Una forma diferente de mirar el mundo...

Cerramos con postigos las ventanas de nuestras mentes.
Encerramos y sometimos a los pensamientos de mil formas diferentes.
Y ellos encontraron una alternativa para brotar libres.-

sábado, 13 de diciembre de 2008

Corrillos

Es una costumbre muy usual y demasiado arraigada. Hacer corrillos, criticar, referir, hablar por la espalda, cotillear... en fin, poner verde a quién sea o lo que sea evitando de esta manera tener que decir las cosas a la cara.
Todos y todas asumimos que esto ocurre y seguimos utilizando este increible mecanismo que pretendemos sirva para exorcizar el mal al que nos referimos. Si lo pensamos bien, al hablar sobre algo que no nos gusta, que entendemos que está mal y que creemos que debe cambiar, tratamos de resolverlo pero pocas veces lo hacemos de manera directa.
Como si de un sortilegio se tratara entendemos que al verbalizar nuestra queja a cualquier hijo de vecino que pase por la calle, esta se hará realidad, llegará a su destino y conseguiremos resolver el problema en cuestión.
Es como si al expulsar las palabras fuera de nuestra boca, el aire, el viento las llevara directamente a su destino .... ¿o no?. Tal vez se trate simplemente de relajar nuestra ira, nuestro enfado, nuestro reproche, nuestra envidia pues al comentarla delante de alguién que casi siempre nos da la razón (depende del grado de disgusto con el que nos expresemos), hemos logrado nuestro objetivo.
Soy de las personas que pienso que para cambiar algo que no nos gusta, para hacer llegar una queja, para conseguir que las personas se comuniquen y entiendan mejor, lo ideal es decirlo a la cara. Creo que el esfuerzo merece la pena, que se pueden decir las cosas con educación y que si quién recibe la queja, el reproche o lo que sea, es lo suficientemente inteligente, nos agradecerá nuestra intención y aprenderá de nuestro punto de vista.
Aunque la vida sin los corrillos, no sería lo mismo.

domingo, 7 de diciembre de 2008

Los otros


Gran película, gran título. Amenabar recreaba en su cinta la historia de una familia que se creía perseguida por "los otros" cuando en realidad los otros eran ellos.

El miedo al otro, a lo distinto, a lo que no se ajusta a nuestros esquemas ha sido una constante histórica. Y cuanto más miedo, inquina, ira e intransigencia se tenía hacia el resto, más justificado era lo nuestro. Más grande era el imperio, la ciudad, el terruño o la raza.

Yo soy de las que piensa que cuanto más conozcamos a los demás, más nos enriquecemos nosotros. Que cada día de nuestra existencia podemos aprender algo nuevo, que las nuevas perspectivas nos ayudan a abrir los ojos, la mente a nuevas realidades más acordes con lo inmenso de nuestro mundo.

Y sé que siguen existendo personas que se sienten intimidadas por "los otros", que les daña observar a su alrededor la desesperación del hambre y la pobreza, que se sienten agredidos por las costumbres de los que vienen a aportar, buscando las oportunidades que no tienen.