Una forma diferente de mirar el mundo...

Cerramos con postigos las ventanas de nuestras mentes.
Encerramos y sometimos a los pensamientos de mil formas diferentes.
Y ellos encontraron una alternativa para brotar libres.-

jueves, 20 de agosto de 2009

Morriña


Significa nostalgia de la tierra de dónde uno procede.
Como tengo una pizca de sangre gallega (por parte de padre), me gusta utilizar la palabra.
Un día de estos emprendo un breve viaje a mi tierra; en realidad voy a Zamora y yo soy pucelana, pero lo de nacer en Valladolid fue pura circunstancia. Y cuando inicio los preparativos para visitar mi infancia y reencontrarme con ciertos recuerdos, me invade una silenciosa morriña que se enrosca en mi alma.
Cuando llego allí, me siento una extraña que observa desde fuera. Es como si me hubiese sido otorgado el privilegio de fisgar tras la puerta de un dormitorio. Y la gente me mira como quién acoge a un invitado. Es la ventaja de haberse criado en tantos sitios diferentes. No soy de ningún lado y sin embargo todos forman parte de mí.
Y de la tierra castellana, de esa tierra, me pertenecen el cielo azul e infinito, adornado por nubes que hacían formas solo para mí. Me pertenece ese cielo que observaba panza arriba tumbada sobre el acogedor regazo de una era cualquiera. Pues mirándolo me he sentido muy pequeña y me he sentido en paz.
Si tenéis la oportunidad os recomiendo que visitéis Zamora, es una gran tierra.

sábado, 15 de agosto de 2009

Gripe A

Hoy ha llegado a mi correo este vídeo.


Interesante ¿no?

martes, 11 de agosto de 2009

Armarios


Los hay de todos los tamaños, formas y materiales.
Pero lo interesante es su función: un armario sirve para meter cosas de forma más o menos ordenada. A veces, en muchas ocasiones, por qué no decirlo, sirven para ocultar aquello que no queremos que se vea. El armario ha acudido a nuestra ayuda fagocitando ropa, cachivaches y demás artillería ante una visita imprevista.
En no pocas películas un armario servía para ocultar al bueno o al malo, pero siempre los ávidos espectadores sabíamos que dentro había algo (¡seguro que está dentro del armario!); y aún así hemos dado un bote acrecentando su ya amplia fama en el mundo del celuloide.
En otras ocasiones, el armario sirve de puerta a mundos imaginarios. En estos momentos el armario adquiere su dimensión más poética pues representa esa parte de nuestra mente capaz de crear sin límites, de imaginar sin cortapisas pero como no podría ser de otra manera, la lógica hace su aparición cerrando este mundo indómito y salvaje con un par de puertas, las puertas de un armario.
Y a veces, una quisiera que los armarios careciesen de puertas para poder observar la revolución del desorden, los secretos ocultos (que no tienen porqué ser malos) y todos los mundos fantásticos que el ser humano es capaz de crear.

jueves, 6 de agosto de 2009

Cuento de Lidaira (III)

“Claro que podemos –dijo el viento del sur- puesto que en tú corazón residen tus sentimientos y es la única riqueza que puedes ofrecernos. Gracias a ellos silbaremos furiosos las noches de ventisca, levantaremos una brisa tierna y amorosa las noches cálidas de verano y ulularemos tristes cuando terminen la primavera. Y no morirás mujer, pues en el lugar que deje tu corazón soplaremos un suspiro de viento que te permita seguir viva mientras el resto de hombres y mujeres a tu alrededor envejecen y mueren. Y toda Lidaira, todo tu país te amará eternamente. ¿No era ese tu deseo?”.
La mujer asintió con la cabeza y aunque lo que le pedían le parecía imposible y despiadado el aroma de la Garnata la envolvió con su seductor hechizo y al fin aceptó.
“Antes de arrancarte para siempre el corazón, debes dar un nuevo nombre a tú país” el viento del sur se coló en el pensamiento de la mujer, que aturdida se quedó pensando y luego preguntó: “¿nunca más volveré a tener mi corazón?”.
“Solo si existiera alguien con un deseo tan profundo como el tuyo capaz de sacrificar su corazón por obtenerlo. Solo en ese caso, escucharíamos las palabras que nos convocan y vendríamos a llevarnos su deseo. Solo en ese momento recuperarías tu corazón”.
La mujer lloró amargamente y los vientos la respetaron por uno segundos. Luego la empujaron hacia los límites de Lidaira y allí le volvieron a recordar su compromiso: debía darle un nuevo nombre al país. A duras penas se enjugó las lágrimas y escuchó las palabras del viento del sur que dulce como el almíbar le susurró: “venga mujer, no tardes tanto, cuanto más tiempo dejes pasar será peor. Cumple rápido con tu cometido y así nos dejarás libres para cumplir con el nuestro. Cuando poseamos tu corazón ya no sentirás nada. Venga, dale un nombre a tú país”
Y la mujer, miró Lidaira sin ser consciente de que sería la última vez que su vista la llenara de satisfacción y orgullo, y sin dudarlo le dio un nuevo nombre: “Serás el País de Las Garnatas pues haré crecer estos árboles en todos los rincones de su tierra”.
Sin dar tiempo a más los vientos revolotearon ávidos por probar los sentimientos de la mujer y sin mediar más palabras se acercaron a ella y le arrebataron el corazón. Luego todos juntos se hicieron uno y soplaron en su pecho vacío y la mujer respiró. Y abrió los ojos que habían perdido todo el brillo que le proporcionan los sentimientos.
Y escuchó a los vientos llenos de alegría, hinchados por la pasión y el amor. Los oyó alejarse tumultuosos, llenos de ilusión pero no sintió nada. Tomó la Garnata y se dirigió al palacio de la principal ciudad del país.
Desde el día siguiente ordenó plantar la Garnata en la plaza principal de la ciudad y los huesos de las Garnas sus frutas, fueron sepultados por todas las tierras del país. Las Garnatas surgidas de los huesos de las frutas crecían a gran velocidad y en menos de un año el país estuvo plagado de aquellos prodigiosos árboles sin que nadie salvo la Organizadora supiera de sus cualidades. Y para aquel entonces todos los habitantes adoraban con fervor a aquella mujer que a medida que pasaban los días estaba más hermosa y más joven. Y su deseo se hizo realidad pues Las Garnatas le suministraban juventud y belleza para que ella impartiera orden y perfección en todos los rincones del país.
Pero ella nunca pudo disfrutar de sus logros pues no sentía nada dominada por un frío corazón de aire.

martes, 4 de agosto de 2009

Bailes renacentistas

Esto va para mi gente del grupo de teatro...
Dentro de unos meses nosotros también seremos expertos bailarines/as



Cuento de Lidaira (II)


“nos has convocado aquí y ahora, nos has llamado perturbando nuestro descanso. Nos has llamado pronunciado palabras que son un secreto y que solo saben los más antiguos” la voz del viento del norte sonaba como una noche de tormenta en la que el viento brama sin descanso, profundamente. “Aquí estamos mujer, obedeciendo al poder de las palabras. ¿Qué quieres de nosotros? Medita bien tú deseo pues una vez que los pronuncies nos lo llevaremos y lo haremos nuestro”. Así le dijo el viento del este que se insinuaba como un silbido, como un susurro.
La mujer intentó levantarse pero fue inútil, y sintiendo la impaciencia de los vientos dijo en voz muy bajita: “Deseo que el pueblo de Lidaira me ame eternamente, deseo que sopléis tan fuerte que el tiempo retroceda, devolvedme la juventud, la belleza y daré a Lidaira orden y perfección”.
Cuando acabó de pronunciar la última de las palabras notó que los vientos se hacían mucho más fuertes y pensó que se habían enfadado a causa de su deseo. Lloró abatida por el miedo y escuchó como a su alrededor caían los árboles bajo el impulso ensordecedor de los vientos. La fuerza que ejercían era tan brutal que la mujer pensó que la cabeza iba a estallarle y justo cuando pensó que ya no podía soportarlo más, los vientos se sosegaron y escuchó las palabras del viento del oeste: “Mujer, tú deseo ya está con nosotros. Pero no podemos cumplirlo en su totalidad. Te mostraremos el instrumento capaz de doblegar bajo tu encanto las voluntades de toda Lidaira, levántate y abre bien los ojos” La mujer obedeció a aquella voz que sonaba como miles de insectos atrapados y se levantó sin ningún esfuerzo. Cuando abrió los ojos contempló ante ella un pequeño árbol de color anaranjado cuajado de pequeñas bolas de color rojo. Estaba aterrada y tenía mucho frío, pero algo en el árbol la atrajo con la suficiente fuerza como para vencer todos sus miedos y tomando uno de los frutos de color rojo se sintió totalmente cautivada por su olor que semejante a una noche de primavera parecía contener todo lo hermoso y bello del mundo conocido.
“Ese árbol se llama Garnata y su fruta son las Garnas. Lo hemos traído especialmente para ti, pues en todo el mundo existe un prodigio natural semejante. Este árbol se nutre de la belleza de los ojos de los amantes, de la perfección de todos los seres, de la juventud de los hombres y mujeres, y del orden de todos los que le rodean. Y a través de sus frutas obra el milagro de confundir los sentidos y la vista. Pues si bien arranca todas las cualidades que te he enumerado su fruta consigue que todo aquel que mire bajo su embrujo solo vea juventud, belleza, perfección y orden. No podemos cumplir tu deseo y someter al tiempo a nuestro antojo. No podemos devolverte la belleza y la juventud para que obres el milagro de la perfección y el orden en Lidaira pero podemos ofrecerte a cambio este árbol que seduce y enamora a todo aquel que lo prueba ¿aceptas?”. El viento del sur le realizó su pregunta con su voz dulce y melosa y la mujer miró al árbol y probó la fruta que continuaba en su mano y ya no pudo negarse.
“Si” dijo al mismo tiempo que experimentaba el mayor placer de su vida al saborear la Garna.
“Ahora es necesario que nos digas que estás dispuesta a ofrecernos a cambio de nuestro regalo”. El viento del norte la envolvió con su gélido abrazo y su voz atronó en sus oídos.
“¿Ofreceros? ... yo creí que quién poseyera el secreto de los vientos gozaría de su favor sin tener que dar nada a cambio.”
Los vientos rugieron enardecidos y llenos de ira, y al cabo de unos instantes calmaron su revoloteo pero la mujer había caído de nuevo al suelo abrazada a su árbol.
“¡Ilusa! Por supuesto que queremos algo a cambio. Todo el que conoce el secreto lo sabe. Nada en este mundo está exento de un precio” dijo el viento del este agitando todos los árboles y riéndose de la mujer.
La mujer comenzó a ofrecerles todas las riquezas de Lidaira, nombrándolas una a una, pero a los vientos nada les resultaba suficiente.
“No queremos piedras ni monedas ni palacios, no podríamos transportarlos y ¿de qué nos servirían? Son objetos ajenos a nuestra naturaleza solo sirven a vuestros propósitos. En cambio aceptaríamos de buen grado algo que pudiera acompañarnos a través de nuestros viajes. Algo que permaneciera eternamente a nuestro lado” el viento del oeste habló con calma y acarició las mejillas encendidas por el cansancio de la mujer.
“¡Lo que queráis, os daré lo que me pidáis!”
“Entonces, nos llevaremos tú corazón” el viento del sur silbó su petición y arrulló a la mujer con su calidez. Pero atónita ante la petición de los vientos, la mujer lloró amargamente y entre lágrimas preguntó al viento del sur: “¿cómo queréis llevaros mi corazón, como podré vivir sin él? Moriré en el mismo instante en que me separéis de él... no podéis pedirme eso”

domingo, 2 de agosto de 2009

Cuento de Lidaira (I)


Existió una vez en el mundo un hermoso país llamado Lidaira. Su nombre procedía del ingenio de los cuatro vientos que al pasar sobre aquel lugar susurraron al mundo el nombre de Lidaira. Era una tierra hermosa y sus gentes la trabajaban con esmero y dedicación. Así fue como se convirtió en tierra próspera y como se hizo necesario dirigir su destino para que los impulsos mezquinos de los descarriados no la dañaran y la hicieran una tierra desdichada.
El pueblo de Lidaira se congregó y decidió elegir a un grupo que los organizara y dirigiera y como cinco eran las principales ciudades del país, cinco fueron los elegidos. Cinco. Hombres y mujeres Voluntariosos, Honestos, Inteligentes y Dedicados. Pero pronto se hizo necesaria la presencia de un cargo por encima de ellos, una persona que aunara los esfuerzos de las cinco ciudades y sus cinco representantes y fue así como Lidaira, reunida en asamblea decidió buscar entre sus gentes.
La búsqueda fue ardua y farragosa. Ante Lidaira desfilaron cientos y miles de aspirantes al cargo pero uno a uno fueron descartados por diferentes motivos y un buen día, un día en el que el verano daba paso al otoño, apareció ante ellos una joven.
Había nacido al sur del país y desde que abrió sus ojos observando con valentía el mundo que la rodeaba, su madre supo que su hija estaba destinada a algo grande. La niña poseía un aura muy especial y todo aquel que la miraba o la escuchaba hablar se rendía ante su encanto natural y su inigualable belleza y a medida que iba creciendo, se iba haciendo consciente de este don. Utilizaba su poder de seducción para alcanzar aquello que deseaba y su ambición no conocía límites. Cuando supo que Lidaira buscaba a la persona capaz de dirigir sus destinos, sin dudarlo se presentó ante el pueblo.
Al principio les sorprendió que una mujer tan joven se presentara ante ellos, pues apenas había cumplido los 30 años, pero en cuanto las palabras comenzaron a brotar de sus labios nadie escapó al hechizo de su poder. Habló con decisión, con coherencia, con fuerza y con pasión y todo el pueblo de Lidaira fue unánime al decidir que era la indicada.
Y la nombraron Organizadora del país de Lidaira. Y así fue como ella, convertidos sus anhelos en las necesidades del pueblo logró hacer de LIdaira el país más próspero sobre la faz del mundo y no escatimó esfuerzos en conseguirlo.
Pero el tiempo corría y el pueblo, como un niño caprichoso, anhelaba nuevos cambios, se aburría del fructífero presente y los rumores hablaban del cambio sin cesar. La Organizadora iba a celebrar ese año sus veinte años de mandato pues había sido renovada en el poder cinco veces. Su salvaje belleza juvenil había dado paso a una mujer que seguía siendo hermosa, pero que ya no era joven. Y se sintió traicionada, había entregado su vida a aquel pueblo que tanto la había amado y que ahora, en su madurez pretendía abandonarla y sentenciarla al más cruel de los olvidos.
Y así fue como decidió utilizar los rescoldos de su encanto para cautivar al más anciano del país, cuya sabiduría comprendía el origen de Lidaira. Y se fue en su busca. Al encontrarlo la mujer desplegó todo su poder de seducción y el anciano hechizado por su belleza y sus artes le contó el secreto de Lidaira: “el poder de un país reside en su espíritu y su espíritu está encerrado en su nombre. Debes conjurar a los vientos, debes llamarlos a tu presencia solo ellos conocen el poder de Lidaira pues ellos susurraron al mundo su nombre”.Deseosa de probar la verdad de este secreto huyó a las profundidades de un bosque y buscando la complicidad de la noche alzó sus manos y suplicó con todas sus fuerzas a los vientos que acudieran a su silenciosa llamada. Y los vientos del norte, del sur, del este y del oeste acudieron a la llamada de la mujer. Al principio no notó nada, salvo que sus cabellos se agitaban gracias a una improvisada brisa pero al cabo de unos segundos tuvo que hacer verdaderos esfuerzos por no caer abatida por el impulso del aire. Se cubrió los ojos y cayó de rodillas y entonces escuchó las palabras del viento del norte: ....