Una forma diferente de mirar el mundo...

Cerramos con postigos las ventanas de nuestras mentes.
Encerramos y sometimos a los pensamientos de mil formas diferentes.
Y ellos encontraron una alternativa para brotar libres.-

lunes, 25 de enero de 2010

LA MANADA DE CAÍN

Pertenezco a la manada de Caín.
Esa manada de animales salvajes. Trepo rápido al árbol más alto. Y luego me dejo caer, suspendido en el acuerdo del viento.

Soy un animal que retoza libre en praderas y valles. Que sufre los inviernos y padece los veranos. Soy el animal que pertenece a ese otoño prendido en la memoria de los más viejos. Soy un animal salvaje.

Si no tuviese necesidad, no pertenecería a esta manada. Soy un animal salvaje que llena sus instintos a costa del resto. ¡Miradme! Soy hermoso cuando corro creyendo que soy libre. Pero me limita esta naturaleza que extingo a golpe de necesidad.

Me oculto tras mi propia apariencia. Me defino tras el verde de los árboles. Me hago uno con el resto y luego mato, por puro instinto. No puedo evitarlo. ¡Miradme! Diríais que soy capaz de amar ¡Miradme! Horas después aniquilo lo que tanto he amado. ¿Qué queréis? Soy un animal.

Y pertenezco a la manada de Caín, la manada más terrible de todas las que pueblan esta tierra. Soy sumiso cuando es preciso, soy salvaje por naturaleza. Me dejo acariciar cuando la soledad me susurra malas palabras al oído y luego me revuelvo rápido y sin previo aviso muerdo la mano que me da de comer.

Vísteme con un ropaje de normas, pero en el fondo sigo siendo una bestia. Percibo el olor de la sangre y mi cuerpo se agita ávido de probarla. No intentes intuir un alma tras estos ojos animales, no te acerques, no me provoques.

No trates de comprenderme. No trates de comprenderte. Porque hermano: pertenecemos a la manada de Caín.

domingo, 17 de enero de 2010

EL CRUCE

Ni siquiera trato de taparme con el trozo de tela que me han dado.
Puedo sentir el frío, pero ya no me importa. Me han dejado en este cruce de caminos y yo espero, silenciosa y obediente. Ya no me importa.
Sé que me vigilan a pocos pasos, sedientos de la información que puedan conseguir a costa de mi cuerpo. ¿Y qué más da?. Hace más de dos lunas que me siento morir y nada de lo que me dan me alivia. No puedo comer nada, no quiero comer nada. La debilidad gobierna todo mi cuerpo y no tengo ganas de echarla. Ya no me importa nada.
Provengo de un pueblo orgulloso y fuerte, un pueblo del este. Los romanos nos llaman bárbaros y no saben que en realidad los bárbaros son ellos. Los que han regresado dicen que sus costumbres son peores que todas las enfermedades que nosotros hemos padecido. No son hombres, son bestias. Animales vestidos con hermosos tejidos, adornados con toda clase de riquezas, pero animales que se despedazan entre sí.
Llevo dos días sentada en este cruce de caminos expuesta a la mirada de los otros. Se paran y me observan, hablan entre ellos, comentan mi estado y niegan con la cabeza. Me preguntan, pero esta debilidad que me gobierna me impide responder. Ya no tengo fuerzas. Ya no me importa. Mis dos acompañantes responden por mí, están preocupados. Espero que esto termine pronto, espero que alguien nos diga lo que me pasa o que la muerte me lleve con los dioses. Noté el dolor en el estómago la misma noche en que lo hombres regresaron tras una nueva victoria contra los romanos. Pero él no estaba. Fue como si un cuchillo se clavase en la boca de mi estómago y se quedara allí.
Trataron de consolarme, de curarme, me ofrecieron todos los remedios conocidos. Pero a mí me daba igual todo. El cuchillo seguía clavado en mis entrañas y me impedía comer. Y poco a poco me fui apagando. Y entonces mi gente me trajo a este cruce de caminos, como manda nuestra tradición. Siempre que surge una enfermedad nueva se expone al enfermo en este cruce y se somete a la sabiduría de toda la gente que por él transita. A veces conseguimos la cura. Pero yo no quiero salvarme, ¡quiero irme con él!. Ya no sé bien a qué dios suplicar.
Él sabría curarme, sabría librarme de este fuego que me consume. Estoy segura. Observo el cielo cubierto de nubes. Y siento que una piedra me ata a esta tierra que nunca volverá a saber de él.
Un anciano lleva observándome un buen rato. Habla con mis hermanos, les pregunta. Ladea la cabeza. Se acerca a mí y me hace mirarle a los ojos. Luego niega. Acaricia mi cabeza. Su voz llega a mis oídos muy baja, como un susurro….
- Tiene rota el alma.

miércoles, 13 de enero de 2010

AUSENCIA


Coseché el frío que anidaba en mi alma
y de paso te arranqué de ella
pero no pude extinguir esta ausencia.
Arranqué el tiempo que vivimos
de aquellos recuerdos que me atormentan
pero no pude robarles tu nombre.
Si pudiera consumir esta ausencia que me devora
Si pudiera hacerla correr como el agua
Si pudiera desatarme de su abrazo
Sería libre
Si pudiera convertirla en un recuerdo
Si pudiera llamarla a mi antojo
Si pudiera decidir sobre su presencia
Ya no me dolería

sábado, 9 de enero de 2010

SOLA


Salgo a pasear por esa calle llena de gente. Gente gris que se arrastra. No andan, no caminan, no pasean. Se arrastran. He salido a pasear por una calle llena de gente, una calle vacía. ¿Hay alguien? ¿Alguien me ve? ¿Alguien me escucha?
Prosigo mi viaje en compañía de nadie. Camino. Trato de mirar a los ojos de quién se cruza conmigo, pero todos miran al suelo ¿o soy yo quién mira al suelo? Nadie me ve, nadie me escucha. Y yo sigo andando, no sé bien a dónde quiero llegar. Pero voy sola a pesar de la muchedumbre que me rodea.
Tarareo una canción conocida para romper el vacío del silencio multitudinario. Miles de personas y una algarabía muda y sorda. ¿Quién eres? Nadie contesta. Sigo andando ¿Nadie me escucha? O igual es que yo no he hablado.
Y sigo andando. Miro atrás y me doy cuenta de que no dejo huellas. Me arrastro, no ando, no camino, no paseo. Y soy gris, tan gris como las personas con las que me cruzo o las que andan a mi lado. Y voy sola. Estoy sola. Soy sola. Sola.
Y sigo andando.

jueves, 7 de enero de 2010

DANIEL

No me lo pienso dos veces.
-Hazlo.

Observo cómo la doctora sale de la habitación para informar a mi familia. Llevo toda la mañana allí y la cosa no marcha bien. Estoy muy nerviosa y al mismo tiempo debo luchar para que no lo notes.
El camino al quirófano es rápido. Los nervios me consumen pero no voy a dejar que esto te altere. Hay mucha gente y todos son muy amables. El anestesista pasa un bisturí sobre mi vientre.

-¿Lo notas?
Nada en el lado izquierdo, pero el derecho es otra cosa. Lo noto perfectamente. La anestesia se ha lateralizado durmiéndome demasiado un lado y no lo suficiente el otro.
-Voy a ponerte un anestésico local, si no es suficiente tendremos que dormirte.

Lucho con todas mis fuerzas, no quiero que me duerman, quiero estar despierta. Es imprescindible que esté despierta. Comienzan, es rápido, noto como me cortan, como separan la carne, como me mueven por dentro…. ¿Ya está? Y oigo ese gemido ahogado, casi sin fuerza, pero lo escucho. Es como el maullido de un gato, es tu primer lamento. Ya estás aquí y estás bien. Y entonces te llevan. Y yo me quedo en esa sala del quirófano mientras me cosen la herida, esa herida que ha sido tu puerta al mundo. Me tienen que sedar, ahora que mis nervios se han relajado al verte bien, el dolor se hace inaguantable.

Luego me paso dos horas en reanimación. Dos horas eternas. Te he visto, he oído tu lamento pero al fin y al cabo has nacido mucho antes de tiempo ¿estás bien? A cambio recibo tu silencio, el cuchicheo de las enfermeras, los gemidos de los enfermos. Y el recuerdo de tu carita, tus ojos, tu lamento sofocado, como sin fuerza. Cuando me sacan de reanimación me llevan a verte a través de esa ventana transparente que me parece un muro infranqueable. Y te veo respirar con trabajo. Te cuesta llenar los pulmones de este aire que debe parecerte extraño. Y me llevan a mi habitación, con la promesa de verte un día después. Pero esa misma noche, un enfermero se apiada y te trae a mis brazos. Es entonces cuando puedo mecerte con tu primera nana, cuando puedo contemplarte tranquila, cuando tu olor me invade por completo. Ya estamos juntos.

Y ahora te espero, aquí tumbada. Te traerán en unos minutos y podremos irnos de este hospital. Fuera hace un día radiante, te va a encantar el sol. Miro el techo blanco y me acuerdo de tus manos…. Un sollozo sofocado me arranca tu imagen. Miro hacia la derecha. Allí sentado hay un hombre con el pelo ligeramente canoso. Me mira con sus ojos inundados de lágrimas. No va vestido de blanco, sin duda ha debido confundirse de habitación. Le miro más detenidamente, algo en él me resulta familiar. Ese lamento ahogado me trae a la memoria la primera vez que te vi.
-¿Mamá? – el hombre de dirige a mí.
-Disculpe, se ha confundido. Estoy esperando que traigan a mi hijo.
-Mamá, soy yo. Soy Dani.

domingo, 3 de enero de 2010

UN TRATO ES UN TRATO


Ella lleva un vestido azul eléctrico. Corto.
Su pelo cae salvaje sobre su espalda y su rostro infantil. Cara blanca, grandes ojos negros. Se ha quitado los zapatos y se mueve ágil por la habitación. Apenas hay luz.

Él acaba de despertar. Sigue un poco atontado. Trata de estirarse, pero está entumecido. Lleva sentado varias horas, dormido.
-Creo que me he quedado dormido ... - trata de llevarse una mano a la cabeza. Es cuando se da cuenta de que está atado. - ¿Qué?
-Shhhhhhh-los labios de ella pronuncian una curva infinita-vas a hacerte daño.
- ¿Qué coño es esto? - él la mira con incredulidad y ella se ríe.
-Creo que has bebido mucho - sigue riéndose. Ahora sí que parece una niña.
- ¿Mucho? Apenas si probé la copa-mira enfadado la copa de vino que está en la mesa. Le faltan un par de sorbos.
-Pues será que no sabes beber-ella se inclina sobre la mesa. Sus brazos delgados y blancos se tensan, como arcos. Se muerde el labio inferior y vuele a reir.
- ¡Desátame! Esto no me gusta - Vuelve a forcejear pero los nudos que aprisionan su brazo derecho contra la espalda son muy fuertes. Los que atan sus piernas contra la silla, imposibles de deshacer. El brazo izquierdo apenas si está sujeto, pero está roto. Él aún no lo sabe. Yace sin fuerza y está sujeto contra la espalda, ese si es fácil de soltar. Pero él no lo hará. No puede.
- ¿No te gusta lo que te he preparado? Llevas siete mese insistiendo en quedar conmigo. -Como una gata sinuosa recorre el trecho que le separa de él. Mueve con delicadeza la mesa y se sienta sobre sus rodillas. El vestido azul eléctrico sube dejando a la vista dos ligas negras e insinuando la blancura de sus muslos.
- ¡Ah, ya entiendo! ¿Te gusta jugar, ¿eh? -él la mira con curiosidad renovada. Acerca su boca al cuello. Ella le concede un minuto y luego se arquea hacia atrás, regalándo a la tenue luz su cuello inmaculado.
-Sí, ¡me encanta! Tu última frase en el Facebook me fascinó, supe de inmediato que jugaríamos juntos. Eres muy valiente -sus ojos negros se abren con ansiedad. Curva una ceja y vuelve a morderse el labio inferior. Él sonríe y se relaja.
-Vale, vale. ¿Pero no crees que sería mejor si me desatas? No vas a arrepentirte, te lo aseguro-el trata de alcanzar la boca roja. Ella humedece sus labios y ríe. Se tapa la boca con una mano.
- ¡No, no, no! Eso arruinaría la sorpresa que te tengo preparada -se levanta. El vestido azul vuelve a ceñirse a su piel. Se separa y vuelve a poner la mesa en su sitio. Él la mira cautivado. Se dirige hacia una estantería comienza y a coger cosas.

Expectación. Llena la mesa de objetos, veloz como el aire.
- ¿Qué es todo esto? - él vuelve a estar nervioso.
- ¿No lo ves?. Cosas del hospital ¿te dije que soy enfermera?. Siempre tengo de esto a mano. No creas que lo utilizo demasiado a menudo, solo cuando encuentro a alguien que quiera jugar conmigo. En este vaso hay una dosis de lo que te dado que antes. El nombre no importa. Pero si prefieres estar inconsciente ... esa es tu decisión, yo ahí no me meto -sonríe y acaricia el borde del vaso con la mano. Se pone sobre la mesa, sentada sobre sus rodillas, con los brazos apoyados.
- ¿Estás loca? ¡Qué coño estas diciendo! - él se retuerce con violencia. Pero sólo en su mente. La droga que le ha dado al principio de la noche lo mantiene aletargado.
-... Y esto es lo más importante. Es un ... bisturí. ¿Todavía no imaginas el juego? -Lanza una carcajada que inunda toda la estancia sepia - y esto. Las llaves. Un trato es un trato.
- ¿Trato? ¿Qué mierda estas diciendo? -él no lo percibe pero las palabras brotan con dificultad de su boca. Ella lo mira. ¿Compasión?. No. Un trato es un trato.
-Tú lo dijiste, no yo. - Se acerca a él, el vestido azul eléctrico baila al compás del aire. Desata su brazo izquierdo, el que está roto y sin dificultad lo coloca sobre la mesa. Él la mira con horror, no Puede mover el brazo.
- ¡Joder! ¿Qué me has hecho? Mi brazo-lo contempla con miedo.
-Bueno, otro pequeño milagro. Forma parte del juego, no quiero que sufras. Estás siendo muy generoso-ella acaricia su mano - ¿Cuál? -Se detiene en los dedos.
- ¿Qué? -La mira con una mezcla de desesperación e incredulidad.
-Acuérdate de tu mensaje en internet: "Cambio dedo por coche" Ella se sienta en la mesa, frente a él, con los pies sobre sus rodillas. Se escucha un gemido.
- ¡Joder tía, dime que esto no va en serio! ¡Joder era una puta broma,! Puse esa estúpida frase para hacerte reír ... yo ... Se me había estropeado el coche y ... ¿A quién se le ocurre tomárselo en serio? -Solloza y emite ruidos imperceptibles. Las palabras ya no se entienden.
-Creo que es mejor que te bebas esto. Cuando despiertes no notarás nada. Prometo ser delicada. ¿Quieres elegir tú el dedo o lo elijo yo? En principio había pensado el pulgar ... pero supongo que el meñique es más prescindible ¿Qué dices? - El aire se invade de sollozos y jadeos - ¿Nada? ¿Lo dejas a mi elección?. Cariño eres un temerario ... quedas con una chica a la que conoces a través de Internet, ofreces un dedo a cambio de un coche y ahora no quieres decidir de cuál prescindir .... -Se ríe como una niña pequeña- Prometo ser buena - acerca el vaso a su boca -bebe, no creo que sea bueno que te resistas .- atragantándose él bebe un par de veces - Buen chico, te dormirás y ... ¡Cuando despiertes tendrás coche nuevo! - aplaude entusiasmada, se baja de la mesa. Antes de que alcance el suelo, él cae inconsciente.
El vestido azul eléctrico baila. Ella sonríe. Sus enormes ojos negros arden en excitación.
Me mira:
- ¡Grábalo todo, amor! - Me guiña un ojo y sonríe.
Y yo grabo, con el visor de la cámara apoyado en mi ojo izquierdo. El único que me queda.