Una forma diferente de mirar el mundo...

Cerramos con postigos las ventanas de nuestras mentes.
Encerramos y sometimos a los pensamientos de mil formas diferentes.
Y ellos encontraron una alternativa para brotar libres.-

jueves, 6 de agosto de 2009

Cuento de Lidaira (III)

“Claro que podemos –dijo el viento del sur- puesto que en tú corazón residen tus sentimientos y es la única riqueza que puedes ofrecernos. Gracias a ellos silbaremos furiosos las noches de ventisca, levantaremos una brisa tierna y amorosa las noches cálidas de verano y ulularemos tristes cuando terminen la primavera. Y no morirás mujer, pues en el lugar que deje tu corazón soplaremos un suspiro de viento que te permita seguir viva mientras el resto de hombres y mujeres a tu alrededor envejecen y mueren. Y toda Lidaira, todo tu país te amará eternamente. ¿No era ese tu deseo?”.
La mujer asintió con la cabeza y aunque lo que le pedían le parecía imposible y despiadado el aroma de la Garnata la envolvió con su seductor hechizo y al fin aceptó.
“Antes de arrancarte para siempre el corazón, debes dar un nuevo nombre a tú país” el viento del sur se coló en el pensamiento de la mujer, que aturdida se quedó pensando y luego preguntó: “¿nunca más volveré a tener mi corazón?”.
“Solo si existiera alguien con un deseo tan profundo como el tuyo capaz de sacrificar su corazón por obtenerlo. Solo en ese caso, escucharíamos las palabras que nos convocan y vendríamos a llevarnos su deseo. Solo en ese momento recuperarías tu corazón”.
La mujer lloró amargamente y los vientos la respetaron por uno segundos. Luego la empujaron hacia los límites de Lidaira y allí le volvieron a recordar su compromiso: debía darle un nuevo nombre al país. A duras penas se enjugó las lágrimas y escuchó las palabras del viento del sur que dulce como el almíbar le susurró: “venga mujer, no tardes tanto, cuanto más tiempo dejes pasar será peor. Cumple rápido con tu cometido y así nos dejarás libres para cumplir con el nuestro. Cuando poseamos tu corazón ya no sentirás nada. Venga, dale un nombre a tú país”
Y la mujer, miró Lidaira sin ser consciente de que sería la última vez que su vista la llenara de satisfacción y orgullo, y sin dudarlo le dio un nuevo nombre: “Serás el País de Las Garnatas pues haré crecer estos árboles en todos los rincones de su tierra”.
Sin dar tiempo a más los vientos revolotearon ávidos por probar los sentimientos de la mujer y sin mediar más palabras se acercaron a ella y le arrebataron el corazón. Luego todos juntos se hicieron uno y soplaron en su pecho vacío y la mujer respiró. Y abrió los ojos que habían perdido todo el brillo que le proporcionan los sentimientos.
Y escuchó a los vientos llenos de alegría, hinchados por la pasión y el amor. Los oyó alejarse tumultuosos, llenos de ilusión pero no sintió nada. Tomó la Garnata y se dirigió al palacio de la principal ciudad del país.
Desde el día siguiente ordenó plantar la Garnata en la plaza principal de la ciudad y los huesos de las Garnas sus frutas, fueron sepultados por todas las tierras del país. Las Garnatas surgidas de los huesos de las frutas crecían a gran velocidad y en menos de un año el país estuvo plagado de aquellos prodigiosos árboles sin que nadie salvo la Organizadora supiera de sus cualidades. Y para aquel entonces todos los habitantes adoraban con fervor a aquella mujer que a medida que pasaban los días estaba más hermosa y más joven. Y su deseo se hizo realidad pues Las Garnatas le suministraban juventud y belleza para que ella impartiera orden y perfección en todos los rincones del país.
Pero ella nunca pudo disfrutar de sus logros pues no sentía nada dominada por un frío corazón de aire.

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