Una forma diferente de mirar el mundo...

Cerramos con postigos las ventanas de nuestras mentes.
Encerramos y sometimos a los pensamientos de mil formas diferentes.
Y ellos encontraron una alternativa para brotar libres.-

martes, 4 de agosto de 2009

Cuento de Lidaira (II)


“nos has convocado aquí y ahora, nos has llamado perturbando nuestro descanso. Nos has llamado pronunciado palabras que son un secreto y que solo saben los más antiguos” la voz del viento del norte sonaba como una noche de tormenta en la que el viento brama sin descanso, profundamente. “Aquí estamos mujer, obedeciendo al poder de las palabras. ¿Qué quieres de nosotros? Medita bien tú deseo pues una vez que los pronuncies nos lo llevaremos y lo haremos nuestro”. Así le dijo el viento del este que se insinuaba como un silbido, como un susurro.
La mujer intentó levantarse pero fue inútil, y sintiendo la impaciencia de los vientos dijo en voz muy bajita: “Deseo que el pueblo de Lidaira me ame eternamente, deseo que sopléis tan fuerte que el tiempo retroceda, devolvedme la juventud, la belleza y daré a Lidaira orden y perfección”.
Cuando acabó de pronunciar la última de las palabras notó que los vientos se hacían mucho más fuertes y pensó que se habían enfadado a causa de su deseo. Lloró abatida por el miedo y escuchó como a su alrededor caían los árboles bajo el impulso ensordecedor de los vientos. La fuerza que ejercían era tan brutal que la mujer pensó que la cabeza iba a estallarle y justo cuando pensó que ya no podía soportarlo más, los vientos se sosegaron y escuchó las palabras del viento del oeste: “Mujer, tú deseo ya está con nosotros. Pero no podemos cumplirlo en su totalidad. Te mostraremos el instrumento capaz de doblegar bajo tu encanto las voluntades de toda Lidaira, levántate y abre bien los ojos” La mujer obedeció a aquella voz que sonaba como miles de insectos atrapados y se levantó sin ningún esfuerzo. Cuando abrió los ojos contempló ante ella un pequeño árbol de color anaranjado cuajado de pequeñas bolas de color rojo. Estaba aterrada y tenía mucho frío, pero algo en el árbol la atrajo con la suficiente fuerza como para vencer todos sus miedos y tomando uno de los frutos de color rojo se sintió totalmente cautivada por su olor que semejante a una noche de primavera parecía contener todo lo hermoso y bello del mundo conocido.
“Ese árbol se llama Garnata y su fruta son las Garnas. Lo hemos traído especialmente para ti, pues en todo el mundo existe un prodigio natural semejante. Este árbol se nutre de la belleza de los ojos de los amantes, de la perfección de todos los seres, de la juventud de los hombres y mujeres, y del orden de todos los que le rodean. Y a través de sus frutas obra el milagro de confundir los sentidos y la vista. Pues si bien arranca todas las cualidades que te he enumerado su fruta consigue que todo aquel que mire bajo su embrujo solo vea juventud, belleza, perfección y orden. No podemos cumplir tu deseo y someter al tiempo a nuestro antojo. No podemos devolverte la belleza y la juventud para que obres el milagro de la perfección y el orden en Lidaira pero podemos ofrecerte a cambio este árbol que seduce y enamora a todo aquel que lo prueba ¿aceptas?”. El viento del sur le realizó su pregunta con su voz dulce y melosa y la mujer miró al árbol y probó la fruta que continuaba en su mano y ya no pudo negarse.
“Si” dijo al mismo tiempo que experimentaba el mayor placer de su vida al saborear la Garna.
“Ahora es necesario que nos digas que estás dispuesta a ofrecernos a cambio de nuestro regalo”. El viento del norte la envolvió con su gélido abrazo y su voz atronó en sus oídos.
“¿Ofreceros? ... yo creí que quién poseyera el secreto de los vientos gozaría de su favor sin tener que dar nada a cambio.”
Los vientos rugieron enardecidos y llenos de ira, y al cabo de unos instantes calmaron su revoloteo pero la mujer había caído de nuevo al suelo abrazada a su árbol.
“¡Ilusa! Por supuesto que queremos algo a cambio. Todo el que conoce el secreto lo sabe. Nada en este mundo está exento de un precio” dijo el viento del este agitando todos los árboles y riéndose de la mujer.
La mujer comenzó a ofrecerles todas las riquezas de Lidaira, nombrándolas una a una, pero a los vientos nada les resultaba suficiente.
“No queremos piedras ni monedas ni palacios, no podríamos transportarlos y ¿de qué nos servirían? Son objetos ajenos a nuestra naturaleza solo sirven a vuestros propósitos. En cambio aceptaríamos de buen grado algo que pudiera acompañarnos a través de nuestros viajes. Algo que permaneciera eternamente a nuestro lado” el viento del oeste habló con calma y acarició las mejillas encendidas por el cansancio de la mujer.
“¡Lo que queráis, os daré lo que me pidáis!”
“Entonces, nos llevaremos tú corazón” el viento del sur silbó su petición y arrulló a la mujer con su calidez. Pero atónita ante la petición de los vientos, la mujer lloró amargamente y entre lágrimas preguntó al viento del sur: “¿cómo queréis llevaros mi corazón, como podré vivir sin él? Moriré en el mismo instante en que me separéis de él... no podéis pedirme eso”

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