Una forma diferente de mirar el mundo...

Cerramos con postigos las ventanas de nuestras mentes.
Encerramos y sometimos a los pensamientos de mil formas diferentes.
Y ellos encontraron una alternativa para brotar libres.-

miércoles, 7 de septiembre de 2011

HOY ES NOCHE

Buscando un texto para interpretar, surgió Noche. Fue una experiencia muy curiosa escribirlo. Me senté en la cama, con el ordenador sobre mis piernas y "Noche" brotó sin más. Nunca hasta ahora había escrito algo con lo que me sintiera tan cómoda como este texto. Nunca hasta ahora he sentido un texto tan mío como Noche.

Es un texto para interpretar. Se estrenará el próximo 14 de enero de 2012 en Albolote, clausurando el I CERTAMEN NACIONAL DE TEATRO CIUDAD DE ALBOLOTE, un nuevo reto que estoy asumiendo con mucho placer y trabajo.

Trabajarlo junto a mis compañeros es un placer. Interpretarlo es una mezcla de sensaciones extrañas pues Noche me deja exhausta cada vez que me presto a esa Reina enjaulada en un país de bestias. Y puedo asegurar que jamás he sentido tantísimo al interpretar algo. Noche consigue que termine sumida en una total oscuridad y que al despertarme siga soñando que es "noche que amenaza con ser infinita". Pero me hace feliz.

Gracias a Fran (Rey y Conciencia) y a mis tres Mujeres de Granate (Inma, Encarni e Inma), Noche se convierte en realidad poquito a poco...

Llevaba tiempo deseando colgarla y hoy, por fin, la he registrado y la muestro en este espacio como madre orgullosa. Pues hoy es noche.


PRIMER ACTO
El escenario está a oscuras. Suena el tañido de una campana que crece en intensidad. El sonido se repite tres veces.


REINA: -Más que voz es llanto- ¡No puedo más! ¡Quiero que pare!
VOZ: -La voz es grave e irónica- ¿Te molesta?
REINA: -Confusa, con miedo- ¿Quién habla?
VOZ: -Riéndose- ¿No me conoces? ¡Silencio!
Se hace la luz, es una luz azulada que invade todo el espacio mostrando en el centro de la escena a una mujer cubierta por una sencilla túnica marrón (REINA). Sostiene su cabeza con las manos, en un gesto de desesperación, tratando de contener el sonido que perfora sus oídos. El sonido de las tres campanadas se repite tres veces y desaparece de súbito. Tras la Reina, una silla negra. Por su derecha aparece una mujer vestida con túnica granate. Justo por el extremo opuesto ha aparecido otra y del fondo del escenario emerge una tercera. Las tres mujeres se dirigen hacia la reina rodeándola a cierta distancia. Aparecerán justo con las tres últimas campanadas, y cada una de ellas saldrá a escena acompañada por uno de los tañidos.
MUJER GRANATE 1: El tiempo se agota. La ciudad espera tu respuesta.
TODAS LAS MUJERES DE GRANATE: ¡Habla!
MUJER GRANATE 2: ¿Qué es lo que retiene tu lengua, mujer? Vivimos asediados desde hace meses. Nuestras murallas ya no pueden contener más tu silencio. Habla. ¿Qué has decidido?
MUJER GRANATE 3: -Le tiende una daga a la reina- ¡Toma! Toma esta daga con la que has de poner fin al lamento de tu pueblo. ¿Qué le debes a tu esposo salvo la vergüenza de que tu vientre permanezca estéril?
TODAS LAS MUJERES DE GRANATE: ¡Nada!
MUJER GRANATE 2: ¡No le debes nada!
MUJER GRANATE 1: -Avanza un paso hacia la Reina- Desliza silenciosa esta daga por su cuello. Hazlo para que el amanecer rompa esta noche que promete ser eterna. Derrama el filo de esta daga por su cuello, como caricia muda…
MUJER GRANATE 3: …y libéranos de este sufrimiento. Sólo a ti te corresponde. Este asedio dura ya demasiados meses. ¿No los escuchas, mujer? –La mujer de granate 3 toma con violencia del brazo a la Reina obligándola a acercarse al público- Piden tu trono. Reclaman este reino huérfano de herederos.
REINA: -Soltándose- ¡No puedo!
TODAS LAS MUJERES DE GRANATE: ¡No quieres!
REINA: ¡No puedo matar a mi esposo! Pedidme mi propio sacrificio y hundiré gustosa esta daga en mi corazón. ¡Así me liberaré de este sufrimiento!
MUJER DE GRANATE 2: - Señalando acusadora a la Reina- ¡Cobarde!
REINA: -Tapándose los oídos- ¡No!
MUJER DE GRANATE 1: -Se acerca a la Reina y la insta a utilizar la daga- Toma esta daga y libéranos. ¡Libérate! Darás a luz descendientes sanos para este trono vacío. ¡Lo he visto! Pero antes debes acabar con tu esposo.
MUJER DE GRANATE 3: ¡No te muestres afligida! Conduce a tu esposo al lecho y muéstrate generosa.
MUJER DE GRANATE 2: ¡Perfuma tu pelo de lujuria y que tus ojos se enciendan en deseo! Y una vez en el lecho, desliza muda esta daga por su cuello.
MUJER GRANATE 1: ¡Que así sea! Y que las sombras de la noche cobijen este secreto para siempre. Muerto el rey, este trono recuperará la esperanza de tener un dueño legítimo.
REINA: -Enfadada- ¡Este trono es mío! ¡No lo olvidéis!
TODAS LAS MUJERES DE GRANATE: ¡Eres tú quién lo olvidas!
MUJER DE GRANATE 1: Olvidas –las otras dos mujeres repiten la palabra, casi como si fuese un susurro-.
REINA: ¡No! -La Reina vuelve a quedar en el centro, acorralada por las otras tres-.
MUJER GRANATE 2: Pero aquí estamos nosotras. Surgidas de las entrañas de la fuente de la memoria. Fuente que te permitirá recordar.
MUJER GRANATE 3: Fuente que te permitirá cumplir tu juramento.
MUJER GRANATE 1: ¿Oyes? –La coge otra vez del brazo obligándola a acercarse al público- ¿Escuchas? Es el ejército enemigo que impelido por el aire ansía este trono vacío. Tú ya no lo defiendes.
MUJER GRANATE 3: ¡Nos lo debes! –Acaricia los brazos de la mujer y llega a la mano que sostiene la daga. La alza- ¡Dale impulso a esta daga y conviértela en heraldo de nuestra redención!
TODAS LAS MUJERES DE GRANATE: ¡Libéranos!
MUJER GRANATE 2: Somos un pueblo marchito, tierra estéril que no baña ningún agua. Nos arrastramos silenciosos en esta noche eterna que amenaza con no marcharse.
MUJER GRANATE 1: -Acercándose a la mujer que comienza a estar vencida- No temas, la muerte es dulce descanso para aquellos que la merecen. En sus brazos tu esposo se convertirá en un héroe para este pueblo. Volará ágil reclamando el puesto entre los divinos, pues su hazaña será digna de los dioses. Esta daga te entregará la libertad que nos pertenece. Así lo dijo el oráculo. Así debe ser.
TODAS LAS MUJERES DE GRANATE: ¡Así sea!
REINA: Así sea.
Desaparecen todas las mujeres de granate. Vuelve a sonar el tañido de las campanas. La Reina cae al suelo, desconsolada.
REINA: ¡No soporto este ruido! ¡Quiero que pare!
VOZ: ¿Será el sonido de tu conciencia?
REINA: -Mirando hacia todas partes- ¿Quién ha dicho eso?
VOZ: Yo.
REINA: ¿Quién eres? ¿Dónde te ocultas? ¿No habéis tenido suficiente arrancándome esa promesa indecente?
VOZ: Yo no soy ellas. No me confundas con esa manada de plañideras, su olor me enferma.
REINA: Entonces ¿quién eres? –Se pone en pie- ¿por qué no te muestras?
VOZ: ¿Seré tu conciencia?
REINA: ¿Mi conciencia?
VOZ: Conciencia.
Tras la Reina aparece una mujer de negro. Es la VOZ que ha estado presente durante toda la escena. Oculta tras ella la envuelve ágil con sus brazos.
REINA: ¿Qué quieres de mí?
VOZ: Eres tú quién me ha llamado.
REINA: Si ni siquiera sé quién eres.
VOZ: Lo sabes muy bien. Y ahora muéstrame tu mano. –Levanta un brazo y la Reina responde al movimiento reflejándolo como si fuese un espejo. Alza la mano que sostiene la daga- Hermosa criatura que rasga este silencio que te oprime –acaricia el filo de la daga- Hermosa y afilada criatura que fue creada para ¿liberarte?
REINA: Dijiste que eres certeza, ¿a qué interrogas?
VOZ: -Se ríe- Hermosa y afilada criatura que ha sido creada para sentenciarte.
Vuelven a sonar las tres campanadas, la Reina cae de rodillas traspasada por el sonido.
REINA: ¡Haz que paren!
VOZ: -Siempre desde atrás, acercándose, alejándose, susurrando en el oído de la Mujer Reina- No puedo.
REINA: ¡Haz que paren, te lo suplico! –sollozando.
VOZ: ¡No puedo! –Severa y arrodillada sobre la Reina- Yo no las oigo.
De repente cesa el sonido de las campanas. La escena se queda a oscuras durante unos instantes. Una música que mezcla percusión con palmas comienza a insinuarse tímida acompañando el posterior diálogo.
REINA: ¡Mi esposo, mi amigo, mi amante, mi confidente, mi consuelo! ¿Y he de matarte? Aún recuerdo cuando fue mío. Cuando le conocí. No esperamos a la ceremonia que habría de unirnos. Imposible esperar cuando el amor acucia. Nos buscábamos desesperados, día y noche. Nos dolían las ausencias más que nuestras propias heridas.
VOZ: El amor es una enfermedad que consume los corazones y adormece la razón.
REINA: No me importó que el oráculo desaconsejara nuestro enlace.
VOZ: Todo carece de valor cuando el amor acucia.
REINA: Su amor me cubría por completo, como un baño infinito. Se derramó silencioso llenándome el pecho y en sus brazos me sentía completa. Y libre.
VOZ: -Se ríe- ¡Cuidado reina! Hay esclavitudes que se disfrazan de libertad.
El sonido de las campanas ha vuelto a interrumpir la charla de las mujeres.
REINA: ¿No las oyes? Son tres campanadas, tres agujas que se clavan en mi mente. Al principio las oía a lo lejos. Pensé que anunciaban alguna desgracia.
VOZ: Las campanas jamás anuncian desgracias, las pregonan.
REINA: Pero luego fueron acercándose. Y ahora no me dejan. Aparecen de repente ¡me confunden!
VOZ: Te hablan.
REINA: ¡Me gritan!
VOZ: Los gritos son susurros sin destino. Escucha lo que tienen que decirte.
REINA: Lo intento, pero los gritos del ejército enemigo no me permiten concentrarme en el tañido de esas campanas.
VOZ: Has de vencerlos.
REINA: He de liberar a mi pueblo.
VOZ: Primero debes liberarte tú, mi reina. –Levanta una mano y la Reina contesta con un movimiento idéntico, mostrando al público la daga- ¡Mira que hermosa se muestra en esta noche oscura! Su filo basta para iluminarlo todo por completo.
REINA: ¡Si, tienes razón! Es hermosa.
VOZ: E infinita. Como el descanso.
REINA: ¡Quiero descansar! Deslizaré silenciosa esta daga por el cuello de mi esposo, como caricia muda. Para liberar a mí pueblo. Para que vuelva la luz.
VOZ: -Se ríe- No hay arma más poderosa que una convicción firme.
REINA: Pero… ¡No puedo!
VOZ: No quieres.
REINA: ¿Y qué más da? No puedo y no quiero.
VOZ: Ya sabes que ningún alba romperá esta noche infinita. Seguiremos sumidos en ella, y las campanas gritaran más fuerte y el tumulto se convertirá en multitud. ¿Qué harás cuando estos muros no contengan a los ejércitos enemigos?
REINA: ¡Calla!
VOZ: Yo no he hablado.
REINA: -Mirando a la daga- ¿Eres tan hermosa porque contienes promesas de muerte? ¡Cómo brilla tu filo! En él no se reflejan mis dudas. Y hueles a libertad. ¿Y si no puedo hacerlo?
VOZ: Vamos. ¿No deseas ver de nuevo el día? ¿Y qué cesen esas campanas? ¿Y qué ese tumulto se disuelva?
REINA: ¡Si, lo deseo!
VOZ: Pues ¿a qué esperas? No hay arma más poderosa que una convicción firme. Deslízate rápida como el aire que nos preña de susurros y lamentos. Rompe con esa daga esta noche infinita. Aparta esa piedra que impide que en tu vientre surja la vida. Mata a tu esposo, ya lo has decidido.
REINA: Que así sea.
Suenan los tañidos de las campanas. La luz azulada disminuye de intensidad hasta traer el oscuro sobre toda la escena.
FIN DEL PRIMER ACTO

SEGUNDO ACTO
Una música triste llena el espacio que permanece oscuro. El tañido de las tres campanas acompaña la melodía justo al final.
La luz comienza a hacerse fuerte, mostrando la silla ocupada por la Reina que mira sin ver. Justo a su derecha, de espaldas al público y casi en el fondo de la escena, hay un hombre. Es el Rey. Viste una túnica de colores ocres. La Reina lleva el pelo suelt
o.
REINA: Cierra la ventana.
REY: ¿Por qué?
REINA: Porque puede que se cuele ese día que no existe. Y entonces es posible que recuerde.
REY: Mira, es una noche hermosa.
REINA: Quiero un rato de silencio. La cabeza me arde con los gritos de ese tumulto.
REY: Yo no escucho nada.
La Reina se levanta y se dirige hacia su izquierda. Toca uno de los pliegues de su túnica.
REINA: ¡Qué hermosa criatura que ilumina esta noche perpetua! –Le habla a la daga-.
REY: -Dirigiéndose hacia ella- ¿Qué dices?
REINA: Solo he recitado un pensamiento en alto. –Se lleva una mano al pecho. El Rey acude en su ayuda- Estoy bien, no te preocupes. Es esta noche que no cesa y me consume. Se me ha pegado como una segunda piel.
REY: Es noche. Hermosa noche. Noche que cobija a los amantes –el Rey abraza a la Reina y la acaricia. Sus manos recorren el cuerpo de la mujer con urgencia- Y nuestro lecho está vacío, reclamando nuestros cuerpos –besa su cuello.
REINA: Tan vacio como nuestro trono –las palabras de la Reina paralizan el deseo del Rey.
REY: Los tronos nunca permanecen vacios.
REINA: Pero yo soy su dueña y mi deber es otorgarle un heredero.
REY: ¡Por qué te torturas!- violento e indignado se levanta y se enfrenta a la Reina- Tú deseo es tan inútil como imposible –la mira unos instantes y se dispone a abandonar la escena. Pero la Reina lo retiene, abrazándolo por detrás.
REINA: ¡No! No te marches de mi lado, no te vayas una vez más, no me abandones en esta noche. ¡Quédate conmigo! –Le obliga a darse la vuelta- No volveré a hablar de ese trono huérfano. ¡Es esta noche que me oprime el pecho y no me deja pensar! ¡Arráncamela, te lo suplico!
REY: La noche dará paso al día. Así es siempre.
REINA: Pero hace tiempo que no sucede. Y esta noche se ha instalado en mi cuerpo robándome el recuerdo de los días.
REY: Silencio –Cierra la boca de la Reina con un beso dulce-. Es noche y el amor nos reclama. ¿Recuerdas? –El Rey se dirige a la silla y se sienta a la vez que invita a la Reina a sentarse sobre él- A los días les faltaba tiempo para amarnos. –Recorre con sus manos las piernas de la mujer-. Me dolía tu ausencia.
REINA: Y a mí me duele la tuya.
REY: No existía mayor enemigo que el sueño que nos separaba y cuando caía rendido en sus brazos no existía mayor victoria que soñarte.
REINA: Y aún soñándote me dolías.
REY: Aún recuerdo los besos furtivos, la luna de plata alumbrando nuestros cuerpos desnudos, fatigados de tanto deseo. El tímido susurro de los árboles en invierno que no osaban molestarnos cuándo nos pertenecíamos.
REINA: Cuando eras mío.
REY: Cuando eras mía.
REINA: ¿Aún me amas?
REY: Nunca he dejarlo de hacerlo.
REINA: ¿Aunque ya no compartas mi lecho?
REY: Las distancias a veces son necesarias. Para que no me duela verte.
REINA: ¿Aún me amas?
REY: Si. Aunque amarte sea inútil.
REINA: -Se separa del Rey y vuele a tocar un pliegue de su túnica- ¡Ay, criatura hermosa que rasgas la noche! No serás caricia muda en el cuello de mi rey ¿lo has oído? Él me ama.
REY: -Acercándose- Te amo.
REINA: -Volviendo en sí y respondiendo al Rey- Entonces, ¡ayúdame a librarme de esta noche! Ha tomado mi pecho y no se va. ¡Libérame de esta noche! Corramos libres, por las praderas. Invadamos el aire con nuestro aroma, rompamos esta noche que amenaza con ser infinita. –Su voz se llena de alegría- Festejemos nuestro amor a cada paso –llena la cara del Rey de besos y le toma de la mano.
REY: ¡Espera! –Sonríe y frena la huida de la Reina- Es noche. –La Reina se frena.
REINA: ¡Siempre es noche! Pero los juncos de la ribera llevan siglos esperándonos. ¡Volvamos! Este lugar me asfixia.
REY: ¡No seas impaciente! El día siempre sucede a la noche.
REINA: Hace tiempo que eso no ocurre. Y ese trono me encadena. Suena intenso el tañido de las tres campanas. La reina se paraliza. Cae al suelo petrificada y solloza. ¡No! –Se tapa los oídos.- ¡Haz que cese ese ruido!
REY: ¡Yo no oigo nada! –se acerca a la Reina.
REINA: ¡Tú nunca escuchas! –Se pone en pie y se miran durante unos instantes- Se ha perdido nuestra ribera y los juncos escupen plegarias a causa de nuestra ausencia. Se nos ha perdido esa luna que plateaba nuestros cuerpos desnudos. Pero tú no oyes porque nunca escuchas.
REY: Y sigo amándote, aunque sea una causa inútil. Aunque sea una batalla perdida, aunque mirándote…
LOS DOS: …no te vea.
Vuelve a sonar el tañido de las tres campanas. Se hace el oscuro en la escena y un foco ilumina a la Reina que acaricia el pliegue de su túnica.
REINA: Tu filo rasgará esta noche perpetua –saca de su túnica la daga- y acaso de esta manera podré encontrar esa ribera que se me ha perdido. Y la luna plateará mi piel desnuda. –Suena el tañido de las tres campanas de fondo, mientras el escenario permanece a oscuras-. Y ya no escucharé el tañido de esas campanas, que son gritos.
REY: -A oscuras- ¡No te veo!
REINA: Es esta noche la que te impide ver, pero yo voy a librarte de ella. –Alza la daga-
REY: ¡Ya no te veo!
REINA: No temas. Voy a llevarte de vuelta a esa ribera y los juncos susurrarán tu nombre para llevarlo junto a los dioses. Y la luna plateará tu cuerpo infinito. Y serás plegaria que se recite los días de fiesta. Y te demostraré que amarme jamás fue una batalla perdida –Alza la daga y se coloca tras el Rey. El escenario sigue a oscuras-.
REY: ¿Eres tú?
REINA: Recibe esta caricia muda para liberarte, mi amor –solloza- ¡y corramos libres!
REY: ¡No! –el grito se interrumpe y el escenario se invade del ruido que produce su cuerpo cayendo al suelo. La escena se ilumina de repente y cesa el tañido de las campanas. Las tres mujeres de granate toman la escena, aproximándose y rodeando el cuerpo sin vida del Rey. La Reina se adelanta y queda en primer término.
TODAS LAS MUJERES DE GRANATE: ¡Así sea!
MUJER GRANATE 1: Ya despunta la aurora en esta noche infinita.
MUJER GRANATE 2: Ya no doblan las campanas.
MUJER GRANATE 3: Ya se dispersa el ejército enemigo tras las murallas.
REINA: Y creo que los juncos de esa ribera que hemos perdido, me están llamando.
MUJER GRANATE 2: ¡Corre ágil a su orilla!
MUJER GRANATE 3: ¡Sumérgete en las aguas que todo lo purifican!
MUJER GRANATE 1: Incluso los crímenes más indecentes.
TODAS MUJERES DE GRANATE: ¡Vuela!
MUJER GRANATE 3: Las aguas sepultarán este secreto y darán cobijo a esta daga –toma la mano inerte de la Reina- que está manchada de culpa.
REINA: ¡Hermosa criatura que has rasgado la noche! ¡Caricia muda que me has liberado!
MUJER GRANATE 2: Ya no repican las campanas.
MUJER GRANATE 1: ¡Corre, llena de plata de luna! ¡Corre a esa ribera que es tuya!
MUJER GRANATE 3: Cuando regreses será día claro. Nosotras nos llevaremos el cuerpo de este Rey estéril y lo sepultaremos lejos de tu memoria.
TODAS MUJERES DE GRANATE: Para que no lo recuerdes.
La Reina se separa de las mujeres de granate y se sienta en su trono. Sostiene la daga llena de sangre.
REINA: ¡Ya no brilla tu filo! Se ha llenado de mis desgracias y ya no es luz en esta noche infinita.
MUJER GRANATE 2: ¿A qué la necesitas? Ya cumplió su cometido. Te la liberado, nos ha liberado, ha liberado al pueblo.
MUJER GRANATE 3: Corre a tu ribera y sepúltala en las aguas. Que la corriente se lleve el secreto.
MUJER GRANATE 1: ¡Vamos! ¿A qué esperas?
TODAS LAS MUJERES DE GRANATE: ¡Corre!
REINA: ¡Estoy cansada! Este olor a sangre me pesa. ¡Es este silencio que se me cuela y me rompe el alma! ¡Sacádmelo de dentro!
MUJER GRANATE 1: -Riéndose- ¿No escuchas el trino que preludia el día?
MUJER GRANATE 3: ¿Ni los susurros de la noche que se evapora?
REINA: ¡Yo no oigo nada!
TODAS LAS MUJERES DE GRANATE: ¡Escucha!
REINA: ¡El silencio no me deja! ¡Quitádmelo de encima! ¡Me está ardiendo el cuerpo!
Las mujeres de granate de adelantan, dejando tras de sí a la Reina en el trono.
MUJER GRANATE 2: Pronto esta noche se invadirá de luz.
MUJER GRANATE 1: Y las campanas anunciarán que el rey ha muerto.
MUJER GRANATE 3: Su crimen debe quedar oculto.
TODAS MUJERES DE GRANATE: ¡Así sea!
MUJER GRANATE 3: ¡Sacadla de aquí! Yo ocultaré su crimen y lo poco que queda de noche me servirá de escudo.
Las mujeres de granate 1 y 2 se acercan a la Reina y la levantan del trono.
REINA: ¡Quitádmelo de encima! ¡Este silencio devora mis entrañas! –grita-.
MUJER GRANATE 2: Vamos a lavarlo al río.
MUJER GRANATE 1: El agua se lo llevará para siempre.
REINA: -Se marcha con las mujeres de granate 1 y 2- Nunca amarme fue una derrota. ¡Nunca!. Voy a encontrarme con esta ribera que perdí hace tiempo. La luna plateará mi cuerpo desnudo, mientras me baño en las aguas de ese río que todo lo purifica. Y ya no volverán a sonar esas campanas, esas campanas que se rompen como gritos –Abandonan la escena las mujeres de granate 1 y 2 y la reina.
MUJER GRANATE 3: -Se acerca al cuerpo inerte del rey- Rey inútil, rey vacio, rey ausente, rey muerto. Voy a darte sepultura y te convertirás en un secreto. Puede que los juncos reciten tu nombre, pero nadie los escucha.-Se ríe- La mujer comienza a irse arrastrando el cuerpo del Rey. La luz se apaga y se enciende a la vez que suena una música de percusión y palmas. Varias campanadas ponen fin a la música. La luz se apaga definitivamente.
FIN DEL SEGUNDO ACTO

TERCER ACTO
El escenario está a oscuras.
REINA Y VOZ: Silencio. Silencio. Silencio.
VOZ: ¡Shhhhhh!
Se hace luz. Una luz azulada que invade la escena poco a poco. En ella están la Reina y tras ella la Voz. Las tres mujeres de granate vuelven a rodear a la Reina y a la Voz. Permanecen inmóviles. La Reina viste de blanco, la voz continua con su túnica negra. El trono está ahora justo detrás de ellas, a su derecha.
MUJER GRANATE 3: Silencio sucio. Pero no temas, mujer. Ya es día.
REINA: Voy a mirar por la ventana.
TODAS LAS MUJERES DE GRANATE: ¡No!
MUJER GRANATE 2: Es día y eso basta.
REINA: Huelo a sangre.
MUJER GRANATE 3: Hueles a jazmín.
MUJER GRANATE 1: Ya no suenan las campanas.
MUJER GRANATE 2: Y ese trono está ansioso de dueño.
VOZ: ¡Fuera! – Da un grito y se pone justo delante de la Reina- Me enferma el hedor que despedís.
Las mujeres de granate salen corriendo de escena, moviendo los brazos como si fuesen pájaros sorprendidos por un ruido. Una vez dentro, se dispersarán por la sala y a partir de este instante sus voces sonarán como un coro disperso por todo el teatro.
VOZ: No soporto sus plañidos cargados de miseria. –Se vuelve y se enfrenta a la Reina, la rodea mientras la interroga con la mirada y las palabras- ¿y tu luto?
REINA: ¿Qué luto?
VOZ: El rey ha muerto, reina. Debes vestirte de noche.
REINA: ¡Noche! ¿Ha sido noche alguna vez? Esta luz que me llena me impide recordar. Me parece que nunca ha sido noche.
VOZ: Hubo un tiempo en que no existían los días. ¿Recuerdas?
REINA: No –confusa-.
VOZ: Una noche eterna cubierta del tañido de tres campanas. Una, dos y tres. Uno, dos y tres. Tres. Tres campanas, como tres sentencias. ¿Recuerdas?
REINA: No… -dubitativa-.
VOZ: Y tras estas murallas el rumor de una muchedumbre que exigía este trono yerto ¿Recuerdas?
REINA: … no, no, ¡no!
La Voz va asediando a la Reina que durante todo este diálogo hace gestos de sentirse acosada.
VOZ: ¿Y el rumor de los juncos?
REINA: ¡No!
VOZ: El olor a hierba fresca y la luna descarada plateando los cuerpos desnudos tras la batalla del amor. ¿Nada?
REINA: Me confundes con otra.
VOZ: Te confundes con otra.
REINA: No soporto tu voz, quiero irme de aquí.
VOZ: -La sujeta- ¡No puedes, te ata este trono! Tú eres su reina.
REINA: Reina enjaulada en un país de bestias –parece recordar mientras dice esta frase y se mira las manos. La voz se acerca y le muestra una daga-.
VOZ: ¿Buscas esto?
REINA: ¡Eso no es mío! –se retira nerviosa.
VOZ: ¡Hermosa criatura que refulge partiendo la noche! Te pertenece como este trono. Sabe regalar caricias mudas. Guárdala, te hará falta.
REINA: ¿Qué dices? ¡Quiero irme!
VOZ: ¡No seas insensata! ¡Guárdala! La rescaté para ti, pues la habías dejado prisionera de las aguas. Ahora no brilla, pues está cubierta por la culpa. Pero a medida que la invada el olvido volverá a recuperar su luz. No te preocupes.
REINA: -Alzando la daga y tratando de clavársela a la voz- ¡Voy a liberarme!
VOZ: -Para la embestida y sujeta la mano de la Reina contra su espalda- Quieta, mi reina. ¿No querrás hacernos daño? Hemos sobrevivido a todas las batallas y hemos ganado todas las guerras. Guarda esta daga, quizás nos haga falta una quinta vez.
REINA: ¿Quinta?
Vuelven a sonar las campanas. Esta vez son cuatro.
VOZ: Una, dos, tres y cuatro. Uno, dos, tres, cuatro. Cuatro veces rompió esta daga las brumas de la noche. Cuatro veces volvió a ofrecernos un poco de luz en esa noche que no cesaba de manar.
REINA: ¡Mis manos están cubiertas de sangre! –se mira las manos y trata de limpiárselas-.
VOZ: -La voz le tapa la boca- ¡Silencio, reina! Tus manos han librado cuatro batallas y las cuatro veces tus manos han vencido.
REINA: ¡Déjame, te lo suplico! O al menos deja que abra esa ventana. Aquí no hay aire, me asfixio.
VOZ: Si la abres, ya no podrás cerrarla. Y tendrás que escuchar lo que dice esa muchedumbre emponzoñada de mentiras.
REINA: ¡Quiero oír! Las campanas no me dejan escuchar lo que dicen.
VOZ: ¿Y si lo que oyes, no te gusta?
REINA: ¡No! ¡Quiero irme, déjame en paz! –empuja a la voz y se libera de ella.
VOZ: ¡No lo hagas! ¡No abras esa ventana! Si la abres, recordarás porqué la cerraste.
REINA: No puedes impedírmelo –la contundencia de la Reina, frena a la voz. Se miran durante unos instantes.
VOZ: ¡Tú lo has querido!
TODAS LAS MUJERES DE GRANATE: Sea. –Se escuchan sus voces dispersas por el teatro-.
Se hace el oscuro. Se escucha el tañido de las cuatro campanas y el quejido de un violín que desgrana la luz. Cuando la escena vuelve a iluminarse, la Reina está sentada en la silla, totalmente inerte, ida. Junto a ella hay dos hombres que la observan. Van vestidos de manera actual.
HOMBRE 1: Puede explicarle el caso a sus compañeras. Proceda –mira la mujer 1 y le cede la palabra-.
MUJER 1: La paciente tiene treintaiocho años. Lleva ingresada en el centro cuatro años y medio. –Toma la mano de la Reina, totalmente inerte y controla su pulso-.
MUJER 2: ¿Nunca habla?
HOMBRE 1: Jamás ha emitido una sola palabra desde aquella noche.
MUJER 3: Pero…¿llegó a ser juzgada?
HOMBRE 1: ¿En estas condiciones?
MUJER 1: Bueno, el juicio se llevó a cabo, desde luego… pero estaba claro que su mente ya no estaba conectada con la realidad cuando cometió los asesinatos.
MUJER 2: Comprendo.
MUJER 3: El crimen de los niños debió perturbarla por completo.
HOMBRE 1: Sin duda ya estaba perturbada cuando los mató.
MUJER 2: ¡Imagínense el calvario de ese pobre hombre!
MUJER 1: Debía quererla mucho para tapar de esa forma el crimen de sus tres hijos. Ya es triste que tu esposa mate a tus hijos, pero ocultar semejante hecho debió ser muy doloroso.
MUJER 2: ¿Quién encontró a los niños?
MUJER 1: Fue un vecino. El mismo que la encontró vagando por la calle la misma noche en la que mató a su esposo. Iba desnuda, decía que llevaba el cuerpo cubierto de plata de luna. El pobre hombre la tapó como buenamente pudo y la llevó a su casa.
MUJER 3: Ya.
HOMBRE 1: Esa fue la única vez que la escuché hablar. Yo estaba de guardia y me llamaron de inmediato. Hablaba sin ninguna coherencia pero ciertos datos nos hicieron sospechar. No dejaba de mencionar la ribera del río y el secreto que custodiaban los juncos. Fue allí donde hallaron a las tres criaturas.
MUJER 2: Comprendo.
MUJER 1: Tres niños. Los tres varones. Tenían dos, tres y cinco años. Les cortó el cuello al igual que luego hizo con su esposo. A él lo encontró la policía junto a la casa tras los contenedores de basura.
MUJER 3: ¡Por dios!
MUJER 1: Si. Un crimen abominable. A saber que pasó por su perturbada mente para cometerlo. Hablaba de liberación, de un trono desierto, de un marido estéril… Ardía en fiebre cuando la encontraron y lo único que pedía de manera coherente, era que su vientre volviese a engendrar vida…
MUJER 2: Ya.
HOMBRE 1: Eso y que parasen el tañido de las campanas. Cuatro campanas, decía. Cuatro sentencias. Estuve hablando con ella toda la noche. Toda. Le pregunté por sus tres hijos, pero ella negaba que hubiese sido madre alguna vez.
MUJER 3: Un escudo de su mente incapaz de asimilar el crimen.
HOMBRE 1: Probablemente. Cuando le pregunté por su esposo dijo que lo había matado porque era incapaz de darle descendencia.
MUJER 2: ¿Esquizofrenia?
HOMBRE 1: No lo tengo claro. Quizás ustedes puedan arrojar un poco de luz al caso. Parecía vivir una realidad paralela. Ya les digo, hablaba de tronos, castillos, murallas… imposible hacer conjeturas con semejante información.
MUJER 2: Interesante. Sus constantes vitales parecen buenas.
MUJER 1: Sin duda. Se conserva en una extraordinaria forma física. Su palidez no es debido a ninguna enfermedad, es que se niega a abandonar la habitación. Lleva recluida en ella estos cuatro años y medio.
MUJER 3: ¿Sin salir?
MUJER 1: Cada vez que intentamos sacarla a pasear entra en un estado de histeria totalmente incontrolable. Es como si la luz del sol la quemase.
MUJER 3: Se avergüenza de sus crímenes; la luz los evidencia más. No es la primera vez que lo veo.
HOMBRE 1: Puede ser.
MUJER 2: Eso demuestra que existe cierta noción de culpa y que puede que aún quede un resquicio de realidad en su mente.
HOMBRE 1: ¿Usted cree?
MUJER 2: Digo que es una posibilidad.
HOMBRE 1: Observe –se acercan a la mujer y observan sus pupilas- En estos cuatro años no he hallado evidencia ni rastro de razón. Es como si estuviese ausente. Como si en su cabeza se hubiese hecho la noche.
MUJER 2: Ya.
HOMBRE 1: Una noche completa.
MUJER 2: Es posible, pero ya sabe lo que dicen después de la noche siempre llega el día.

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