Una forma diferente de mirar el mundo...

Cerramos con postigos las ventanas de nuestras mentes.
Encerramos y sometimos a los pensamientos de mil formas diferentes.
Y ellos encontraron una alternativa para brotar libres.-

lunes, 28 de junio de 2010

UN TRATO ES UN TRATO


Este relato es de navidad. Creo que lo publiqué a finales de diciembre o principios de enero. Con algún pequeño retoque se va a convertir es un corto que vamos a rodar el próximo agosto...

Ella lleva un vestido azul eléctrico. Corto.
Su pelo largo y rizado cae salvaje sobre su espalda y su rostro infantil. Cara blanca, grandes ojos negros. Se ha quitado los zapatos y se mueve ágil por la habitación. Apenas hay luz.
Él acaba de despertar. Sigue un poco atontado. Trata de estirarse, pero está entumecido. Lleva sentado varias horas, dormido.
- Creo que me he quedado dormido… - se lleva una mano a la cabeza. Es cuando se da cuenta de que está atado. -¿qué?
- Shhhhhhh –los labios de ella pronuncian una curva infinita –vas a hacerte daño.
- ¿Qué coño es esto? – él la mira con incredulidad y ella se ríe.
- Creo que has bebido mucho – sigue riéndose. Ahora sí que parece una niña.
- ¿Mucho? Apenas si probé la copa –mira enfadado la copa de vino que está en la mesa. Le faltan un par de sorbos.
- Pues será que nos sabes beber –ella se inclina sobre la mesa. Sus brazos delgados y blancos se tensan, como arcos. Se muerde el labio inferior y vuelve a reír.
- ¡Desátame! Esto no me gusta – vuelve a forcejear pero los nudos que aprisionan su brazo derecho contra la espalda son muy fuertes. Los que atan sus piernas contra las silla, imposibles de deshacer. El brazo izquierdo apenas si está sujeto, pero está roto. Yace sin fuerza y está sujeto contra la espalda, ese si es fácil de soltar. Pero él no lo hará. No puede.
- No deberías quedar con desconocidos, ¿no te lo explicaron de pequeño? –como una gata recorre sinuosa el trecho que le separa de él. Mueve con delicadeza la mesa y se sienta sobre sus rodillas. El vestido azul eléctrico sube dejando a la vista dos ligas negras e insinuando la blancura de sus muslos.
- ¡Ah, ya entiendo! ¿Te gusta jugar, eh? –él la mira con curiosidad renovada. Acerca su boca al cuello. Ella le concede un minuto y luego se arquea hacia atrás, regalándole a la tenue luz su cuello inmaculado.
- Sí, ¡me encanta! Tu anuncio me fascinó, supe de inmediato que algún día jugaríamos juntos. Eres muy valiente –sus ojos negros se abren con ansiedad. Curva una ceja y vuelve a morderse el labio inferior. Él sonríe y se relaja.
- Vale, vale. ¿Pero no crees que sería mejor si me desatas? No vas a arrepentirte, princesa –él trata de alcanzar la boca roja. Ella humedece sus labios y ríe. Se tapa la boca con una mano.
- ¡No, no, no! Eso arruinaría la sorpresa que te tengo preparada –se levanta. El vestido azul vuelve a ceñirse a su piel. Se separa y vuele a poner la mesa en su sitio. Él la mira cautivado. Se dirige hacia una estantería y comienza a coger cosas. Expectación. Llena la mesa de objetos, veloz como el aire.
- ¿Qué es todo esto? – él vuelve a estar nervioso.
- ¿No lo ves?. Cosas del hospital ¿te dije que soy enfermera?. Siempre tengo de esto a mano. No creas que lo utilizo demasiado a menudo, sólo cuando encuentro a alguien que quiera jugar conmigo. En este vaso hay una dosis de lo que te he dado antes. El nombre no importa. Pero si prefieres estar inconsciente… esa es tu decisión, yo ahí no me meto –sonríe y acaricia el borde del vaso con la mano. Se pone sobre la mesa, sentada sobre sus rodillas, con los brazos apoyados.
- ¿Estás loca? ¡Qué coño estás diciendo! – él se retuerce con violencia. Pero sólo en su mente. La droga que le ha dado al principio de la noche lo mantiene aletargado.
- Y esto es lo más importante. Es un bisturí…. ¿todavía no imaginas el juego? –lanza una carcajada que inunda toda la estancia sepia – Y esto. Las llaves. Un trato es un trato.
- ¿Trato? ¿Qué mierda estás diciendo? –él no lo percibe pero las palabras brotan con dificultad de su boca. Ella lo mira. ¿Compasión?. No. Un trato es un trato.
- Tú lo dijiste, no yo. – Se acerca a él, el vestido azul eléctrico baila al compás del aire. Desata su brazo izquierdo, el que está roto y lo coloca sin dificultad sobre la mesa. Él la mira con horror, no puede mover el brazo.
- ¡Joder! ¿Qué me has hecho? Mi brazo –lo contempla con miedo.
- Bueno, otro pequeño milagro. Forma parte del juego, no quiero que sufras. Estás siendo muy generoso –ella acaricia su mano -¿Cuál? –se detiene en los dedos.
- ¿Qué? –la mira con una mezcla de desesperación e incredulidad.
- Acuérdate de tu mensaje en internet: “Cambio dedo por coche” –ella se sienta en la mesa, frente a él, con los pies sobre sus rodillas. Se escucha un gemido.
- ¡Joder tía, dime que esto no va en serio! –solloza y emite ruidos imperceptibles. Las palabras ya no se entienden.- Era una broma ¡una maldita broma! Además ¡tú empezaste! Yo sólo te dije que se me había estropeado el coche…
- Y yo te contesté que hicieras autostop, pero tú respuesta me lo dejó claro ¡querías jugar! “Cambio dedo por coche” –ella le sonríe y acaricia su mano le muestra las llaves que descansan sobre la mesa- te llevas un buen coche, puedo asegurártelo…
- ¡Estás loca! –él trata de mover la silla, su miedo es denso puede tocarse - ¡era una maldita broma, un comentario en el facebook! ¡Suéltame! ¡Suéltame, te digo!
- Creo que es mejor que te bebas esto. Cuando despiertes no notarás nada. Prometo ser delicada. ¿Quieres elegir tú el dedo o lo elijo yo? En principio había pensado el pulgar… pero supongo que el meñique es más prescindible ¿Qué dices? – el aire se invade de sollozos y jadeos - ¿Nada? ¿lo dejas a mi elección?. Cariño eres un temerario… quedas con una chica a la que apenas conoces, ofreces un dedo a cambio de un coche y ahora no quieres decidir de cuál prescindir…. ¡Me quedo con este, el del anillo! Seguro que tú mujer está encantada cuando llegues con un coche nuevecito –se ríe como una niña pequeña –Prometo ser buena –acerca el vaso a su boca –bebe, no creo que sea bueno que te resistas.- Él bebe atragantándose un par de veces – Buen chico, ahora te dormirás y cuando despiertes… ¡tendrás coche nuevo! –aplaude entusiasmada y se baja de la mesa. Antes de que alcance el suelo él cae inconsciente.
El vestido azul eléctrico baila. Ella sonríe. Sus enormes ojos negros arden en excitación.
Me mira:
- ¡Grábalo todo, amor! – me guiña un ojo y sonríe.
Y yo grabo, con el visor de la cámara apoyada en mi ojo izquierdo. El único que me queda.

martes, 22 de junio de 2010

ESPERO QUE HAYA ALGUIÉN

¿Se puede esperar algo más hermoso?;la última estrofa y la música de la canción reflejan perfectamente como me siento muchas veces...
Gracias por regalármela, Carmen.


Hope there's someone

Espero que haya alguien
que cuíde de mi
cuando muera, cuando me vaya

Espero que haya alguien
que libere mi corazón
que le guste sostenerlo cuando yo esté cansado

Hay un fantasma en el horizonte,
cuando me vaya a la cama
¿Cómo podré dormir al llegar la noche?
¿Cómo descansará mi cabeza?

Oh, estoy exiliado del lugar que hay
justo entre la luz y ninguna parte
no quiero ser el elegido
Allí abandonado, allí abandonado

Hay un hombre en el horizonte
que desea que me acueste
si sucumbo a sus pies esta noche
permitirá que descanse mi cabeza

Así que hay una esperanza de que no me asfixie
O de que quede paralizado por la luz
Y como un regalo caído del cielo, no quiero irme
Al final del horizonte

Espero que haya alguien
Que cuide de mí
Cuando yo muera, cuando yo parta

Espero que haya alguien
Que libere mi corazón
Y que me abrace cuando esté cansado…

jueves, 17 de junio de 2010

LA VENGANZA DE LOS MANSOS

Existe una ley universal que rige nuestros destinos y de la que nunca se habla. La ley del manso. Esa ley inapelable que sentencia con la destreza de los buenos jueces. Una ley silenciosa que convierte las iniciativas en perversas invenciones que hay que sofocar como si de un incendio forestal se tratase.
Y es que, el oficio más antiguo del mundo es el de ser manso. Mantenerse al margen, dejarse llevar por la corriente, disfrutar de las ventajas de los sacrificios de los otros y por supuesto, despotricar. Al manso le encanta despotricar y este es el único atisbo de actividad en su vida. El manso maneja el arte del critiqueo con una destreza casi inigualable.

Hay gente que se sitúa a la cabeza de los rebaños de mansos. A la hora de trabajar, el manso se oculta, no vaya a ser que le toque. Se disfraza en su propio rebaño. Al principio sigue al líder del grupo en silencio, pero con el tiempo comienzan los murmullos.

Y el murmullo se convierte en oración que se recita como si de un credo se tratase. Miles de mansos al compás de una sintonía oculta van desbaratando las ideas de los otros, esos seres raros, esos seres con intenciones ocultas, con iniciativa.

La venganza de los mansos es tremenda. Pero existe. Sobre todo cuando el eco de sus sortilegios absurdos no rebota en la pared de la indiferencia.

jueves, 3 de junio de 2010

SOY

Siento los golpes tratando de herirme. Las manos, las piernas golpeando mi cuerpo. Noto las embestidas e intuyo la furia y la rabia.
Pero yo me mantengo erguida mirando ese horizonte limpio.
El rumor de los gritos se pierde antes de llegar a mis oídos. Noto los golpes, pero no me muevo.
Miro al horizonte que me recuerda que todo pasa.
Llevan toda una eternidad tratando de persuadirme, de conquistarme, de aniquilarme, de derruirme.
Y el horizonte frente a mí me obliga a mirar hacia arriba.
Siento los golpes, tratando de abatirme. Pero yo soy una torre y mis cimientos son profundos.
Y solo al horizonte en mis noches más largas le confieso que a veces me encantaría caer.
Pero no puedo, yo soy una torre.

martes, 1 de junio de 2010

CADENAS

Miró a su alrededor y cotempló la pequeña habitación oscura. Conocía sus esquinas con toda la precisión de su memoria.
Llevaba años privada de luz y la oscuridad no era un impedimento para ver. Conocía todos los secretos de aquella osura habitación cuadrada.

Sus brazos le pesaban con la fuerza de mil piedras. Querían caer desplomados y suplicaban su libertad. Pero sus muñecas estaban sólidamente sujetas por aquellas cadenas. Cadenas que la mantenían atada a aquella pared de aquella diminuta habitación oscura.

Llevaba días sin gritar ¿para qué?. Aquellas cadenas amordazaban sus pretensiones. Silencio, un silencio que la rodeaba en aquella habitación poblada de sombras.

Alzó con esfuerzo su cara al techo. Oscuro, como las paredes, como la habitación, como el silencio. Miró sus brazos heridos y cansados y trató de vislumbrar el cierre de aquellas cadenas que la separaban de la libertad.

Y el instante de tiempo que la separaba de la locura le regaló un haz de luz. Fue un segundo, un suspiro, un resplandor que apenas pudo intuir.

Pero fue suficiente para mostrarle que las cadenas que la separaban de su libertad, no existían sino en su mente oscura.