Una forma diferente de mirar el mundo...

Cerramos con postigos las ventanas de nuestras mentes.
Encerramos y sometimos a los pensamientos de mil formas diferentes.
Y ellos encontraron una alternativa para brotar libres.-

martes, 14 de agosto de 2012

ÉVORA

Escrito en 2007, Évora pertenece a una serie de relatos sobre ciudades.

Évora.
Llegamos a Évora de noche. El hostal apestaba a humedad, pero fue lo único que encontramos a esas horas.
Un cuarto inmenso, oscuro y frío. Una mampara que separaba una cama metálica de la bañera. El váter estaba fuera, en un pasillo demasiado largo.

Me propusiste ir a Évora para hacer fotos de su muralla. La visité siendo una niña y la recordaba como si se tratase de una postal.

-¡Vamos!-me dijiste una tarde - cogemos el coche y nos perdemos un par de días. Podemos ir a Évora. Me han dicho que se puede hacer una excursión nocturna y fotografiar una lluvia de estrellas... y el amanecer de Évora, que por lo visto es increíble...

Nada más llegar paseamos y nos perdimos por Évora. Dicen que Évora nació del lamento del viento, que susurró sobre el sur del país un pensamiento triste, un secreto. Pero a mí me parece que es una ciudad hermosa. Piedra, olor a sal, olor a inmensidad . Pero no me parece una ciudad triste.

Rodeamos la muralla y recorrimos el empedrado de las calles de esa ciudad esculpida por el viento. Recuerdo que nos sentamos en una fuente. El chapoteo del agua, tu sonrisa, el sabor de tus labios....lo recuerdo todo.

Llegamos al hostal pasada la medianoche.

Subo y me doy una ducha. El agua sale fría y oxidada, al principio es de colo rojo. Pero llevo todo el día andando y no soporto mi propio olor. Me pongo una camiseta larga que saco de la maleta. Lo primero que pillo. Creo que es tuya, huele a ti.

Casi sin darme cuenta me quedo dormida. Estoy agotada.

Lo siguiente que recuerdo son tus manos recorriendo mis muslos. Apenas me he tapado con la sábana blanca que huele a lejía. Tus manos recorren mis muslos, suben ágiles, y en un segundo la camiseta que llevo cae sobre el suelo.

Tu boca se posa en mi cuello. Noto tu respiración agitada, el peso de tu cuerpo sobre mi cuerpo. Tus piernas separan las mías. Presionas tu cuerpo sobre el mio.

Acaricias cada rincón de mi piel. Estoy cansada, pero tus manos me despiertan. Retiran todo el cansancio del día. Me calman. Me excitan. Hoy te noto diferente.

Dicen que Évora surgió del susurro triste del viento. Y de tu susurro en mis oídos nace el compás de mis caderas. Y me dispongo a recibirte.

Siempre me penetras con urgencia, como si nos faltase el tiempo. Pero hoy parece que se ha detenido. Tu pecho se mueve rápido, mi cuerpo se arquea, y te deslizas dentro de mí con mucha suavidad. Parece que no hay tiempo. Parece que todo es infinito: tus manos, el silencio, el beso que atrapa mi lengua con la tuya.

Y me meces dentro de ti. Como la ola sobre la arena. Como el sol ocultándose tras las murallas de Évora. Como esa canción que no se va de mi cabeza.
Susurras al oído mi nombre. Y un "te quiero" que se esculpe en mi mente.
Y te derramas. Y noto que me invado de una sensación tan grande como la que vió nacer a Évora.
Me duermo acunada en tus brazos. Y ya no me importa nada.

El día me sorprende con toda su intensidad. Oigo la ducha y siento el olor oxidado del agua. Te estás duchando.

Mi mente aún está atrapada en tus brazos. Toco mis muslos que áun están húmedos. Pequeños restos de cuando ayer mi hiciste el amor. Creo que hasta ayer nunca lo había notado con tanta intensidad. Sonrío. Mi memoria pasea por cada una de tus caricias, tus besos, tu boca...

Me levanto y me cuelo en la ducha. Te beso la espalda. Te vuelves sorprendido. Te beso, me besas.

- ¿Ya te has despertado? -me miras sonriente- ayer caiste rendida...-sonrío- imposible arrancarte para el paseo nocturno.-Te miro sin comprender- Si, la excursión... al final me fue con un par de italianos. Hemos pasado la noche fotografiando la lluvia de estrellas y el amanecer de Évora. ¡Increíble! -Me separo de tí y no comprendo, debes notar mi cara -¿Qué pasa? -sigo sin comprender- ¡ya lo sé, debía haber insistido más! Pero te ví tan cansada y dormida que decidí no insistir....necesitabas descansar...


Dicen que Évora nació del lamento del viento, que se deramó sobre la tierra, como si fuese un pensamiento triste, un secreto.

No hay comentarios: