Una forma diferente de mirar el mundo...

Cerramos con postigos las ventanas de nuestras mentes.
Encerramos y sometimos a los pensamientos de mil formas diferentes.
Y ellos encontraron una alternativa para brotar libres.-

miércoles, 17 de junio de 2009

El pájaro Tiaré

En el reino de Lis hace ya mucho tiempo existió un hermoso pájaro de hermosos colores, era un pájaro mágico pues decían que poseía un extraño don sin que se supiera en que consistía. Rojas eran las plumas de su cabeza, como el fuego. Azul su cuerpo como las aguas transparentes de los ríos de Lis y sus alas eran de un verde intenso como los árboles jóvenes de los bosques. Y este pájaro, llamado Tiaré vivía libre surcando los aires contemplándolo todo desde las alturas. Pero quiso la mala suerte que le diera caza un hombre despiadado y Tiaré se vió privado de su libertad. El hombre lo encerró en una hermosa jaula a la espera de que el pájaro le revelara sus poderes pero Tiaré suspiraba cada día de su cautiverio deseoso de volver a alcanzar su libertad. El lamento del pájaro era tan profundo que todo Lis quedó sumido en la más absoluta tristeza. Pero aquel hombre tenía una hija que conmovida por la tristeza del pájaro pasaba los días a su lado contándole hermosas historias y cantándole las más tiernas canciones para entretenerle. Aún así Tiaré no encontraba consuelo y un día se dirigió a la niña con las siguientes palabras: “he pensado profundamente y creo que si mi hicieras un favor podría sentirme un poco menos triste.” La niña asintió a su petición y le dijo que todo lo que le pidiera ella lo haría con tal de verle feliz. “Entonces, debes arrancarme un pluma y lanzarla al aire para que sea libre, para que surque el cielo tal y como yo lo hacía, de esa manera yo me sentiré mejor”. La niña se asustó ante tal petición pero como lo había prometido arrancó a Tiaré una pluma de su cuerpo. El pájaro recobró milagrosamente la alegría pues la pluma arrancada de su ala le susurró a través del viento los prodigios que veía al volar libre de ataduras y jaulas. Pero a los pocos días volvió a sentirse mal y la única solución que encontraron el pájaro y a niña fue seguir liberando una a una las plumas de Tiaré. Un buen día cuando el hombre despiadado entró a contemplar a su hermoso pájaro se encontró en su lugar a un ser desvalido y desnudo pues Tiaré se había quedado sin su plumaje. Extrañado y confuso el hombre abrió la jaula, pero el pájaro no pudo volar y sin temblarle el pulso el hombre le dio muerte. La hija enfermó de dolor y cuando consultaron a los sabios del lugar el más anciano de ellos le dijo al hombre: “debéis conseguir tres plumas: una roja como el fuego, una azul como el mar y otra verde como los árboles jóvenes. Y esas plumas deben provenir del mismo pájaro: Tiaré, el señor del cielo”. El hombre loco de dolor al comprender lo grave de su osadía se perdió sumido en su delirio en las tierras de nuestro reino y nunca más se supo de él. Pero aquella misma noche llegaron a aquel lugar unas extrañas noticias pues por toda la tierra de Lis habían surgido unos extraños nacimientos de una roca negra, tan negra como quedó el cuerpo de Tiaré al desprenderse de su plumaje. Y el viento que sopla del norte le contó a la niña enferma que la roca provenía de las plumas de Tiaré y allí dónde estas habían llegado surgió en su recuerdo la roca negra, roca hija del fuego, del agua y del verde de los árboles. Y el mismo viento le susurró que bajo un manantial de agua yacían las redondas piedras negras, piedras que eran el alma del pájaro y que debían permanecer allí en recuerdo de su cautiverio. Y esas rocas, esas perlas negras que descansaban bajo el manantial serían su cura. Y sin dudarlo la niña fue a ellas y nada más tocarlas se curó. Y esa piedra milagrosa es la que lucen las princesas del Reino de Lis hasta el momento en que son llamadas a ser la esposa del rey y cuenta la leyenda que solo aquella princesa que logre liberar el alma de Tiaré de la piedra negra, será capaz de reinar”.

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