Una forma diferente de mirar el mundo...

Cerramos con postigos las ventanas de nuestras mentes.
Encerramos y sometimos a los pensamientos de mil formas diferentes.
Y ellos encontraron una alternativa para brotar libres.-

martes, 21 de julio de 2009

Drácula de Bram Stoker


De la biografía de Bram Stoker hay un hecho que resulta realmente perturbador; el escritor agonizaba a causa de la sífilis en una humilde pensión de Londres y aseguran que en sus últimos minutos de vida no paraba de señalar a una esquina de su habitación mientras una y otra vez pronunciaba: "Strigoi", palabra que en rumano significa vampiro.

Escribió su obra más universal en 1897, historia ficticia basada según algunas fuentes en el personaje real Vlad Draculea (Vlad el Empalador, triste y célebremente conocido por empalar a sus enemigos en unas lanzas gigantescas). Nace así el mito de Drácula una historia de un malo malísimo enfrentado a un puñado de buenos hombres y de buenas mujeres. Una historia, y he aquí el segundo hecho desconcertante de su biografía, que nace a raíz de una indigestión de cangrejos que por lo visto hizo que este irlandés tuviese grandes alucinaciones.

Y yo voy, inocente de mí, y con apenas doce añitos elijo para distraerme un par de tardes locas la reconfortante lectura de esta historia de vampiros. Y es que el muy canalla se ocultaba bajo la inocente apariencia de librito de cuentos y me susurraba desde la estantería que lo liberara de su cautiverio. Ávido por salir y aterrorizar el muy perverso no dejaba de observarme e incitarme hasta que un día, lo rescaté y abrí su encantadora portada....
Fue mi perdición pues no podía dejar de leer y a la vez me dormía todas las noches musitando las oraciones del mundo conocidas y por conocer. Acudían en mi auxilio y eso que soy atea y recitándolas en varios idiomas (algunos inventados) me dormía exhausta, con los ojos del buen conde clavados en mi tierno cuellecito infantil.
Para colmo al buen señor ilustrador no se le ocurre otra cosa que "imaginarse" al conde Drácula con la misma cara que mi padre y claro, esto me hizo alcanzar cimas de terror totalmente insospechadas. Imaginaos, yo leyendo el libro, invadida por el pánico más irracional y de repente en una de las ilustraciones en blanco y negro se desliza la tapa de un ataúd del que surge ¡mi padre!.
Está claro que el libro causó en mí una gran impresión. Y por eso cuando se convirtió en película de cine no pude dejar de ir al estreno.
Salí totalmente decepcionada. Yo iba para reencontrarme con mi perverso conde, con aquel ser malo de verdad, con aquel vampiro que muerto en vida, extraía su aliento gracias a la pausada muerte de sus víctimas. Y en cambio me encuentro con un personaje malo a medias que persigue a través del tiempo a su eterna amada. ¡Horror!. Drácula de Bram Stoker es malo. Es un animal que utiliza su capacidad racional para obtener lo único que le importa, el rojo y líquido elemento que le permite volver a la vida, imbuirse del poder, recuperar el vigor y campar a sus anchas.
Y para colmo todo el pastelazo con la voz de Annie Lenox de fondo, infumable.
La peli consiguió hacerme palidecer, pero no precisamente de pánico...

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