Una forma diferente de mirar el mundo...

Cerramos con postigos las ventanas de nuestras mentes.
Encerramos y sometimos a los pensamientos de mil formas diferentes.
Y ellos encontraron una alternativa para brotar libres.-

jueves, 6 de mayo de 2010

LA CATEDRAL

El sol me quema. Me pongo la chaqueta que llevo anudada a la cintura para proteger mis brazos, pues este sol de julio me está complicando la existencia.
La fachada de esta catedral ha cautivado todos mis sentidos. La breve plaza que se insinúa frente a la fachada te obliga a mirar hacia arriba, como si las dimensiones del edificio fuesen colosales; no lo son especialmente, pero es evidente que los picos de esta catedral traman pactos secretos con el cielo.
Me retiro unos pasos y bajo un par de escalones. Una mujer me hace señales desde la puerta de la catedral. Al principio dudo que se dirija a mí, pero su insistencia desvanece mis dudas. Me dirijo hacia ella y me sonríe. Es una mujer joven de unos treinta años. Su rostro ovalado y su nariz larga le confieren un aire magnífico. Sus ojos oscuros adornados de reflejos dorados atrapan mi mirada. Casi no percibo que mueva los labios para hablar.
- Creo que has perdido algo – sus largos dedos señalan el suelo. Un par de pasos delante de nosotras contemplo la tapa del objetivo de mi cámara.
- ¡Gracias! No me he dado ni cuenta, muchas gracias, de verdad – apenas me separo de ella y cojo el objetivo del suelo-.
- No hay de qué – me mira con un atisbo de asombro reflejado en su cara – pasa mucha gente por aquí a lo largo del día, no puedes imaginar la cantidad de cosas que pierden.
- ¿Vives por aquí? – su cara me resulta enigmática. Su conversación agradable.
- Si – se ríe – vivo cerca – de repente su mirada se fija en mis pantalones. Del bolsillo derecho asoma la entrada que acabo de sacar. Es para contemplar el interior de la catedral- ¿vas a entrar?
- Sí, creo que me toca en diez minutos. Soy una apasionada del arte – río, ella me regala una sonrisa.
- Entonces ¿podrías devolverme el favor? – mira el objetivo de mi cámara y no puede disimular una nota de ansiedad en sus palabras – es que he olvidado algo dentro – me mira, muy seria.
- ¿Algo?
- Una llave, seguro que la encuentras. – Su voz se vuelve euforia que invade el aire sofocante. La seguridad de sus palabras me desarma y asiento – te estaré esperando, no me moveré de aquí.
La conversación se vuelve trivial. Las puertas se abren y me despido de mi acompañante, estoy deseando visitar el interior de la catedral y sobre todo su retablo. Sigo al guía de la visita, pero sin mucho interés. Estoy absorta contemplando esa magnífica arquitectura y escuchando el bullicio incesante de las piedras que musitan los secretos del tiempo. Ya no tengo calor. La voz del guía se cuela en mis oídos y escucho sin querer, unas palabras que me congelan los pensamientos:
- “… esta capilla está dedicada a Santa Isabel Mártir que murió defendiendo su fe. Como pueden ver, la capilla custodia una tabla en la que puede admirarse su cara” – me acerco apartando al gentío que apenas percibe mi agitación. Las piedras que musitan los secretos del tiempo, me han alertado. Casi tengo que agarrarme al brazo del chico que me mira sorprendido. Pero no puedo dejar de mirar la cara de la mujer que me contempla desde la capilla: el rostro ovalado y la nariz larga le confieren un aire magnífico. Sus ojos oscuros adornados de reflejos dorados atrapan mi mirada incluso desde el óleo que la aprisiona. Siento que me ahogo, que todo se nubla a mí alrededor; creo que el chico que tengo al lado me pregunta algo, pero soy incapaz de contestar. Y las piedras que musitan los secretos del tiempo, me exigen que siga escuchando – “en esa caja que hay justo debajo de la tabla, está la llave de los aposentos en los que fue sepultada con vida. Es una suerte que hoy estén limpiando la capilla y que puedan contemplarlo todo más de cerca, pero por favor, no se aproximen demasiado”.
Creo que las piernas no me responden. El resto del grupo sigue su visita y yo trato de apartarme de la capilla. Pero noto la mirada dorada de la mujer que me espera en la entrada. Ya he encontrado su llave. Miro el retrato que me contempla y comprendo la tristeza que reflejan esos ojos oscuros. Me aproximo con sigilo y penetro en el interior de la capilla. La oscuridad me absorbe por completo y sin dilación, abro la caja. La llave está ahí y yo la cojo.
Apenas noto los pasos que recorro hasta la entrada de la catedral. Las fuerzas me flaquean al llegar a la puerta. El murmullo de las piedras ya ha cesado y en el silencio puedo escuchar a través de la puerta el latido de un corazón desbocado. La abro con determinación y me encuentro con unos hermosos ojos almendrados cuajados de lágrimas de alegría.
La mujer tiende su mano y yo deposito en ella la llave. El contacto con sus dedos me congela unos instantes y soy incapaz de mirarla.
- No puedes hacerte una idea de cuanta gente ha pasado por aquí. Pero nadie me veía… hasta hoy – cuando alzo la vista solo alcanzo a ver sus pasos internándola entre la gente, desvaneciéndola entre la muchedumbre, liberándola de murmullo del secreto del tiempo.

(Dedicado a mis buenos amigos Pablo y Vy)

1 comentario:

stavros koteas penagos dijo...

Amiga Laura, lo primero agradecerte esa dedicatoria. ¡Ahí van mis besos y los de Vy! Tu gmail, como siempre, (ya sabes cómo nos alegra recibir tus palabras)pleno de esa generosidad que te caracteriza, y que tanto valoro, pero sin que se me "infle el ego", jeje, pues ya sabes que ese tipo de "vanitas vanitatis" no va conmigo. Lo que sí celebro, ¡y mucho, es que mis palabras te motivaran (pese a que tú no necesitas ningún tipo de motivación, pues posees un "universo" riquísimo en todos los aspectos, no tan sólo literarios, sino disfrutable y palpable en esas fantásticas fotografías que aparecen a diario en tu magnífico blog), bueno, que... ¡olé y olé! le hayas dado un poquito a la tecla otra vez (pese a lo muy liada que andas: radio teatro, hogar... ¡y que no decaiga!)Ya me enrollo... Bueno, tomamos posesión (orgullosos de hacerlo) de "LA CATEDRAL": un relato que sabe a hermosos murmujeos de labios entre inscrpciones de mármol, como voces dormidas en los corazones que guardan los santuarios, y que, dulcemente, se elevan como palomas (tus palabras) entre una arquitectura deslumbrante pese a las sombras que guardan esos espacios-tiempo-históricos. ¡Y sí!: cuánta gente pasa... sin ver... Pero Dalaem estaba allí, y algo me dijo: detente... lee... no pases de largo... ¡qué estupendo día aquel en que nuestras "valoraciones" hallaron su pequeño universo virtual! ¡Y ya no me enrollo más... que me entra el complejo de pelma! Hasta pronto (el envío prometido sale, casi seguro, la semana próxima) Megalle filly (besotes) P. y V.