
A veces, cuando comenzamos a reformar algo a nuestro alrededor (algo material) sucede que por alguna extraña conexión, pretendemos reformarmos a nosotros mismos.
Sucede que creemos en la posibilidad de rehacernos. ¡Cómo si fuese así de fácil!.
Planificamos, diseñamos, nos convertimos en pequeños dioses que juegan divertidos a crear a su imagen y semejanza.
Removemos los cimientos de lo conocido, lo aniquilamos y sobre el mismo esqueleto construimos de nuevo sin darnos cuenta que lo nuevo no se diferencia demasiado de lo anterior.
Pero estamos felices y en paz: estamos de reformas y al mismo tiempo creemos que nos reformamos.
Justo en el mismo instante en que hemos terminado, nos damos cuenta de que volvemos a estar perdidos en la tranquilidad del orden y lo cotidiano... y volvemos a soñar con la siguiente reforma
No hay comentarios:
Publicar un comentario