Una forma diferente de mirar el mundo...

Cerramos con postigos las ventanas de nuestras mentes.
Encerramos y sometimos a los pensamientos de mil formas diferentes.
Y ellos encontraron una alternativa para brotar libres.-

domingo, 21 de febrero de 2010

La torre de la cautiva II

Esas telas que ondean libres me marcan el camino. Parecen alas de paloma.

Miro un instante hacia atrás. La cama vacía, esa cama que ha sido testigo de mis desgracias. No sé cuánto tiempo llevo encerrada en esta torre. Al principio contaba los días impaciente. Luego no quería que pasasen, ansiaba esa luz del día que me mantenía a salvo de las visitas de ese salvaje.


Me arrancó de los brazos de mi padre y luego lo mató. Si, el muy cobarde mató a mi padre. Y me encerró en esta torre llena de lujos. Recuerdo mi entrada en la fortaleza. Los moros la llaman la roja. No pude evitar levantar la mirada del suelo y si mi alma no hubiese estado tan llena de odio y tristeza hubiese apreciado sus encantos. Luego me trajeron a esta torre y uno de estos herejes que hablaba la lengua de Dios me dijo que aquí permanecería hasta que renunciara a mi fe.


No levanté la vista del suelo, pero reí para mis adentros. Me sentí fuerte. En eso no podían decidir, pues no había espada capaz de doblegar éste alma cristiana. Pero entonces llegó la noche y con la noche los pasos. Sus pasos, los pasos del rey de este castillo de infieles. Ni siquiera llamó a la puerta, la abrió y tomó de mí lo que quiso. Al principio me resistía, luego comprendí que al hacerlo él disfrutaba y me limité a mirar a esa ventana.


“Isabel, conviértete. El rey quiere hacerte su esposa” me decía aquel moro que hablaba mi lengua. Pero yo me negué. “Mujer piénsalo, ahora estás viviendo en pecado. Convertida a nuestra fe serás su esposa y al menos tu alma hallará consuelo”. Pero me negué. Y los días se disolvían silenciosos, dando paso a las noches, cómplices de mi desgracia.


Esta noche no ha sido diferente. El rey ha abandonado mi lecho insatisfecho. No ha conseguido doblegarme. Soy esa tierra indómita que no se conquista. He tenido la certeza de que volverá, noche tras noche. Y es que la valentía no solo pertenece a los hombres. Así me lo enseñó mi padre. Soy como un soldado que lucha en una guerra que ya está perdida.


Las lágrimas han acudido limpiando mis desgracias y dando orden a mis ideas. He llorado por mi padre, por mi casa, por todas y cada una de las noches en las que este infiel me ha mancillado. Y las lágrimas me han recordado quién soy yo.


Y de repente me he sabido libre. Esas telas de la ventana me han mostrado el camino. Han estado ahí todo el tiempo, susurrándome un secreto que yo no he sabido escuchar. Pero ahora voy hacia esas telas, hacia esas alas que me envuelven con su murmullo. Me subo al quicio de la ventana y recibo el impacto de mi propia redención. El silencio de la noche invade mis oídos. Miro hacia atrás y maldigo ese lecho. La tela de la ventana se mueve como las alas de las palomas, que son libres. Como yo.

La Torre de la Cautiva I


Cruzo cautelosa este patio. Escucho el rumor del agua. Debo alcanzar la habitación en la que ella duerme.


Aspiro el olor de esta noche que se está extinguiendo. Y presiento el fin. El fin de mi tormento. El fin de este dolor que me apresa y me consume. Nunca sabrás lo que me ha costado abandonar mis aposentos, recorrer la distancia que nos separa y penetrar en esta torre que es tu morada. La has hecho tuya, como tuyo es el corazón de mi rey.
Maldigo la hora en que te apresaron y te trajeron cautiva a esta torre. Feliz existía mientras tú no eras más que un rumor susurrado al viento. Una leyenda, una historia. Pero mi rey partió presuroso a la batalla y en sus oídos resonaba el eco de ese cuento que incendió su alma. Decían que existía una cristiana cuya belleza no podía ser contenida por las palabras y mi rey, curioso como un niño, corrió a tu encuentro. Te trajo contra tu voluntad y te concedió esta torre.


Pude observarte a través de uno de mis balcones. Tu belleza penetraba como un olor, como un sonido, como el rumor de este agua que prende cada uno de los rincones de la Alhambra. Pero yo tenía la seguridad de que mi rey seguiría amándome. Yo, su esposa, su amante, su amiga, su confesora, su consejo, su consuelo. No era la única, pero estaba sola. A mí acudía cada noche buscándome desesperado. A mí se abrazaba y mirándonos a los ojos solíamos hablarnos durante horas, sin emitir palabras. A nosotros nos sobraban.


Yo no era la más bella de sus mujeres, pero para él siempre fui la más hermosa. Mi espíritu indómito lo sedujo con la fuerza de mil primaveras. Yo no quería ser una mujer atada a las exigencias de un mundo hecho para los hombres. Mi mente disfrutaba imaginándome en la lucha, en el gobierno, paseando libre por los jardines del palacio, disfrutando de los placeres encerrados en los libros… y mi cuerpo me recordaba que mi destino era una vida de renuncias. Nadie había logrado conquistar los impulsos de este corazón salvaje. Y entonces llegó él.


Fui su única mujer a pesar de no estar sola. Hasta aquel día en el que te observé a través de mi balcón. No fue esa piel blanca, ni esos ojos espléndidos. No fue la boca ni el cuerpo que se insinuaba a través de la túnica que llevabas. Fue ese clamor que se desprendía de tu cuerpo como grito mudo. Ese clamor que lo llenó todo incluido a mi rey.


Vi sus ojos cegados por el deseo. Nunca volvió a visitarme en mis aposentos. Evitaba mi mirada destronándome con su indiferencia de todos y cada uno de mis oficios. Ya no fui su esposa, ni su amante, no fui su amiga, ni su confesora, ni su consejo, ni su consuelo. Ya no fui nada. Y mi corazón indómito se convirtió en un amargo ruego, en una súplica que se recitaba por estos jardines preñando el aire de amarguras y lamentos.


Estoy frente a la puerta que abre la habitación en la que duermes. Te ha encerrado aquí hasta que renuncies a tu fe. Luego te convertirá en su esposa. Estoy preparada para verte. El aire de las noches que he pasado en vela me regaló esta idea que me ha pervertido por completo. Voy a matarte, Isabel. Lo haré con mis propias manos, privándote del aire que te permite vivir. Voy a convertirte en un cuento, en una leyenda, en una canción que se recite las noches de fiesta. El rey volverá a mirarme.
Sé que tras tu muerte vendrá la mía. Estoy segura. Los jardines de la Alhambra poseen los ojos de aquellas que se sienten igual que yo. Nunca he estado sola. Todas me miraban con envidia. Pero él volverá a mirarme.


Abro la puerta del aposento engalanado con mayor lujo que cualquier otro que yo haya visto. Me dirijo hacia tu lecho. Vacio. Las telas que cubren la ventana del aposento se agitan nerviosas. Como alas de paloma que se baten enfrentándose a este aire que huele a vacio…

lunes, 15 de febrero de 2010

La puerta de la Justicia




Creo que ya va siendo hora de regresar a mi casa.
Pero una vez más me retiene la conversación.

-Esta es la Puerta de la Justicia, observen los dos arcos. El exterior de factura muy elegante y el interior …..- Este guía repite siempre la misma historia y estoy segura de que vuelvo a esbozar esa mueca de disgusto. Esta no es la puerta de la Justicia, es la Puerta de la Explanada. Quiero gritar, pero sigo escuchando.

-¡Qué bonita! – una mujer joven mira hacia el dintel de la puerta. Coge con fuerza la mano de un hombre rubio y alto. Ella no es demasiado hermosa pero él posee el fuego de la luna en su mirada.

-¿Has viso la mano y la llave? – la voz profunda del hombre aviva mi curiosidad. Esquivo los cuerpos que me separan de la pareja y los observo más de cerca. No abandono el cobijo que me proporciona esta puerta.

-¿Qué? – la mujer acerca su cuerpo al hombre. Tiendo mi mano hacia ella, no me gusta que lo toque. Ese hombre posee una mirada que despierta mi alma aletargada.

-En los dinteles de las puertas hay una mano y una llave… la leyenda dice que ningún enemigo del Corán podrá entrar en la Alhambra hasta que la mano coja la llave. ¿No hueles a jazmín? – sus ojos se clavan en mi durante un suspiro y se encienden. Su mirada custodia una pasión capaz de encender un alma muerta. Luego mira a la joven y el brillo de sus ojos se pierde.

-¿A jazmín? Estás loco. Anda, vamos, el grupo está entrando en la puerta - los veo avanzar hacia dónde estoy. Mi corazón comienza una carrera contra los instantes que nos separan. Ella se pierde entre la gente. Él me mira y camina firme a mi encuentro. Sus ojos no se separan de los míos. Mi boca esboza una plegaria para frenar esta sensación que me marea.

-Huele a jazmín – Sus ojos llenos de luna despiertan mi alma que yace dormida. Y con ella surgen los recuerdos.

Alargo mi mano para tocar su mejilla. Su pelo alborotado por esta brisa de marzo me regala mi memoria perdida. Y ahora comprendo que me ata a esta puerta una sentencia infinita. Yo vi como se erigía esta puerta, piedra a piedra, colosal y magnífica. La llamaron Bib Xaria, la puerta de la explanada. Esta puerta que abre el esplendor de la Alhambra. Esta puerta que fue testigo de cómo moría mi alma. Mi padre Yusuf I mandó construirla frente al campo que servía para las maniobras de su ejército. Y en esta explanada mandó ajusticiar a un hombre que me miraba con los ojos prendidos de luna. Jamás me tocaron sus manos pero sus ojos encendían mi alma. Ahora recuerdo su último lamento, mi loca carrera a través de los jardines, mi pelo llenándose de jazmín… y el filo de la daga rompiendo mi corazón vacio. Yo misma me lo clavé en el recodo de esta puerta. Para olvidar, para que no me doliera el recuerdo de esos ojos plagados de luna.
Pero hoy un hombre ha sido capaz de mirar mi alma perdida y me ha recordado que ya es hora de volver a casa.

viernes, 5 de febrero de 2010

Aljibe del Trillo


Montefrío surge en el horizonte sin que los ojos lo esperen. La montaña sobre la que yace lo que queda de su célebre castillo, está inclinada, como si la edificación fuese a caer derramándose por el lado opuesto. El castillo fue planificado por el mismo ingenio que diseñó la Alhambra y se convirtió en una fortaleza inexpugnable hasta que los cristianos lograron reducirla y convertirla en recinto para alojar una de sus iglesias.

-Hace frío –la voz de Civantos rompe la quietud instalada en las murallas. Camina mirando al suelo. Otro sábado más paseando por entre estas ruinas. Se mesa la barba y mira con una media sonrisa a sus compañeros.

-Joder yo estoy helada – Emma lo mira con el ceño fruncido. Su figura es colosal al igual que su enfado. Se pone en jarras y me produce un escalofrío. Sus manos rozan mi piel. Me gusta.

-Y yo … ¿Qué hago? – el chico nuevo mira a los otros dos. Se mete las manos en los bolsillos invitado por un viento que corta la respiración.

-Siéntate a tomarte tu zumito y tu bocata, guapo – Emma le mira con rabia. Solo mi alma pétrea puede atravesar ese frío que proyecta para que no le hagan daño.

-Vamos, no te pases. Ven David –Civantos le hace un gesto al chico nuevo. El chico se acerca evitando en su trayectoria a Emma. – Estamos en el interior de la fortaleza, echa un vistazo a las murallas. Luego bajaremos por la ladera, a ver que encontramos.

-No – el no rotundo de Emma me confunde. ¿Se imaginará lo que tengo proyectado?. Observo sus ojos verdes y rasgados, su cara morena, su pelo corto y levemente ondulado. Hoy lo lleva de un tono extraño, un tono ajeno a los elementos naturales.

-¿Qué? – Civantos se vuelve a ella. Apenas le llega a los hombros pero siempre la tranquiliza. – Vamos, aquí ya no hay nada que hacer. En la ladera nos espera mucho trabajo. Además, está el aljibe.

-Joder tío, mira el frío que hace. Nos vamos a congelar. Podemos esperar a que haga un poco más de calor, el puto aljibe no se va a mover de allí – Emma lo mira y me pega una patada. Apenas la siento pero el miedo a que no baje la ladera me embarga. Amor no seas testaruda. Antes o después tenía que llegar este día …

-Si queréis puedo bajar yo –la voz del nuevo interrumpe mis cavilaciones. No, ese no es mi plan. Su cuerpo largo y nervudo se afana en convertirse en un inconveniente.

-No me hagas reír ¿tú solo? – Se prende en ella esa mirada que conozco tan bien. Esa mirada de determinación infinita que ha cautivado mi alma. – Vamos, Civi si hay que bajar que sea ahora. –Inicia el descenso de la muralla y sus pisadas encienden esa pasión que me atormenta y me deleita. ¡Qué cerca estás, amor y tú no lo sabes!

-Vamos David – Civantos se hace acompañar del nuevo. Ojalá las cosas hubiesen sido diferentes, ojalá hubiese bajado ella sola pero esta locura que me desordena tiene un precio. – Lo primero será llegar al aljibe. Es grande, debía abastecer de agua a toda la población extramuros. Está muy bien conservado. Estos ojos que todo lo ven observan con impaciencia como se dirigen al aljibe. Ella va delante, sin prestar atención a sus compañeros. Parece que está impaciente por encontrarse conmigo.- Emma lo llama el Aljibe del Trillo. Vivió una temporada en esa calle.

-¿Es eso? – la voz del chico nuevo rompe la magia de esa visión. Emma recorriendo ágil el espacio que nos separa.

-No, que va, es una nave espacial. Joder tío, ¿nunca has visto un aljibe? –apoya su espalda contra las piedras del aljibe. Aún no es consciente de lo que su cuerpo me excita más aún cuando está tan cerca.

-Estamos hoy de mal humor ¿eh? Venga, dale un poco de tregua, no te ha hecho nada –Civantos la mira con sus ojos oscuros. Descifro el deseo que arde en ellos y una punzada de celos me corroe. Pero no ha de durar mucho tiempo. Dentro de poco ella será mía.

-Lo siento, estoy de mala hostia. Es este sitio, me pone nerviosa – ya, amor, eso es lógico. Estás nerviosa pero te aseguro que a mi lado tu alma recobrará las alas. Ya no necesitarás esa máscara de ira que te protege del mundo. Estarás a salvo. Yo te protegeré – Desde hace unos días es como si … si alguien nos observara.


-¿Otra vez con tus paranoias? Venga estamos solos, tú, yo y David – y yo, no te olvides de mi. Ella me siente, su alma me nota. La dicha me embarga y la impaciencia me hace temblar.

-¿Qué ha sido eso? –el chico nuevo tiembla bajo el poder de mis deseos.

-No te preocupes, es normal. En esta zona hay muchos temblores y además es la época. ¿Entramos? – Civantos esboza una sonrisa y busca mi boca, la entrada a mi alma.

-¿Qué? ¿Estás loco? No lo dices en serio – Emma se pone nerviosa. La risa de él confirma sus sospechas - ¿Quieres que entremos en el aljibe? NI hablar. –No amor, no me hagas eso. No te resistas.

-¿Dentro del aljibe? – el nuevo levanta la vista, su voz tiembla.

-Vamos, con esta sequía es prácticamente imposible que tenga agua. Lo tengo comprobado. De todas formas lo volveré a hacer. Tenemos linternas y desde dentro observaremos mejor el recubrimiento de las paredes. Es nuestro trabajo – Bien, Civantos se llena de razón e hincha mis esperanzas.

-No – Emma se sienta en el suelo y apoya sus pies en mí. Noto su incertidumbre. No te resistas, amor, tarde o temprano serás mía. Lo he decidido.

-Vamos, no seas miedica. Además fuiste tú quién lo bautizaste. – Civantos se agacha y la acaricia. Su gesto me llena de ira, pero me contengo. Sus caricias son tan efímeras como su tiempo. Yo soy eterno.

-Ni loca -¡ay amor! A veces me asusta lo que provocas en mí.

-Está bien, quédate fuera. Entraremos David y yo ¡vamos! – apenas tengo tiempo de prepararme. No tenía previsto recibir a nadie más, pero estos son los inconvenientes de mis deseos. Y los asumo con placer. Recibo a Civantos en mis entrañas mientras su último grito alienta a su compañero – Venga David, voy a encender la linterna. – El nuevo salta dentro de mí sin que apenas lo perciba.

-¿Estáis bien? – Emma apoya sus manos perfectas en mis labios fríos. El calor de su presencia me enciende. – ¿Civi? – Arquea su cuerpo ágil en el interior de mis fauces y la oscuridad de mis pensamientos la envuelve. El eco de sus propias palabras me parece hermoso, pero ella se impacienta – Sois unos gilipollas. No tiene gracia. –Su miedo prende en mi interior la necesidad de poseerla. –Se sienta a horcajadas en mí y juraría que se siente vencida.
Un ruido imperceptible la convence. Salta en mi interior, penetrándome con toda la fuerza que contiene su alma. Ya eres mía, mi amor. Mía para siempre.

IDEAL DE GRANADA 7 de marzo de 2010
Continúa la búsqueda de los tres estudiantes de Historia de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Granada que el pasado viernes día 5 de marzo realizaban un trabajo de prospección arqueológica en el castillo de Montefrío.

martes, 2 de febrero de 2010

Carta a Tassilon

¿Qué decirte?
Qué somos bestias, manadas sedientas de sangre. Pero he observado que la fuerza de este instinto salvaje es directamente proporcional a la falta de seguridad del individuo.
En realidad debieras sentirte orgulloso pues no le eres indiferente a nadie. En honor a ti se han llenado hojas y hojas de escritos y comentarios y esto te convierte en alguien especial y, ser especial hoy en día es algo bastante complicado. Tienes algo que despierta envidias y aviva ese instinto atávico que pervive en el interior de todos nosotros.
Hoy en día el desprecio es moneda de uso corriente, como si a través de ella exorcizáramos todos nuestros males. Y ver lo positivo en el otro nos resulta una gran amenaza.
A mí me gusta prodigar esa mirada que incluso en el horror extrae belleza porque creo que me permite crecer y aprender. Esa mirada llena de ilusión que cada día me enseñan mis hijos, esa mirada que se nos ha olvidado sin querer o que hemos perdido queriendo.
Aquí me tienes amigo porque ya me siento satisfecha si con mi incursión en tusrelatos he conseguido conocerte ¿qué puede haber mejor que la amistad, el aprecio, la estimación en positivo y las actitudes constructivas?. Gracias a ti me he enfrentado a esta hoja en blanco con mucha más ilusión y fuerza, espero que esto te sirva y estoy segura por lo que leo que no soy la única.
Como buena "espartana" te diría que adelante, que no lo dejes, que digan lo que quieran. Posees un talento excepcional que te convierte en una diana viviente y cuanto más "te ataquen" más fuerte eres. Pero comprendo el desaliento y la decepción, yo misma los he sentido en estos últimos días.
Hagas lo que hagas, aquí estoy amigo.