Es una costumbre muy usual y demasiado arraigada. Hacer corrillos, criticar, referir, hablar por la espalda, cotillear... en fin, poner verde a quién sea o lo que sea evitando de esta manera tener que decir las cosas a la cara.
Todos y todas asumimos que esto ocurre y seguimos utilizando este increible mecanismo que pretendemos sirva para exorcizar el mal al que nos referimos. Si lo pensamos bien, al hablar sobre algo que no nos gusta, que entendemos que está mal y que creemos que debe cambiar, tratamos de resolverlo pero pocas veces lo hacemos de manera directa.
Como si de un sortilegio se tratara entendemos que al verbalizar nuestra queja a cualquier hijo de vecino que pase por la calle, esta se hará realidad, llegará a su destino y conseguiremos resolver el problema en cuestión.
Es como si al expulsar las palabras fuera de nuestra boca, el aire, el viento las llevara directamente a su destino .... ¿o no?. Tal vez se trate simplemente de relajar nuestra ira, nuestro enfado, nuestro reproche, nuestra envidia pues al comentarla delante de alguién que casi siempre nos da la razón (depende del grado de disgusto con el que nos expresemos), hemos logrado nuestro objetivo.
Soy de las personas que pienso que para cambiar algo que no nos gusta, para hacer llegar una queja, para conseguir que las personas se comuniquen y entiendan mejor, lo ideal es decirlo a la cara. Creo que el esfuerzo merece la pena, que se pueden decir las cosas con educación y que si quién recibe la queja, el reproche o lo que sea, es lo suficientemente inteligente, nos agradecerá nuestra intención y aprenderá de nuestro punto de vista.
Aunque la vida sin los corrillos, no sería lo mismo.
Women in Love and Mahler ("Mujeres enamoradas" y "Mahler"
-
El aura de genialidad en el que anduvo involucrado el siempre discutible,
cuando no criticado (hasta con saña) quehacer cinematográfico de Ken
Russell, ha ...
Hace 7 años