Una forma diferente de mirar el mundo...

Cerramos con postigos las ventanas de nuestras mentes.
Encerramos y sometimos a los pensamientos de mil formas diferentes.
Y ellos encontraron una alternativa para brotar libres.-

domingo, 2 de agosto de 2009

Cuento de Lidaira (I)


Existió una vez en el mundo un hermoso país llamado Lidaira. Su nombre procedía del ingenio de los cuatro vientos que al pasar sobre aquel lugar susurraron al mundo el nombre de Lidaira. Era una tierra hermosa y sus gentes la trabajaban con esmero y dedicación. Así fue como se convirtió en tierra próspera y como se hizo necesario dirigir su destino para que los impulsos mezquinos de los descarriados no la dañaran y la hicieran una tierra desdichada.
El pueblo de Lidaira se congregó y decidió elegir a un grupo que los organizara y dirigiera y como cinco eran las principales ciudades del país, cinco fueron los elegidos. Cinco. Hombres y mujeres Voluntariosos, Honestos, Inteligentes y Dedicados. Pero pronto se hizo necesaria la presencia de un cargo por encima de ellos, una persona que aunara los esfuerzos de las cinco ciudades y sus cinco representantes y fue así como Lidaira, reunida en asamblea decidió buscar entre sus gentes.
La búsqueda fue ardua y farragosa. Ante Lidaira desfilaron cientos y miles de aspirantes al cargo pero uno a uno fueron descartados por diferentes motivos y un buen día, un día en el que el verano daba paso al otoño, apareció ante ellos una joven.
Había nacido al sur del país y desde que abrió sus ojos observando con valentía el mundo que la rodeaba, su madre supo que su hija estaba destinada a algo grande. La niña poseía un aura muy especial y todo aquel que la miraba o la escuchaba hablar se rendía ante su encanto natural y su inigualable belleza y a medida que iba creciendo, se iba haciendo consciente de este don. Utilizaba su poder de seducción para alcanzar aquello que deseaba y su ambición no conocía límites. Cuando supo que Lidaira buscaba a la persona capaz de dirigir sus destinos, sin dudarlo se presentó ante el pueblo.
Al principio les sorprendió que una mujer tan joven se presentara ante ellos, pues apenas había cumplido los 30 años, pero en cuanto las palabras comenzaron a brotar de sus labios nadie escapó al hechizo de su poder. Habló con decisión, con coherencia, con fuerza y con pasión y todo el pueblo de Lidaira fue unánime al decidir que era la indicada.
Y la nombraron Organizadora del país de Lidaira. Y así fue como ella, convertidos sus anhelos en las necesidades del pueblo logró hacer de LIdaira el país más próspero sobre la faz del mundo y no escatimó esfuerzos en conseguirlo.
Pero el tiempo corría y el pueblo, como un niño caprichoso, anhelaba nuevos cambios, se aburría del fructífero presente y los rumores hablaban del cambio sin cesar. La Organizadora iba a celebrar ese año sus veinte años de mandato pues había sido renovada en el poder cinco veces. Su salvaje belleza juvenil había dado paso a una mujer que seguía siendo hermosa, pero que ya no era joven. Y se sintió traicionada, había entregado su vida a aquel pueblo que tanto la había amado y que ahora, en su madurez pretendía abandonarla y sentenciarla al más cruel de los olvidos.
Y así fue como decidió utilizar los rescoldos de su encanto para cautivar al más anciano del país, cuya sabiduría comprendía el origen de Lidaira. Y se fue en su busca. Al encontrarlo la mujer desplegó todo su poder de seducción y el anciano hechizado por su belleza y sus artes le contó el secreto de Lidaira: “el poder de un país reside en su espíritu y su espíritu está encerrado en su nombre. Debes conjurar a los vientos, debes llamarlos a tu presencia solo ellos conocen el poder de Lidaira pues ellos susurraron al mundo su nombre”.Deseosa de probar la verdad de este secreto huyó a las profundidades de un bosque y buscando la complicidad de la noche alzó sus manos y suplicó con todas sus fuerzas a los vientos que acudieran a su silenciosa llamada. Y los vientos del norte, del sur, del este y del oeste acudieron a la llamada de la mujer. Al principio no notó nada, salvo que sus cabellos se agitaban gracias a una improvisada brisa pero al cabo de unos segundos tuvo que hacer verdaderos esfuerzos por no caer abatida por el impulso del aire. Se cubrió los ojos y cayó de rodillas y entonces escuchó las palabras del viento del norte: ....

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