Una forma diferente de mirar el mundo...

Cerramos con postigos las ventanas de nuestras mentes.
Encerramos y sometimos a los pensamientos de mil formas diferentes.
Y ellos encontraron una alternativa para brotar libres.-

domingo, 27 de mayo de 2012

Quién mira mal, llore bien

Si hace un par de años alguién me dice que terminaría por hacer de Diana en "El perro del hortelano", yo hubiese jurado que no.
Ha sido el reto más importante al que me he enfrentado como directora y como actriz. Sobre todo como actriz. Supongo que hasta que tuve la suerte de contar con los consejos de Esther Pérez (mi seño) llevaba todos estos meses juzgando a mi personaje: un ser frívolo, caprichoso, inteligente, manipulador...
Esta imagen corresponde al momento en el que comencé a comprender  a Diana. A quererla, a sufrirla y sobre todo a comprenderla.
Una mujer condenada a estar sola. Encerrada en sus propios prejuicios, sometida a un destino que no ha elegido. Una mujer sentenciada a no poder llorar en público, a no confesar que se ha enamorado. Una mujer que no puede amar. Sola.
En esta imagen, Diana está sola. No hay nadie que pueda verla y entonces llora. Se permite llorar dividida por el amor que siente por Teodoro y la imposibilidad de confesarlo y sentirlo en libertad. Consciente de su destino y de su suerte solo acierta a reprochar a sus ojos: "ojos, pues os habéis puesto en cosa tan desigual, pagad el mirar tan mal". Sin remedio, llorar. Sin que nadie la vea.
Y en este momento, me dijo Esther, es cuando Diana se hace humana ante un público que durante toda la obra lo único que ha visto es a un ser caprichoso y sin sentimientos.
Pero Diana los tiene.
El viernes, en Castril, conseguí rescatar toda esta emoción y prestársela a una Diana que lloró por ese amor que se va, que va lejos.

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