en Albolote el pasado 8 de marzo y lo interpretó Inma Zurita. Nunca dejó de llorar cada vez que lo ensayaba.


Sentir el aire en mi cara.
El aire frío del invierno me golpea con rabia y yo lloro de puro placer. Inspiro fuerte ese aire y me lleno de él. Mi ropa es más un recuerdo que una realidad y la manta que me cubre no puede defenderme del frío. Yo tampoco quiero evitarlo, quiero sentirlo todo.
Miro al cielo y veo que está amaneciendo. La luz pronto empezará a hacerse fuerte e intuyo que va a ser un día soleado.
Tengo que andar, tengo que andar por este camino lleno de piedras. Y no me importa que me corten los pies descalzos. Quiero llegar y no quiero llegar. Quiero llegar y gritarles a la cara y al mismo tiempo me gustaría haberme quedado dentro.
Mala hora para tener miramientos. Mala hora para ser una mujer. Las luces del teatro vuelven a mi memoria. Creo que representábamos “Mucho ruido y pocas nueces “ y yo era Beatriz. Estaba radiante con ese traje rojo coral que se me ceñía al cuerpo insinuando más de lo debido. Noto la ansiedad de cada representación, saboreo el minuto previo a salir y enfrentarse al público. Noto sus ojos posados en mí, el vello erizado, el frío y el calor, esa sensación de poder que te embarga cuando eres uno con tu personaje y, como no, la ovación final.




Frío, tengo frío en los pies. Apenas me noto los dedos pero he de seguir andando, he de llegar.
Luego al camerino a quitarme todo el maquillaje que me pesaba horrores en la cara. Y las flores, las felicitaciones y las muestras de admiración. Mi camerino era mi castillo particular. Sólo entraba Merche, mi ayudante, mi amiga, mi conciencia. Y algún que otro amigo cuando tenía ganas y me apetecía. Creo que se me van a romper todos los dientes que me quedan, aquellos que no me han saltado de un puñetazo bien dado. Pero todo va a terminar. Me estremezco y recuerdo la noche en la que recibí aquella nota. Mi furia “¿quién se ha creído que soy? ¿una puta?” y oigo la voz de Merche desgarrada por la desesperación “Niña, que más te da. Un ratico y lo olvidas todo. No puede ser tan malo”. Pero yo soy muy terca y sobre todo soy “libre, Merche, soy libre de decidir con quién me acuesto”. Y ese maldito general, coronel o lo que sea que fuese no encajó bien la respuesta. Luego fue tarde para suplicar, el muy cabrón no quiso escuchar a la pobre Merche que le ofreció el oro y el moro, sin mi consentimiento, claro. Una punzada de ansiedad invade mi cuerpo. Sé que al final, si las súplicas de Merche hubiesen tenido respuesta, lo habría hecho. Me habría acostado con él. El frío me congela la siguiente idea. Al final voy a agradecer que me hayan arrancado la ropa.
Avanzo notando la respiración de los dos muchachos en mi nuca. Ya no me miran. Tres meses en este antro me han convertido en una verdadera sombra de mí misma. Doy asco, lo sé. Eso de arrancarme parte del pelo por pura rabia no fue una buena idea. Pero ¿Qué más da? ¿Qué más me da todo?. Yo ando muy erguida ¿qué menos?. Ofreceré espectáculo hasta el último minuto. ¡Miradme! Soy yo, soy Amparo Gracia la mejor actriz que ha dado este país en los últimos 20 años. Puedo sentir el olor de mi traje rojo coral.
Creo que me hablan, pero yo no les escucho. Lanzo mi mente a otro lado, para mantenerla al margen, para salvar este instante y llevármelo conmigo. Ahora lo siento todo, el frío, la mañana que empieza, los sonidos, la luz, la voz de mi madre arrullándome con una nana, las caricias de Antonio … creo que me tocan pero no noto las manos.
Quiero mis recuerdos y llevármelos conmigo. Me lo habéis quitado todo. Me habéis dejado desnuda. Me hablan, pero no les oigo. No oigo el disparo. Pero noto como golpea mi cuerpo. Siento el frío, la mañana que empieza, la luz, la voz de mi madre arrullándome con una nana, las caricias de Antonio….y mi cuerpo vestido del rojo coral de mi sangre.

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