Cuando me cuentan algo que me da mucha verguenza ajena, imagino la situación aderezada con una canción de fondo y, no me preguntéis porqué, suelo soñar un tango. Un tango amargo, el tango de las verguenzas.
Un tango que todos y todas hemos bailado y del que generalmente deseamos olvidar los pasos que lo hilvanan dándole ese sentido ácido y real tan característico del tango arrastrado.
Y creedme, cuando un grupo de personas se juntan para despellejar a otra con el único interés de hundirla, de echarla, de arrinconarla para ocupar el lugar que deja, yo les diría: a bailar, a bailar el tango de las verguenzas, a bailarlo para librarse de tan poco sentido de la ética y de la humanidad, a danzarlo para caer exhaustos, rendidos, en busca de un poco de la dignidad que han perdido, a ver si con suerte la encuentran por el suelo.
A los que no entendáis el sentido de mis palabras os pido el esfuerzo de aplicarlas a alguna situación de vuestras vidas aunque espero de corazón que no tengáis muchos episodios que precisen de la banda sonora del tango de las verguenzas.
Women in Love and Mahler ("Mujeres enamoradas" y "Mahler"
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