Una forma diferente de mirar el mundo...

Cerramos con postigos las ventanas de nuestras mentes.
Encerramos y sometimos a los pensamientos de mil formas diferentes.
Y ellos encontraron una alternativa para brotar libres.-

viernes, 8 de abril de 2011

SONATA

Mis manos te acarician. Será la última vez. Cerraré la tapa y luego vendrá el silencio y con el silencio, te habrás ido. Aún recuerdo nuestra primera vez, apenas tenía dos años, pero la profundidad de tu voz me atraía sin remedio. Sentada en las rodillas de mi padre, aprendí a tocarte de todas las maneras posibles. A veces con violencia, a veces suave como las olas que despejan una playa desierta. Las partituras carecían de importancia, solo me indicaban un camino a seguir, pero en sus pasos yo me perdía contigo. Mis manos arrancaban tu voz, mis manos conseguían que tu voz traspasase los límites de la caja negra que contenía tu alma. Los dos creábamos magia rompiendo el silencio que tanto nos hería. Nunca consentí separme de ti, aunque mil veces me propusieron cambiar de piano. No. No era igual. Soñaba contigo, te sentía llenándome por completo. Cuando me dijeron que esperaba un hijo, corrí rápido a compartir la noticia contigo. Y los dos tocamos una pieza de Chopin. La recuerdo, puedo notar la intensidad exacta con la que mis dedos se derrabaman por tus hermosas piezas blancas. Elegiste un nocturno para ese momento y yo la ejecuté llena de emoción. Se que te enfadaste por el tiempo que nos robó el pequeño Víctor. Mi pequeño. Los primeros meses apenas me separaba de él y cuando acudía a visitarte, el aire se llenaba de reproches. Y mis manos no eran capaces de arrancarte una sola nota. Tu voz se negaba a penetrar ese silencio que tanto me hería. Ese silencio con el que tú me castigabas. Víctor era un niño débil y las noches se diluían con la misma velocidad con la que crecía tu ira. Podía presentirla, intuirla. La sombra de tu dolor me acompañaba como sombra muda. Pero jamás pensé que fueses capaz de causarme un dolor tan profundo. Todas las noches sueño con ese momento. El momento, el instante en que me rompiste sin ninguna compasión. ¿Lo habías pensado?. Si. Seguro que lo meditaste durante todas las noches en que no fui tuya. Yo estaba dormida con Víctor que volvía a tener fiebre. Su cuerpo caliente se pegaba al mío, tratando de conseguir un poco de calma. Estaba medio dormida, pero tu voz me despertó al instante. Me llamabas rotundo con la fuerza de toda tu rabia. Me levanté sin dudarlo y dejé al pequeño llorando, confuso: "mamá... mamá", pero su voz se confundía en la noche que se llenaba con tu voz. Tu voz que me reclamaba llena de desprecio. Recorrí el pasillo que nos separaba. Mis piernas temblaban y cada paso que daba me dolía con la intensidad de todo el amor que te tenía. Y a medida que avanzaba, tu voz se iba perdiendo, se iba convirtiendo en la voz de otras manos. Tus teclas blancas respondían a otras caricias que no eran las mías y a través de la rendija de esa maldita puerta, pude comprobar como te entregabas generoso a otros deseos que no eran los míos. No recuerdo la cara de la mujer que te tocaba, como si siempre le hubieses pertenecido. Me senté tras la puerta y te escuché. Escuché esa voz que ya no me pertenecía. Dicen que Víctor me llamaba desesperado, que lloró y que antes de morir consumido por la fiebre suplicó mi presencia. Pero yo no lo escuché porque tu voz me llenaba por completo. Y ahora cierro tu tapa. Porque he comprendido que hay sonidos que duelen mucho más que el silencio.

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