Para Alicia.
Aún no tiene final, pero no quiero que se pierda. Prometo terminarlo algún día.
Aún no tiene final, pero no quiero que se pierda. Prometo terminarlo algún día.
Había una vez un
lugar muy lejano. Y en esa tierra lejana, existía un pequeño reino
llamado El Reino de Lis. Era conocido en toda esa tierra porque nunca jamás
había sufrido la guerra. Para los habitantes de Lis las peleas, las
desavenencias, las trifulcas y los desacuerdos eran términos carentes de
sentido, pues jamás los habían conocido.
Todo en el reino estaba meticulosamente planeado y ordenado y nadie osaba
desafiar las reglas pues todos sabían de su conveniencia y necesidad.
Pero Lis, también era conocido por una
particularidad muy especial… y es que en Lis, las mujeres no podían reinar.
Nadie sabía porqué pero Lis era gobernada sólo y exclusivamente por varones. La
ley era muy estricta en este sentido: “El hombre siempre prevalece frente a la
mujer en el trono de Lis” rezaba el
antiguo código que generación tras generación había sido venerado por los
habitantes de Lis. Y como si de una maldición se tratara, todos los
descendientes de reyes desde hacía catorce generaciones, habían sido mujeres.
Inteligentes, sanas y bellas mujeres que no pudieron reinar y se convirtieron
así en esposas de reyes y madres de princesas. Pero como a los habitantes de
Lis no les gustaban las preguntas dieron siempre por sentado que era así como
debía ser y el tiempo transcurría sin perturbar la calma del Reino de Lis.
Y
un buen día nació una hermosa princesa en el reino de Lis. Una preciosa niña de ojos oscuros y expresión
curiosa. Como era tradición recibió el nombre de una de sus antepasadas y sus
padres eligieron para ella Alicia. Y Alicia se convirtió en la nueva princesa de
Lis. De niña la curiosidad de la pequeña se convirtió en una cualidad muy
valiosa para todos cuantos la rodeaban pues le permitía aprender con mucha
facilidad y con gran rapidez… pero a medida que pasaba el tiempo no fue más que
un estorbo.
Alicia
siempre merodeaba de allá para acá, preguntándose por todo cuando veía con una
necesidad cada vez más imperiosa por conocer, por comprender, por saber. Y no
se contentaba con cualquier respuesta.
Todos
los habitantes del reino esperaban ansiosos el momento en que el heraldo del
reino anunciase la identidad del prometido de la princesa, pues en ese preciso
momento sabrían que rey sucedería al actual en el trono. Y esta noticia siempre
se hacía coincidir con el doceavo cumpleaños de la princesa aunque la boda no
se celebraba hasta diez años más tarde. Lo que ocurría es que en Lis era
estrictamente necesario saberlo todo con mucha antelación pues sus habitantes
odiaban profundamente las sorpresas.
No era un secreto que el siguiente rey de Lis
sería el primo de la princesa Alicia, Jare. Desde que era un niño Jare sabía que
el sería el siguiente rey, pues Alia no tenía hermanos y él era el único varón
de la familia. Su madre era la hermana de la reina y desde que era un bebé
colmó a su hijo de todos los caprichos que el niño manifestaba convirtiéndolo
en un ser egocéntrico y maleducado… pero al fin y al cabo el niño llegaría a
ser rey. Nadie soportaba al pequeño Jare y cuando se fue haciendo mayor sus
travesuras de niño se convirtieron en fechorías cada vez más malintencionadas
pero nadie se atrevía a ponerles freno; nadie salvo el rey que con mano firme
reprendía a su sobrino sin el menor atisbo de arrepentimiento por parte del
muchacho.
Pero
la noche anterior a hacerse público el nombre del prometido de la princesa
ocurrió algo que dejó sin aliento a todos los habitantes del palacio. Pues
justo la noche anterior a la emisión de la noticia, es tradición en Lis (tal y
como ordena su código) que la princesa formule un deseo para hacer realidad
durante su reinado pues ya que le es imposible reinar al menos debe realizar
alguna tarea que la identifique en el futuro. Es así como Lis recuerda a sus
reinas: La reina de los jardines refiriéndose a la reina Mara la madre de Alicia
que construyó los más hermosos jardines del reino, la reina de los ríos,
refiriéndose a la abuela de Alicia que se encargó de realizar grandes y hermosas
obras hidráulicas en los principales ríos de Lis… Durante un mes la futura
reina debe reflexionar sobre su tarea a realizar (tarea elegida entre las
propuestas por los consejeros del reino, por supuesto) y la noche anterior a su
compromiso, debe formularla ante el Consejo del Reino.
Así que aquella noche, la noche en que Alicia dejó
perplejos a todos, Lis estaba de celebración. La princesa fue conducida hasta
la sala del trono y una vez allí rodeada por todos los principales del reino y
sus esposas, la reina de Lis preguntó a su hija:
-
Bien Alicia,
has reflexionado durante 30 días y 30 noches tal y como indica nuestra
tradición. Ahora debes formular tu deseo, un deseo que harás realidad cuando te
conviertas en esposa. Espero que hayas escuchado el latir de tu corazón y sobre
todo los dietados de tu cabeza. Habla, pequeña, todo el reino de Lis te
escucha.
Alicia miró a su madre, que estaba
realmente hermosa. Vestía de negro como manda la tradición. Era una noche muy
fría de invierno y el cuello del vestido de su madre realzaba sus hermosas
facciones blancas. Pero pudo percibir en sus ojos la llama viva del amor que
siempre le había profesado. Luego miró a su padre, que le sonreía con disimulo;
observó los grandes ojos que siempre la observaban atentos a corregir cualquier
error pero que contenían en su mirada un amor incondicional. Y al amparo del
amor de sus padres Alicia pronunció el único deseo que no podía llevar a cabo:
-
Yo … yo
–miro a su alrededor y agarró con mucha fuerza el vestido de color granate que
debía llevar para la ocasión.
-
Habla
pequeña, no tengas miedo –las palabras de su madre reforzaron sus ideas y sin
vacilar y levantando la cabeza todo lo que pudo Alicia dijo:
-
Quiero
reinar.
Escuchó perfectamente todos los oh,
ah y ¡no! Que se emitieron en la sala. Hubo también quién se rió. A
continuación el silencio más horroroso que nadie pueda imaginarse se hizo dueño
de la sala del trono y si hubiera tenido la oportunidad de realizar un segundo
deseo habría rogado atravesar las cristaleras de la sala y convertirse en un
pedacito de cielo… pero no podía. Miró a su padre y pudo contemplar la
desolación de su rostro. Miró a su madre y en ella advirtió la más terrible de
las tristezas y entonces por primera vez en toda la noche agachó la cabeza y
tuvo ganas de llorar.
-
Alicia –
escuchó la voz de su madre triste y vacía- eso es imposible. Lo sabes. Estoy
segura de que en tu corazón albergas otro deseo más … adecuado que el que
acabas de formular. Te ruego que nos hagas partícipe de tu decisión.
-
No. – Alicia
se había preparado para esta situación y sabía que debía ser sincera.
-
¿Cómo?
¿Estás … completamente segura de lo que acabas de decir? –Su madre estaba
desesperada.
-
Permitidme,
majestad – el Consejero más antiguo del reino se había levantado de su butaca y
se dirigía al centro de la
Sala. Esto era del todo inapropiado según las reglas de Lis,
pero aquella noche todo estaba siendo muy extraño- permitidme el atrevimiento,
pero creo que la niña está un poco confusa, quizás sea mejor que cualquiera de
nosotros decidamos el proyecto a realizar … ya sabéis lo necesario que es
reformar ciertas partes de nuestros caminos… sería recordada como al reina de
los caminos y las tierras y…
-
No. ¿Cómo
osáis decir tal cosa? – Alicia temió al escuchar el tono de voz de su madre.
Había pasado de la tristeza y la desesperación a la ira más absoluta y Mara era
conocida por su mal genio en todo el reino de Lis. – El proyecto como vos lo
llamáis es un deseo que debe ser formulado por la futura reina. Vos no tenéis
pinta de ser una pequeña princesa a punto de cumplir doce años. Volved a
vuestro sitio de inmediato.
-
Madre, yo …
a lo mejor si, si me dejas unos minutos más quizás yo pueda encontrar un deseo
que … que sea mejor para todos. –Alicia había comprendido la magnitud de su deseo
y supo que el dolor que había inflingido a su madre era muy grande.
-
Silencio.
–Su madre le ordenó silencio sin alzar la voz. Se levantó de su trono esculpido
en la roca negra que era patrimonio exclusivo del reino de Lis y se acercó a su
hija. Mara puso la mano en el pecho de Alicia y acercó su cabeza a la de su hija.
-¿Podrías asegurar que el otro deseo que formularas surgiría de aquí, de tu
corazón? ¿O simplemente cambiarías tu deseo para satisfacer las expectativas de
todo un reino?. –Alicia miró sorprendida a su madre.
Y así dió fin la noche anterior al
cumpleaños de Alicia. Todos fueron abandonando del Salón del trono. Y a medida
que la sala quedaba vacía el silencio se hacía más pesado y más denso. El padre
de Alicia, el rey Daín, no había podido levantarse de su trono de piedra negra.
Y su madre paseaba pensativa por toda la sala. Cuando todos hubieron salido
Mara se acercó a la puerta y su padre se levantó de su trono.
- ¿Y ahora qué? –apoyó su mano en el
hombro de su esposa.
- Ahora debemos retirarnos y actuar
con rapidez. Nunca jamás había sucedido algo semejante en Lis. Nunca. Pero los
Consejeros están inquietos y su inquietud no es un buen presagio para nosotros.
Debemos retirarnos y pensar…..¡tú debes ir de inmediato a tu cuarto! –Mara
señaló con la mano a su hija. –Cierra la puerta y no le abras a nadie…
- Mamá, yo …. –Alicia no pudo seguir
hablando, la cara de Mara se lo impidió, se fue a su habitación y cerró la
puerta.
A solas en su cuarto y con la luz
apagada no se dio cuenta de lo agotador que resulta enfrentarse a todo un reino
y el nerviosismo que recorría su cuerpo no pudo liberarla del abrazo del sueño.
A la mañana siguiente, alguien tocó
a su puerta. Todavía estaba vestida y por la luz que se filtraba a través de
las ventanas supo que era ya bastante tarde. Se sorprendió de que nadie la
hubiera despertado para su baño y su desayuno pero sobre todo se entristeció al
darse cuenta de que ni su madre ni su padre la habían felicitado por su doce
cumpleaños y entonces toda la noche anterior vino a su memoria como un mal
sueño. Los golpes en la puerta seguían sonando y recordó que no debía abrir a
nadie… pero al poco reconoció la voz de su prima Elia.
- Vamos, abre. Soy yo, soy Elia.
Dudó unos instantes pero su prima
era muy insistente y para ella era una segunda madre así que se levantó y …
-
Vamos,
vamos. Menuda cara tienes. ¿Cómo te has podido dormir, Alicia?. No sabes lo que
se ha armado allí fuera. Todo Lis esperando oír el nombre de tu prometido y en
cambio… los heraldos del reino pregonan a los cuatro vientos que aún la
princesa no tiene claro su deseo….¿en qué pensabas Alia? No sabes bien el lío
en el que te has metido. ¡Ay criatura! ¿Qué será de nosotros?
-
Yo, yo … no
podría explicarlo del todo. Fue una idea que se me ocurrió y pensé que podría
olvidarla, pero cada vez que pensaba en el deseo esa idea acudía a mi mente con
tanta fuerza que …
-
Sí, si, si
… no me digas más. – Elia se acercó a una de las ventanas de la habitación y
miró preocupada por la ventana. Alia había pasado toda su vida cerca de aquella
mujer. Elia era la hija mayor de la hermana del padre de Alicia. Tenía más de 26
años la edad límite para comprometerse en Lis, pero Elia no había encontrado
ningún hombre que se ajustara a sus expectativas y cómo se había quedado sin madre
muy joven el padre de Elia no vió inconveniente en que los años corrieran sin
que ella encontrara un hombre a su medida. Además cuando la princesa nació Elia
se ocupó de criarla con tanto esmero y dedicación que a duras penas podía tener
tiempo para acudir a fiestas, recepciones y lugares apropiados para encontrar
marido. Y no era por falta de belleza pues era considerada una de las mujeres
más hermosas de todo Lis…. A Alicia le encantaban sus largos cabellos castaños y
sus ojos verdes y alargados…- - Alia, esto es una catástrofe. Puede que el
pueblo permanezca ajeno a lo que sucedió durante unos días… pero no así tu tía
Constanza. Viene hacia aquí enfurecida como una bestia enjaulada y ¡no te digo
nada de tu primo Jare! Como sabrás su ego es más grande que el mar de Lis y
esto no creo que lo perdone ni olvide con facilidad…. Su venganza puede
aguardar los diez años que os separan de convertiros en marido y mujer….
-
Pero …
¡solo dije la verdad!
-
Si, pero la
verdad no es lo más apropiado, a veces,.
-
¿Qué me va
a pasar? – Elia se dio cuenta del terror que escondía la voz de la niña y sin
dudarla la abrazó con fuerza.
-
¡Mi
pequeña! Absolutamente nada. Has tenido suerte de que tu madre sea la reina de
Lis pues no permitirá que nada le suceda a su pequeña. Y ¿qué me dices de tu
padre, eh? Luchará con todos los caballeros del reino antes de dejar que te
castiguen por tu atrevimiento…. No llores niña, no pasa nada. El código es
claro y nadie puede castigarte por querer cumplir la ley con tanto empeño. “La
princesa debe formular un deseo surgido del corazón…”. –Elia secó las lágrimas
de su pequeña prima- Vamos, no llores.
-
¿Y mis
padres, Elia?
-
Um …
primero te arreglarás, luego ….
Pero antes de que Elia terminara su
frase y aprovechando que le había dado la espalda, Alicia salió corriendo en
busca de sus padres. Nada podía ser peor que lo que había hecho la noche
anterior así que ….no los encontró en su habitación, pero antes de llegar a las
escaleras principales Elia la alcanzó en su carrera.
-
Basta ya!
Creo que bastante mal están las cosas como para que las empeores. Tú padre y tú
madre están en la Sala
del trono.
-
No,
imposible, hoy no es día de audiencia, hoy es mi cumpleaños.
-
Ya, pero
creo que no entiendes el alcance de tú deseo, Alicia. Al formularlo, al
expresarlo en voz alta has puesto al consejo en un gran dilema pues ….
-
….pues al
haber formulado su deseo en voz alta –era el Consejero más antiguo el que
hablaba, Bais con sus enormes barbas blancas se dirigía al rey y a la reina que
la noche antes le había ordenado ocupar su sillón – ha comprometido nuestro
futuro. Si no lo hubiera hecho… si hubiera permanecido siendo un secreto – la
reina hizo ademán de contestar pero su esposo la contuvo con sus firmes manos-
no hubiera pasado gran cosa pero siendo así… solo queda una opción.
-
No os
atreváis ni siquiera a nombrarla –Mara se puso en pie. Su rostro denotaba el
cansancio de toda una noche en vela. Había cambiado su traje negro por uno rojo
y eso era una clara señal de que no estaba dispuesta a obedecer. En el Reino de
Lis el rojo no es un color apropiado para vestir….
-
Pero majestad
–la voz de Marín el Consejero de la región del norte se hizo notar con fuerza –
solo os indicamos lo señalado para estas ocasiones. En Lis nunca jamás se había
roto la tradición de esta manera, nunca jamás salvo aquella vez …
-
La primera
y última – remarcó Bais.
-
No os
entregaré a mi hija. Estoy dispuesta … estamos dispuestos a aceptar su error,
proponednos un castigo digno de ser cumplido por una princesa y así lo hará. Os
prometo que no se desviará de la línea que marquemos aquí y ahora … pero no os
la entregaré. ¡No!
-
Pero
majestad –tomó la palabra Álver, el Consejero de la región del oeste – tal y
como lo entendemos no se trata de lo que vos queráis o no. Se trata de lo que el código dice al
respecto.
Su sonrisa ladina no gustó demasiado
al rey y enfureció más aún a la reina. Para evitar montar en cólera y comenzar
una discusión, Mara intentó ser cauta y reflexionar. Su ira era conocida en
todo el reino y por eso sabía que pasaría a la posteridad no como la reina de
los jardines, sino como la reina de la ira. En Lis no existían las peleas ni
los malos modos, pero ella había sido especial en esto, no podía evitarlo. Y
cada vez iba a más. Pero su hija había complicado tanto la situación que no
podía enfrentarse abiertamente al Consejo, primero debía conocer lo que querían
hacer y consciente de que esta era la mejor de las opciones ocupó de nuevo el
trono al lado de su marido.
Álver, el Consejero de la región del
oeste la miraba encantado con la
situación. No era para menos pues el tiempo le brindaba la mejor de las
venganzas y tenía motivos para desear la más cruel de todas. Era primo de la
reina y como tal hubo un tiempo en el que los habitantes de Lis le consideraban
el predilecto para reinar. Pero la noche en que debía elegirse el deseo de la
futura reina Mara dejó claro que no se casaría con el presuntuoso Álver y
eligió para convertirse en su esposo a Daid, el más pequeño de los dos. Así es
como Daid se convirtió en el rey de Lis y Álver odió a su prima desde ese
preciso momento. Mara lo sabía, sabía que Lis era la tierra de la paz y la
concordia y que esa paz y aparente calma se nutría de miles y miles de pequeñas
historias de odio y rencor y que esto daba paso a la insatisfacción y la ira
contenidas que eran las peores armas con las que el ser humano puede lidiar.
Notó con su marido comprendía la situación tan bien como ella y notó que con su
mano la retenía, la instaba a escuchar…
-
Bien,
majestades. Tal y como indica nuestro código, la rebeldía de la princesa debe
ser castigada. Tal y como todos nosotros sabemos, la historia de este castigo
si haya contenida en los libros prohibidos, aquellos que sólo son accesibles al
Consejo de reino…y si no me equivoco dichos libros se hayan custodiados en esta
sala – Álver se dirigió rápidamente hacia dónde estaba sentado el rey.
-
No hace
falta que os molestéis, primo –la voz del rey sonó serena y fría. Todos sabemos
la historia que contienen los libros prohibidos. La cuestión es si debemos
aplicar una ley tan antigua a una circunstancia tan actual…. De hecho no podemos
demostrar que la historia contenida sea cierta.
-
Pero
¿majestad? ¿Ponéis en duda nuestra propia historia? – Bais se levantó
secundando la actitud de Álver.
-
Si majestad
–Mairín hizo lo mismo- no podemos cuestionar nuestra propia historia ….
-
Y la historia
es clara al respecto. La princesa no puede seguir viviendo.
Las palabras de Álver atravesaron
las puertas negras de la Sala
del Trono. Y se clavaron con rotundidad en los oídos de la pequeña Alicia. Ahora
ya sabía que la incertidumbre no es lo peor que le puede pasar a alquién. El
frío la invadió por completo y la dejó sin respiración. Hasta ese momento no lo
había sentido, ni siquiera se había dado cuenta de que estaba descalza. Los
brazos de Elia la rodearon y sin poder resistirse, sin oir, sin hablar, sin
ver, dejó que su prima la llevara a su habitación y no se percató de que
lloraba amargamente. Ni siquiera se dio cuenta de que ella misma lloraba sin
control.
Abrazadas en la oscuridad no se
dieron cuenta de cuanto tiempo había pasado cuando las puertas de la habitación
se abrieron de par en par. Él horror dio paso a la tranquilidad al observar
como su padre y su madre penetraban en la habitación. Alicia corrió a sus brazos.
-
¿Hija,
porque lloras? – Y al mirar la cara de la niña, el rey se dio cuenta de que ya
sabía cual era su destino. – Vamos, vamos, cálmate.
-
Yo, yo
puedo formular otro deseo. Os lo prometo. Formularé otro deseo con tanta fuerza
que … ni siquiera nadie recordará lo de ayer por la noche. De verdad, por favor
……
-
No. –La voz
de Mara sonó rotunda en mitad de las súplicas de su hija se acercó a ella y
volvió a ponerla la mano sobre su pecho por segunda vez en muy pocas horas- No.
Ese deseo no sería sincero y yo no te he educado para que vendas tu sinceridad
para contentar a un puñado de necios. No. La verdad debe prevalecer por encima
del miedo. El deseo debe surgir de tu corazón, Alicia.
-
Pero mamá
¡yo no quiero morir! –el llanto de la niña se volvió violento y desgarrado,
pero Mara la cogió en sus brazos y le dijo en voz muy baja…
-
Escucha
hija, te voy a contar un cuento. Una vez existió una princesa en Lis, una
pequeña princesa que desafió las normas del código y las de todo el reino. Esa
princesa, por desgracia, fue sentenciada a morir para evitar las posibles
desavenencias que pudieran ocasionarse por su comportamiento. El código obvió
esta historia pero su recuerdo permanece en todas sus sucesoras. Tú llevas su
nombre hija querida. Un nombre maldito pero ¡yo lo elegí para ti porque así me
lo indicó el corazón! Si has escuchado tras las puertas del Salón sabes que el
Consejo reclama tú vida y también sabes que yo me he negado a dársela.
-
Pero ….
-
No. No te
entregaré a ellos, antes volveré a romper las normas que tú has transgredido.
Iniciaré la guerra en Lis.
-
Mara –Elia
se acercó a su tía- Mara, querida, ¿qué dices?
-
De hecho,
la guerra ya se inició hace tiempo. Todo el consejo está dividido. Sino los
separa una idea lo hace el poder o la riqueza. El Consejero Mayor y el del
Oeste y el Norte no están a mi favor, eso es obvio pero en cambio los del este
y el sur son mis más fieles aliados. Bajo nuestro reinado han prosperado mucho y ….
-
Nos deben
muchos favores –el rey continuó.- Los hemos librado de quedar sometidos bajo el
mandato de los otros consejeros y ahora ha llegado la hora de que decidan
luchar o vivir para siempre sometidos al resto del Consejo.
-
Pero ¡qué
vamos a hacer! –Elia se dejó caer en una silla. -¿Qué pasará si os negáis a
obedecer?
-
El consejo
nos obliga a abdicar en Jaire. Supongo que tomará por esposa a una de sus
primas … -El rey paseaba inquieto.- La reina y yo seríamos desterrados a una de
las islas del mar de Lis. No obstante ya estamos preparándonos para la guerra,
era inevitable. La decisión de Alicia solo ha precipitado las cosas.
-
Si, pero no
tenemos tiempo – la reina separó de sí a su hija y la miró fijamente a los
ojos- desde esta noche quedan tres días para que la declaración de la guerra se
haga formalmente. Este es el tiempo que le hemos suplicado al Consejo para
entregarte. Y es el tiempo del que dispones para huir.
-
¿Huir?
-
Si pequeña.
Debes irte, debes huir –el rey se acercó a su hija y besó su frente- pero no
temas, tú madre y yo estamos seguros de que algún día regresarás a tú tierra.
-
No llores,
Alicia. No creas que huirás sin ningún otro propósito… Debes buscar ayuda, debes
atravesar el mar de Lis y encontrar la Tierra de las Promesas… ya sabes, la de los
cuentos y leyendas.
-
¿Cómo? –Elia
se levantó de la silla como si un resorte la hubiera impulsado.-Sin duda habéis
perdido el juicio. Si, estoy completamente segura de que toda esta situación os
ha trastornado por completo ¡La tierra de las Promesas! No es más que un cuento
para niños, vamos….
-
Elia,
debemos suponer que todo lo que se recoge en los Libros Prohibidos es cierto.
No sabemos en que medida ni en que grado, pero estamos seguros que más allá del
mar de Lis existen otras tierras y que en alguna de ellas existe un ejército de
mujeres y hombres que luchan por la libertad y la justicia….- Mara hablaba
nerviosa, pero llena de esperanza e ilusión.
-
Si claro y
por supuesto si esto fuera cierto estarán encantados de venir a luchar en una
guerra en un país que ni siquiera conocen.
-
Luchan por
la libertad y la justicia y su recompensa es conseguir liberar a los pueblos de
los tiranos que los oprimen-el rey se acercó a las mujeres- y nosotros estamos
oprimidos, sometidos a un código que nos obliga a acatar normas injustas…por el
miedo que nos causan los otros.
-
Nuestros
propios vecinos, nuestras propias familias…. Mira Elia, cuando la guerra se
haya extendido sabemos que la perderemos sin remisión. Somos menos, somos
muchos menos y además ellos llevan tiempo preparándose para esto. Debemos
conseguir ayuda. –Mara tomó de las manos a
Elia.- Y si fuera preciso debes ofrecerles nuestro mayor tesoro; la
piedra negra que surge del corazón de Lis…
-
Disculpa
¿has dicho ofrecerles?
El rey y la reina se miraron y
entonces Elia supo que acompañaría a Alicia en su viaje y que este viaje
supondría atravesar tierra y mar en pos de una idea que ni siquiera sabían a
ciencia cierta si existía.
Pero no tenía miedo, había criado a
la niña como si se tratara de una hija. Alicia había dado sus primeros pasos en
su compañía y no permitiría que nadie le hiciera daño. Nadie. Fue así como Elia
supo que su vida cobraba el sentido que ella llevaba buscando años y secretamente
se sintió bien.
Alicia se durmió aquella noche entre
los brazos de su madre escuchándola cantar una vieja canción de cuna. Se lo
pidió al irse a la cama, cuando su madre le preguntó que quería de especial
aquella noche, la noche de sy cumpleaños, pues en su fuero interno temía no
volver a verla nunca más.
Y cuando se hubo dormido al arrullo
de su madre, la reina de Lis besó sus mejillas, su frente, su pelo y sus manos
y antes de abandonar la habitación de su hija musitó una vieja fórmula para
protegerla de todos los males y se despidió de ella con estas palabras:
- Mañana ya no te veré hija mía,
pero no olvides que jamás te dejaré sola.
Y hay quién dice que fue la primera
vez que la reina de Lis lloró.
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