Una forma diferente de mirar el mundo...

Cerramos con postigos las ventanas de nuestras mentes.
Encerramos y sometimos a los pensamientos de mil formas diferentes.
Y ellos encontraron una alternativa para brotar libres.-

jueves, 26 de julio de 2012

EL CUENTO DE LA PRINCESA QUE QUERÍA REINAR II


La pequeña princesa no comprendía ni la mitad de las cosas que estaban sucediendo. Aquella mañana no había despertado en su cama, como era usual. Había despertado en una vieja y sucia cabaña en mitad de un bosque tremendamente frío y oscuro. Alicia se hubiera llevado el susto más grande de su vida si no hubiera sido porque a su lado mirándola muy seriamente estaba Elia.

-         ¿Dónde estamos? ¿Por qué no estoy en mi cama, en palacio? ¿Y dónde están mis padres?¿Y…?

-         Basta, basta pequeña. No me dejas tiempo para contestar. ¿Acaso has olvidado la conversación con tus padres?



No, claro que no había olvidado la conversación con sus padres. En su cabeza la certeza de que estaba en peligro acudió tan de repente que le hizo daño, como cuando bebes un vaso de agua helada. Y Alicia agachó la cabeza. Por su culpa todo lo que más amaba estaba en peligro. Su reino, su casa, su familia, sus padres…

-         Vamos, no te pongas triste Alicia. Yo estoy contigo. ¿Me ves? Vengo preparada para nuestro viaje.- Alicia miró tímidamente a su prima y comprobó que iba vestida como una vulgar campesina. Una gran falda azul oscuro y una blusa de color blanco, como manda la tradición. – Es conveniente no levantar sospechas, pues como bien sabes debemos abandonar nuestro amado reino en busca de la ayuda que ahora nos es tan necesaria….

-         ¿Te refieres al ejército de La Libertad?

-         Shhh! – Elia se acercó rápidamente a ella y tapó su boca con la mano- No debes hablar de nuestro… “encargo” con tanta ligereza, querida. Ten en cuenta que cualquiera puede estar escuchando….¿entiendes?

-         Si, claro que te entiendo, pero ….

-         No hay tiempo que perder, debemos cruzar las murallas del Reino antes de que caiga la noche. Es entonces cuando se produce el relevo en los valientes que guardan la puerta. El rey, tú padre, se ha asegurado que los de la tarde no harán preguntas, pero su influencia se debilita cada segundo que pasa… es vital que nos demos prisa. Coge estas ropas y cámbiate, debemos partir con urgencia.



Alicia miró a su prima y decidió no atosigarla más con preguntas. Su cara era el vivo reflejo de la preocupación y la tristeza. Se vistió sin hacer ninguna otra pregunta, aunque Alicia odiaba profundamente no poder preguntar sobre las cosas. Y sin vacilar siguió a Elia a través del bosque y luego a través de un camino lleno de piedras y barro. Jamás había abandonado el recinto del palacio y aquel bosque que acababa de atravesar, para ella apenas si representaba una pequeña mancha en el horizonte, pero recordaba como había anhelado recorrer su interior imaginando mil y una aventuras a cada paso. Ahora hubiera dado todo lo que poseía, incluido el medallón que la distinguía como princesa del Reino, por no haber atravesado jamás las puertas del palacio. Pero seguía andando firmemente, decidida a resolver el embrollo que había creado. Ni siquiera pudo probar bocado y para no contrariar a Elia tomó un poco de fruta y bebió de la infusión de flores que tan famoso ha hecho al reino de Lis a través de los años. Y siguió caminando, como si a cada paso purgara el mayor de los pecados jamás cometidos.

Al caer la tarde se dio cuenta de que entraban en una pequeña aldea, llena de casitas de madera que ella siempre había contemplado a través de los libros.

-         Es la última aldea antes de alcanzar las murallas. Creo que intentaré comprar algo de comida, por si acaso. Nunca hay suficiente. – Los ojos de Elia estaban totalmente enrojecidos y Alicia comprendió que había llorado durante buena parte del camino.

Pero Alicia estaba demasiado sorprendida como para preocuparse por su prima. La aldea le brindaba muchas imágenes totalmente nuevas y sorprendentes que jamás hubiera esperado contemplar desde tan cerca. Niños jugando, saltando, comiendo, sucios de barro, gritando,  hombres reunidos que reían ruidosamente, perros corriendo de allá para acá, mujeres que hablaban en susurros…penetraron en la calle más ancha de la villa y se dirigieron hacia una cabaña en la que se vendían todo tipo de frascos. Alicia vió como Elia trataba con la mujer sobre el precio de los frascos pero se quedó absorta observando todo a su alrededor y no se dio cuenta de que unas manos inmensas obligaban a su prima a entrar en la cabaña de los frascos. Sólo la alertó el grito de pánico que lanzó Elia, que la salvó de correr la misma suerte. Sin dudarlo Alicia echó a correr. Gritaba sin saber muy bien que decía, pero cuando reunió la suficiente calma y comprobó que nadie la seguía, la niña paró en mitad de la calle y llena de miedo, rabia y desesperación, rompió a llorar.

-¿Qué te pasa, pequeña? – la voz parecía surgir a sus espaldas y Alicia se volvió sin muchas esperanzas de que su situación fuera a mejor. Vió a un hombre joven que la miraba con preocupación. – Gritabas, por eso te he seguido.. no parece que seas de por aquí y … bueno, quizás yo pueda ayudarte. ¿Tus padres?

- Yo, viajo con mi prima señor. –Respondió la niña con la mayor calma que fue capaz.

- Bien ¿y dónde está tu prima? – el joven se aproximó y agachándose a la altura de Alia le permitió comprobar que sus ojos no escondían ningún atisbo de maldad.

- De eso se trata, señor. Fuimos a comprar algo de comida y en la cabaña, estando en la cabaña, mi prima desapareció…

- ¿Cómo que desapareció?

- Pues, desapareciendo, claro está .. me refiero a que estaba y al segundo ya no estaba, algo, alguien la empujó dentro de la cabaña y luego trató de cogerme a mí también, pero yo salí corriendo….

- Ya. Bueno, llévame a esa cabaña y veremos que podemos hacer. Seguro que tu prima anda por allí, comprando algo. No creo que nadie la haya obligado a entrar en un sitio en el que no quisiera estar. En el Reino de Lis no existen este tipo de personas ¿lo sabes, verdad?



Alicia asintió con la cabeza ¡cómo no iba a saberlo! Ella era la princesa de Lis y sabía mejor que nadie todas las cualidades y virtudes de su extenso y precioso reino. Pero también sabía que unas manos gigantescas, sucias y peludas habían tratado de aferrarla y obligarla a entrar en esa cabaña. Ahora se hallaba de nuevo ante la puerta y vió la cara de la mujer que minutos antes había estado hablando con su prima.

-         ¿Esta es?- el joven se volvió hacia Alicia y al comprobar que asentía, se dirigió hacia la mujer – Disculpe, señora, pero mi joven acompañante insiste en asegurar que su prima ha desaparecido en este lugar hace… unos instantes. Yo creo firmemente que se trata de una equivocación pero ¿podríamos entrar a echar un vistazo para que la niña se quede tranquila? Sé de lo inusual de mi propuesta, pero… puedo compensarla si ese es el problema. –El joven se llevó las manos al bolsillo y sacó un puñado de monedas hechas con la famosa piedra negra de Lis. Era una suma importante y Alicia se dio cuenta de que el joven debía pertenecer a una familia noble. Observó también que a la mujer se le encendía un brillo especial en los ojos y también pudo escuchar el triste aullido de un perro que huía despavorido. Un segundo después algo saltaba dentro de la ventana de la cabaña y Alicia comprobó con horror que un cuchillo de piedra negra se clavaba en el pecho de la mujer que en el acto caía al suelo. El joven y Alicia se dieron la vuelta y se encontraron cara a cara con una mujer alta, fuerte y de mediana edad que sin darles tiempo ni tan siquiera a pensar les invitó a entrar en la cabaña rompiendo con fuerza la puerta de una patada.

-         ¡Vamos! –su voz sonaba grave y dura, como la piedra.- ¿A qué esperáis? Supongo que vuestra amiguita ya está muerta, pero … nunca se sabe, podríais tener suerte. – Entró en la cabaña sin dudarlo y el joven y Alicia la siguieron sin saber muy bien por qué. – Perfecto, la mujer ya no nos dará problemas –dijo riéndose y apartando el cuerpo sin vida de la mujer que acababa de matar- presiento el miedo de ¡um! Dejarme pensar, uno, no… tres… no, no tampoco… de cuatro mocosos que andan escondidos y muertos de miedo. –Se volvió hacia Alicia y el joven – vosotros, tened cuidado. Estas criaturas son peores que las ratas, sus padres les han enseñado a engañar tan bien como lo hacen ellos. ¡Salid de dónde estéis pequeños engendros! Seré buena y os perdonaré vuestra vida veníd aquí de inmediato, solo quiero saber dónde tenéis a la chica. – A la vez que hablaba iba revolviendo todo cuanto estaba a su paso. Alicia jamás había visto una estancia tan pobre y tan sucia y la cabaña del bosque de aquella misma mañana le pareció un autentico lujo… luego miró a la mujer a la que seguían y se dio cuenta del miedo que le inspiraba. ¡Había matado a aquella mujer sin dudarlo y estaba segura de que cumpliría la amenaza que había dirigido a los niños!. Así que cuando descubrió a u pequeño de unos cinco años escondido tras las roídas cortinas de lo que parecía ser la estancia principal de aquella cabaña, decidió no decírselo a aquella terrible mujer.

-         Creo que … -el joven que acompañaba a Alicia presintiendo su miedo la tranquilizó poniéndole su mano sobre los hombros- creo que, esto era del todo innecesario… quiero decir, lo de la mujer. No sé de que región provienes pero debo informarte que en el Reino de Lis están prohibidos los asesinatos, las peleas y todo acto ….

-         Oye jovencito, yo ya me sabía el código de memoria mucho antes de que hubieras nacido, pero está claro que aquí en las regiones del límite el código ha dejado de tener vigencia hace ya mucho tiempo…. Son una familia de traidores y es así como llamamos a los que intentan volverse en contra del rey y la reina de Lis. Han cogido a vuestra amiga no sé exactamente porqué y si no la han matado, la llevarán a las regiones del norte y allí la entregarán al Consejero que la sentenciará a una existencia peor que la muerte… así que si, era estrictamente necesario acabar con esta mujer. –Alicia que acababa de escuchar con atención las palabras de aquella mujer, recordó lo que su madre le había dicho y justo cuando estaba a punto de desvelar dónde estaba escondido uno de los niños, se vió abatida por una niña de unos ocho años. Nadie supo de dónde salió aquella diminuta niña pero si la mano del joven no se hubiera interpuesto a tiempo, Alia hubiera muerto atravesada por una cuchillada certera.

-         ¡Por todas las regiones de Lis! Eres una pequeña delincuente- el joven levantó a la niña con mucha dificultad, pues esta no paraba de patalear, arañar y chillar como un ratón atrapado- ya basta, ya basta, ya…

-         ¡Basta! – la enorme mujer, tomó a la niña por el cuello y sin dejar de apretar preguntó con tono muy firme – ¿Dónde han metido tus padres a la chica? ¡Contesta!

La niña que había dejado de moverse indicó con la cabeza hacia una trampilla que estaba bajo una alfombra cochambrosa y maloliente.

-         Quedáos aquí, la tienen oculta en la bodega – antecediéndose a la protesta de Alicia, la mujer continuo- la traeré en un minuto… ¿eres capaz de cuidar de la niña, jovencito?

-         Por supuesto. –El joven contestó indignado y una vez la mujer hubo atravesado la puerta se volvió con tono amable a Alicia-¿estás bien? Menudo susto ¿no? No debes preocuparte, no nos molestará en un rato –dijo refiriéndose a la niña- aún está recuperando el aliento…

-         Si, ya lo veo –dijo Alicia y no dudó en delatar al pequeño que seguía oculto tras las cortinas- ahí hay otro niño.

-         Vale.

El joven sacó al niño de detrás de las cortinas y lo hizo ponerse junto a su hermana. Sin perder tiempo se asomaron a la trampilla que llevaba a la bodega y oyeron las voces de la mujer y de Elia. Alicia estaba segura, su prima seguía con vida y no dudó en estrecharse con ella en el más efusivo de los abrazos. Elia tenía muy mal aspecto. En una de sus mejillas lucía un tremendo cardenal y el pelo que ella siempre llevaba perfectamente peinado y recogido le caía por toda la cara sin control. Aún así su belleza no pasó desapercibida para el joven que tan amablemente se había comportado con Alicia…

-         Es hora de irnos, muchachos. –la mujer que había salvado a su prima se dirigió a ellos con cierta impaciencia- en breve aparecerá el padre y ya no podremos seguir siendo tan discretos. Salgamos de esta cabaña y os guiaré a un lugar seguro.



Y sin oponer la menor resistencia los tres siguieron a la mujer y abandonaron la cabaña y cuando Alia volvió sus ojos para echar un último vistazo hubiera jurado que cinco diminutas cabezas la observaban en silencio desde la ventana de la cabaña. Atravesaron calles angostas muy sucias y repletas de toda clase de bichos y cuando el hedor se hacía insufrible divisaron las hermosas copas de los árboles que les invitaban a penetrar en el bosque del límite.

En el Reino de Lis había multitud de leyendas acerca de aquel bosque maldito. Todas alertaban de los peligros a los que se sometían los que penetraban en el bosque del límite del reino de Lis, pero a Alicia le pareció un lugar muy hermoso.

-         No pretenderás meternos en el Bosque del Límite ¿verdad? –el joven se dirigió una vez más a la mujer.

-         Puedes quedarte dónde más te plazca, pero te recomiendo que no vuelvas a la aldea que acabamos de abandonar. Es muy probable que anden buscándonos para que cumplamos con la justicia del reino ¿no crees?

-         Yo no estoy sometido a ninguna justicia. Soy Aldo hijo del Consejero del Sur – En cuanto el joven pronunció estas palabras Elia y Alicia miraron su mano izquierda y observaron que el anillo de piedra negra que lucía en uno de sus dedos certificaba que era miembro de la nobleza del Reino y ni más ni menos hijo de uno de los Consejeros. Antaño, en el reino de Lis había muchos hombres y mujeres nobles, pero con el correr de los años la nobleza se había ido reduciendo y ahora se limitaba a los Reyes y su familia y a los Consejeros y sus parientes más próximos.- He venido a entregar un mensaje de suma importancia a los Guardianes de la puerta… debo llevarlo antes de que anochezca pero pensaba ir dando un rodeo.

-         Ya me había percatado que eras noble, pero eso no te exime del cumplimiento de la ley. Por otro lado y con todo el tiempo que hemos perdido no llegarás a tiempo si no atraviesas el bosque…a menos que tengas miedo…

-         ¡Miedo yo! Eso jamás, los hombres el Reino del Sur no conocemos el miedo, como bien sabes – Y tenía razón, pues el Lis por todos en conocida la valentía de los hombres y mujeres del sur del Reino. Y Alicia leyó en los ojos de Aldo que no tenia miedo a enfrentarse a ningún bosque. Era alto y delgado y su piel morena evidenciaba la cantidad de horas que pasaba al aire libre. Su pelo era largo y oscuro, como era tradición en los hombres de la región sur y sus ojos eran de un azul intenso y a Alicia le recordaban los de Kira el padre de Aldo a quién ella tan bien conocía. – Pero no puedo fallar en este encargo y me sentiría más tranquilo si rodeo el bosque.

-         Lo atravesarás –la mujer se rió al ver el efecto que causaban sus palabras y cuando logró recobrarse de la risa, dijo en voz alta y muy clara – me llamo Melia y soy una proscrita. Vivo dentro del bosque junto a muchos otros como yo, gente que transgredimos el código y somos sentenciados a pagar por ello. A algunos les pillan, a otros no. Llevo más de quince años oculta dentro de esos árboles y los conozco como la palma de mi mano. Os aseguro que no os pasará nada dentro del bosque y además, no tenéis otro remedio… pues vos –dijo en tono de burla Mºelia- sois el hijo del consejero de la región sur, y como tal no hay mayor honor que servir a vuestros reyes.

-         No lo dudes, mujer –el tono de Aldo era de enfado – y eso es lo que estoy haciendo.

-         No me mal interpretéis, señor –dijo Melia haciendo una reverencia burlona – no pongo en duda vuestras intenciones. Pero estoy segura de que el Rey y la Reina, os agradecerían profundamente que cuidáseis con el mayor de los afectos a su única hija, la princesa del Reino de Lis…

Aldo miró confuso a Melia que en su mano había tomado el medallón del cuello de Alicia.

-         Niña, ¿de dónde has sacado ese medallón?

-         Es mío- dijo Alicia mientras volvía a esconderlo dentro de su camisa.

-         No, ¡mientes!

-         NO, no miente. – Elia que había permanecido ajena a la conversación mientras trataba de reponerse del ataque que había sufrido, se interpuso entre Aldo y su prima. Sacó de un bolsillo su anillo que la distinguía como parte de la nobleza y Aldo pudo distinguir el pequeño rubí que sin duda era patrimonio de la familia real. – Es Alicia, princesa de Lis y yo soy Elia, su prima. Si no puedes creernos fíjate bien en su rostro y descubrirás lo parecida que es a su madre. A ella si la conoces bien, pues todo el reino está lleno de estatuas y cuadros de Mara, nuestra reina. Se que te parecerá extraño y que… no es usual que andemos por aquí, de esta manera, pero… seguro que puedo decirte que pone en el mensaje que llevas. –Aldo miró a la niña y en su rostro descubrió dos hermosos ojos oscuros, tan oscuros como los de Mara. Y una piel clara y unos cabellos largos y ondulados, como los de la Reina de Lis … ¿pero cuantas niñas en el reino podían parecerse a la Reina. Aldo creyó en el parecido pero no quería arriesgarse a fallar …

-         Escúchame, Aldo –Elia intuyó sus vacilaciones- abre el mensaje y léelo, no pierdes nada por hacerlo. Estoy segura que en él se ordena a los Guardines de la puerta que nos franqueen la entrada a la princesa y a mí. Eso es lo que pone, abre el mensaje ¡te lo ruego!

-         ¡Demasiado tarde!- los tres se volvieron a mirar a Melia, que en sus manos tenía el pergamino que Aldo debía entregar en la frontera – veamos … si, es correcto, es como si ella misma lo hubiera redactado …

Aldo se quedó perplejo, pero tuvo que rendirse ante una evidencia tan clara. Y sin dudarlo un instante los tres siguieron a Melia a través del bosque del Límite. Elia les contó todo sobre su precipitada huida de palacio y sobre la importancia de abandonar el Reino de Lis y cuando la noche hizo su aparición en el bosque, Melia les guió hacia un cobijo seguro.

Alicia se acurrucó cerca de su querida Elia y pensó en todo lo que había sucedido a lo largo de esos dos días. Deseó con todas sus fuerzas volver a casa, se sintió cansada. Miró al cielo e intentó recordar todas las terribles historias que se contaban acerca de aquel bosque y sintió un poco de miedo. Trató de hacer memoria sobre una en especial que hablaba sobre… pero enseguida se dio cuenta de que aquellos árboles no entrañaban ningún peligro y escuchando la canción que silva el viento a través de sus hojas, la niña se durmió.

Muy pronto por la mañana la despertó Melia con su voz clara y rotunda:

-         ¡Vamos! Aún queda mucho bosque por recorrer antes de llegar hasta dónde están los proscritos. De ahí al límite del reino hay poco trecho, pero es vital que lleguemos antes de que vuelva a caer la noche.

-         Y ..¿qué tipo de delitos han cometido los.. proscritos?- Elia preguntó tímidamente.

-         No temas, no te harán daño. La mayoría son fieles a los reyes de Lis. Huyen de los Consejeros del Centro y Norte a ellos si debes temerles, y a sus secuaces-

-         ¿Cómo los de ayer? – preguntó Alicia con curiosidad.

-         Si, efectivamente. Llevan años preparándose para la guerra, princesa.

-         No, por favor, llámame Alicia.

-         De acuerdo, Alicia. Como te decía, llevan años preparándose para la guerra y tramando la más terrible de las venganzas que pueda imaginarse…

-         ¿Y cuál es esa, si puede saberse? –preguntó Aldo escéptico.

-         No lo sé, pero te aseguro que no será nada agradable. De cualquier forma, hace mucho tiempo que yo abandoné el Reino para resguardarme en este bosque…

-         Ya ¿y cuál fue tu delito, si puede saberse? – siguió preguntado Aldo.

-         Ninguno es especial, lo mío fue más una terrible pérdida… - Alicia miró a Melia y se dio cuenta de que por más que mirara su cara una y otra vez, nunca lograba retenerla en su memoria… pero le pareció en esta ocasión que la mujer derramaba alguna lágrima.

-         Si, claro. A juzgar por lo que ví ayer está claro que eres totalmente incapaz de cometer un delito. –Melia se frenó en seco y se volvió hacia el joven, pero Alicia la cogió de la mano y dijo casi en un susurro…

-         Si no fuera por ti, yo estaría muerta y mi prima también. Vamos, sigamos andando y cuéntame más historias sobre este bosque ¡es tan hermoso!

-         Jamás hubiera intercedido por ti si tu corazón no estuviera tan limpio como las ramas de estos árboles. Recuérdalo siempre, Alicia.

Cruzaron el bosque sin detenerse más que a descansar, pero guiados por los expertos y firmes pasos de Melia. Y cuando se iba haciendo urgente llegar al destino, descubrieron a escasos pasos un fuego que les anticipaba la presencia de los proscritos del Límite del Reino. Y entonces, Melia se despidió de ellos.

-         Yo me quedo aquí. Hoy no tengo nada que hacer en el campamento así que proseguiré mi camino a través del bosque. Un buen amigo mío os guiará hasta el límite.

-         ¿No te da miedo ir sola?- Alicia miró a la mujer a los ojos y por un instante se dio cuenta de que eran inmensamente profundos….

-         No, pequeña. Es mi casa. Ahora, debéis daros prisa ¡no temáis!. Elia, cuida muy bien de tu prima, al fin y  al cabo es la princesa de nuestro reino y el deseo que formuló debe cumplirse para que podamos seguir viviendo. Estoy segura de que le serás de mucha utilidad y ¡no pienses que no eres la adecuada! No podían haber elegido a nadie mejor para acompañar a la princesa. – Elia asintió con la cabeza. – Y tú, jovenzuelo, antes de que acabe el día realizarás un acto que será realmente valiente y yo te alabaré por ello. – Aldo movió la cabeza y sonrió ligeramente.- Y tú Alicia, princesa del Reino de Lis estoy segura de que algún día las generaciones venideras te recordarán como la primera reina de Lis, debes ser fuerte. –Melia se acercó y besó su cabeza y Alicia se llenó del aroma de verde que desprendía la mujer por todos sus poros. – Recuerda, ante la duda haz caso siempre a lo que diga tu corazón – y cuando el eco de estas palabras aún resonaba en el aire, ninguno de los tres pudo ver más a Melia.

-         Pues, adelante, venir detrás de mí. Debemos cruzar el campamento y encontrar al amigo de Melia … no queda mucho tiempo para alcanzar las murallas y debemos hacerlo antes de que oscurezca –

Aldo se inclinó y esperó a que Alicia y Elia estuvieran en marcha. Al llegar al inicio del campamento, les hizo una señal para que se detuvieran pero ya era tarde, en menos de un abrir y cerrar de ojos, se vieron rodeados por hombres, mujeres y niños que con mirada ansiosa les interrogaban. Un hombre de proporciones gigantescas se acercó a ellos.

-         ¿Quiénes sois?

-         Somos, enviados del rey de Lis. Debemos alcanzar las murallas del reino y llevar un mensaje a sus guardianes –Aldo habló sin titubear.

-         Ya, todos sois enviados del rey. Y el rey envía a un joven noble del Reino junto a una mujer y una niña. Curioso, yo diría que demasiado curioso.

Aldo se percató de su error y sin vacilar intentó enmendarlo.

-         En realidad son mi esposa y mi hija. Siempre viajo con ellas ….

-         Hemos llegado hasta aquí guiados por una de los vuestros, por Melia –Elia no dudó en intervenir consciente del peligro que corrían.

-         ¿Por quién? No conocemos a nadie con ese nombre – una muchacha desaliñada y maloliente se acercó al grupo – vamos tío Ernst, nadie se va a enterar de lo que suceda aquí y ahora –varios gritos de apoyo y júbilo sonaron ante la idea de la muchacha – quitémosles todo lo que lleven de valor y luego .. que el propio bosque se encargue de ellos.

-         No, seguro que la conocéis, se trata de una mujer …. – Elia se paró en seco al darse cuenta de que le era imposible describir el aspecto de Melia- Os daremos todo lo que nos pidáis, pero por favor, dejadnos atravesar vuestro campamento…

-         Claro y también os haremos un plano detallado de nuestra situación. Ni hablar! –el hombre gigantesco, Ernst, volvió a tomar la palabra.

-         ¿Ernst? –sobre las cabezas de todos surgió una voz burlona y despistada – Ernst, no entiendo el motivo de tanto grito. Sabes que odio madrugar.

-         ¡Cállate, Siro! ¿ qué haces subido en un árbol?

-         Por toda la piedra negra del reino ¿estoy subido en un árbol? Ya entiendo la razón de porqué he dormido tan poco hoy – Alicia, miró con curiosidad a la copa de aquel inmenso árbol y pudo distinguir sin lugar a dudas a un hombre que vestía una llamativa camisa color burdeos. Por todos es sabido que este color solo debe ser llevado por la Reina de Lis, pero a aquel hombre parecía no importarle. Su pelo era de un castaño claro, y le caía sobre el rostro dándole una aspecto juvenil aunque Alicia estaba segura de que era algo mayor que su prima Elina. No pudo distinguir el color de sus ojos pero su amplia sonrisa le pareció encantadora. El hombre estiró los brazos y bajó del árbol deslizándose con una destreza sin igual. – A ver, Ernst, ¿qué tenemos aquí? Una hermosa mujer y una preciosa niña. Sin duda, son mías y … este jovenzuelo también – El rostro de Aldo dio a entender que estaba harto de que lo llamaran de esa manera.

-         Tengo 29 años, creo que es edad suficiente cómo para que dejéis de llamarme así.

-         Si, si, si, si, jovenzuelo, no hay problema. El caso es que es tarde y …debemos ponernos en marcha. Soy vuestro guía.

-         ¿Qué? – la exclamación fue general, incluso parecía que los propios árboles divertidos habían coreado la palabra.

-         ¿Cómo? –bramó Ernst – no te llevarás a nadie a ningún sitio. Son nuestros prisioneros y nadie hará nada hasta que los llevemos al campamento y …

-         Querido Ernst, no quería llegar a esto , pero no me dejas más remedio. – Siro cogió al hombre por el hombro y musitó una sencilla frase muy cerca de su oído- Ella desea que se haga así. Y no queremos contrariarla ¿no es cierto?

El rostro de Ernst se volvió blanco y aunque la frase de Siro había sido dicha en voz baja, todos la escucharon y enmudecieron al instante. Sin mediar palabra condujeron a los tres extraños hacia las entrañas del campamento y una vez allí les dieron comida y agua. Jamás hubiera imaginado Alicia ver un campamento de proscritos, de hecho nunca hubiera sospecha que en el Reino de Lis existían proscritos. Todo estaba construido en perfecta armonía con el bosque, aquí y allá surgían huecos de árboles gigantescos que servían de cobijo a los centenares de hombres y mujeres que allí vivían. En el lugar más insospechado al abrigo de unas rocas o matorrales surgían casas que más bien parecía la prolongación de un mundo creado totalmente al amparo de la vegetación. Incluso en las cimas de los árboles como si de ardillas gigantes se tratara vivían personas que curiosas miraban a los tres extraños con cierto nerviosismo. Pero la visita fue muy corta y ni tan siquiera se despidieron de ellos.

-         Debéis perdonarles, no tienen modales ningunos – Siro se dirigía en exclusiva a Elia.

-         Ya, seguro que a vos os sobran –dijo la muchacha con mucha seriedad.

-         Bueno, estoy acostumbrado a otro tipo de compañía, no creeréis que vivo aquí en este … lugar.

-         Y ¿entonces porqué dormís aquí? –preguntó Alicia con mucha curiosidad. – Parecía que todos os conocían…

-         Si niña, pero es que estoy solo de paso yo … estoy acostumbrado a grandes ciudades y exquisitas compañías…

-         Ya. ¿Cuándo has visto a Melia? ¿Te ha explicado hacia dónde tienes que guiarnos?

-         ¿Melia? No sé de quién me hablas. Lo cierto es que os guío hacia dónde vosotros dijisteis que queríais ir ¿no? – Siro se paró y señaló con su mano firme.- Es allí mismo, observad las murallas negras del Límite. Dicen que antes de construirlas la piedra negra de Lis brotaba por doquier pero la agotaron y esa es la razón por la que ahora debemos buscarla en el interior de la tierra… Allí está la puerta construida con la madera de árboles centenarios. Y junto a la puerta podéis observar el puesto de los Guardianes. Es bastante amplio, tened en cuenta que en su interior se alojan 20 guardias que por turnos custodian las puertas durante un año. 10 de ellos los que las velan durante el día, pertenecen a las tierras del sur y del este, los otros diez pertenecen a las regiones del norte y del oeste …

-         Gracias, lo sabemos – Aldo avanzó firme hacia las murallas. Allí debía entregar el mensaje. Elia lo siguió de cerca, pero Siro tomó las manos de Alicia y la hizo quedarse a su lado.

-         ¿Dime pequeña? ¿Quiénes sois realmente y que habéis venido a hacer aquí?

-         Na…nada. Quiero decir, que somos, todos somos parientes de … bueno, debo irme porque – la niña comenzó a ponerse nerviosa, pero los brazos de Siro eran fuertes. Fue entonces cuando Alicia miró directamente a los ojos de Siro y comprobó que eran oscuros, no tanto como los suyos y que estaban llenos de desconfianza y curiosidad.

-         No me mientas, al fin y  al cabo no volveremos a vernos. Venga, no seas mala. Dime quienes sois y te dejaré marchar….

-         Yo …-preocupada por la situación, Alicia pisó con fuerza el pie de Siro y este, desprevenido le soltó las manos. La niña comenzó a correr hacia la muralla, pero a los pocos metros de distancia se le atravesó un hermoso lobo de dimensiones colosales. Muerta de miedo  Alicia se quedó petrificada y apenas si llegó a notar la respiración de Siro en su cuello.

-         A las niñas malas tal y como sabrás por los cuentos, se las comen los lobos. Así que si quieres que te libre de este, me dirás de inmediato quién eres y qué haces aquí.



Aterrorizada y sabiendo que aquel hombre era su única salvación, Alia habló sin volverse.

-         Soy Alicia, la princesa del Reino de Lis. Elia es mi prima y las dos juntas debemos atravesar las murallas e ir a buscar ayuda – Alicia comenzó a llorar desesperada – se avecina la guerra y me temo que todo es por culpa mía. Hace dos días debía formular mi deseo y nombrar a mi prometido pero …¡no lo hice! ¡no lo hice!  Llevaba tiempo pensando, es como si una idea pasara por mi cabeza y … ni siquiera se lo había contado a mis padres pero cuando me hicieron la pregunta, cuando me preguntaron …. Yo …

-         Bueno –dijo asustado Siro- está bien, no hace falta que me cuentes más por ahora; no he entendido nada de lo que me has dicho. Lo que tenía claro es que eras la princesa de Lis no sabes disimular el medallón bajo esa terrible y vulgar camisa. En cuanto a lo de atravesar las murallas es una auténtica locura. Todo el mundo sabe que eso supone una sentencia de muerte segura….Así que no se me ocurre más que tus padres te hayan enviado tras esas puertas para librarse de ti y de tu encantadora prima … -Siro miró de reojo a la pequeña y se dio cuenta de efecto que sus palabras producían. Las lágrimas de desesperación dieron paso a otras de profunda tristeza- Vaya, no me hagas mucho caso, lo que decía eran simple conjeturas. ¿Entiendes? No, ya veo … mira, guarda esas lágrimas, las necesitarás una vez atravieses la muralla. Y ahora dame la mano, este lobo no te hará daño si estás conmigo. No le mires a los ojos, eso es importante.

Alicia estaba profundamente dolida. Era cierto que ningún habitante de Lis conseguía regresar una vez franqueadas las murallas. Pero tenía la seguridad que sus padres la amaban por encima de todas las cosas y si la habían enviado allí era por la urgencia de la situación, para protegerla y porque confiaban en ella. Se enjugó las lágrimas con la mano que le quedaba libre y  con mucho cuidado siguió las indicaciones de Siro… pero al pasar junto al lobo no pudo evitar mirarlo y lo que vió la dejó perpleja pues si un instante después hubiese tenido que describir su mirada sólo hubiera podido decir que sus ojos eran tan profundos como el infinito. Aturdida como estaba no se dio cuenta de que dos guardianes habían apresado a Siro y les conducían a la muralla.

-         Alicia ya está hecho. Dentro de unos momentos se abrirán las puertas – Elia sacó de su bolsa una prenda de abrigo y se la puso a Alicia- abrígate, dicen que tras las murallas el aire viene frío. ¿Estás preparada? – el miedo y el nerviosismo se apoderaban de Elia, pero la niña estaba tratando de recordar ….

-         Señora, ha llegado el momento –los guardianes se colocaron frente a las dos inmensas hojas de la puerta de la muralla – hemos de hacerlo rápido, antes del cambio …

-         Si, claro. Abrid las puertas, no tengo miedo. Protegeré a la princesa con mi propia vida, esta es mi misión  y la voy a cumplir …

-         Vaya, estarás satisfecha, bajo mi punto de vista eres demasiado hermosa para desperdiciarte de semejante forma …-Siro recibió un golpe por parte de uno de los guardias que le custodiaban mientras los dos que estaban frente a la puerta comenzaban a despegarla, como si el paso de los años sin abrirla la hubieran sellado de una forma especial.

-         ¡Tu cállate! En cuanto terminemos con esto serás trasladado a la ciudad de Tersa y tal y como manda la tradición serás ajusticiado en su plaza –el guardia que le había golpeado rió sin compasión. Elia miró a su prima con preocupación pero la niña estaba absorta, perdida …. Alicia trataba de hacer memoria, era sobre la leyenda del Bosque del límite… sobre una mujer, una mujer que vagaba por el Bosque del límite buscando algo…

-         - No creo que la idea me guste demasiado – Siro volvió a recibir un segundo golpe.

-         Señora, las puertas ya están listas. No podemos arriesgarnos a abrirlas más. El ruido podría alertar a los otros guardianes y …

-         Esta bien. Vamos mi niña este es nuestro destino –Elia cogió con fuerza a su prima y comenzó a avanzar hacia la puerta …

-         ¡Espera! – Aldo la miró con admiración infinita -¡espera! Quédate en Lis, yo acompañaré a la niña.

-         Gracias Aldo –dijo Elia sin pararse ni por un segundo- pero este es mi camino y jamás me separaría de ella ….

-         Pues entones seremos tres – y Aldo sin dar tiempo a ningún reproche por parte de los guardianes que de esta manera contravenían su deber de no dejar atravesar a nadie las murallas de Lis, atravesó las puertas.

Pero Alicia no fue consciente de nada. Pues a su cabeza vinieron las palabras de su madre:
"Hace mucho, mucho tiempo, cuando el sol y la luna compartían el mismo cielo existió en el Reino de Lis una hermosa mujer llamada Maelia. Dicen que su hermosura no era comparable con ningún otro ser de la naturaleza y no es de extrañar que el rey de los lobos que por entonces moraban en las tierras del norte de Lis quedara prendado de la belleza de Maelia. Pero ella como es natural se desposó con un hombre y este hombre le dio una hija. Pero cuando la niña cumplió cinco años, el rey de los lobos encontró el hogar de Maelia y enfermo de amor y cegado por los celos el rey dio muerte al hombre y se llevó a la hija de Maelia.

-         Bien ahora ¿cómo le explicamos al rey y sobre todo al Consejero del Sur que su único hijo varón ha desaparecido de reino? –los guardianes de las puertas de la muralla estaban enfrascándose en una acalorada discusión, hecho que propició que Siro se liberara de las garras del que lo mantenía preso y sin dudarlo y antes de que pudieran cerrarse las puertas, se deslizó con sorprendente destreza a través de ellas.

-         Mejor vivo que muerto, es lo que siempre digo – es lo último que los guardianes escucharon de la boca de Siro y lo primero que oyeron Elia y Aldo pues Alicia había recordado la leyenda de Maelia.

Se llevó a la niña a través de todo el reino de Lis y Maelia los siguió consumida por la rabia, la pena y la desesperación. El rey decidió ocultar a la pequeña en las tierras del sur que por aquel entonces constituían el límite natural de reino ya que no había muralla ni bosque. Pero la ocultó tan bien que a él mismo se le olvidó el lugar exacto. Maelia recorrió esas tierras palmo a palmo y a medida que pasaban los días crecía su tristeza y su desesperación. Las lágrimas brotaban de sus ojos con la fuerza que sólo posee el amor más infinito y puro. Y por cada lágrima derramada surgió en la tierra un hermoso árbol que al correr de los años se transformó en un enigmático y tupido bosque, un bosque surgido del amor más puro y la tristeza más profunda. En las lindes de ese bosque quedó atrapado el rey de los lobos muerto en vida a sabiendas de que Maelia jamás le perdonaría.

Y dice la leyenda que Maelia sigue vagando por el bosque, buscando a su hija perdida y  que el rey de los lobos la busca en los límites conservando la esperanza del perdón de Maelia.

Ningún ser humano puede atravesar el bosque, y la leyenda dice que solo una niña de corazón puro que pueda mirar en los ojos de Maelia y el Lobo será capaz de encontrar a la niña perdida y atravesar el bosque con vida."